Tal y como en un cuento de hadas priista, el sueño nopalero de los aspirantes a políticos se está materializando para el actual jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, quien podrá coronar sus aspiraciones metafísicas y convertirse en el próximo presidente de la república sin más obstáculos que los que él mismo se procure.

De acuerdo a la metodología priista, Mancera es de por sí el único y serio aspirante a suceder en el trono a Enrique Peña Nieto, la singularidad del caso la constituye su corta trayectoria como servidor publico y sus exitosos fracasos, esto le da consistencia a su privilegiada posición como jefe de gobierno, el cual ejerce sin menoscabo de su simpatía por los intereses de los ricos y poderosos y por la indiferencia que ha demostrado a las grandes masas de miserables capitalinos a quienes debería servir.

Mancera no se puede ver como un caso aislado o casual, las causalidades de su gobierno son perfectamente comprensibles, es decir, ha cumplido con entera satisfacción con todos los requerimientos que se le han presentado; el primero de diciembre justo en toma de posesión de Peña Nieto como presidente se adornó con las fieras muestras de vigor excesivo en la contención ciudadana, este simple acto le valió el reconocimiento inmediato de la poderosa clase política priista, ahí demostró Mancera que sus aspiraciones no se iban a detener debido a la sencillez de los reclamos de ciudadanía por más legítimos que éstos fueran; la brutalidad con la que trató a los indefensos manifestantes fueron los prolegómenos de lo que más adelante vendría.

Después se han dado caso de extrema gravedad que Mancera ha sabido manejar adecuadamente, por ejemplo el secuestro y posterior ejecución de los jóvenes en el antro “Heaven”, le ha funcionado a la perfección para proyectar una imagen auténticamente televisiva, el asunto a la fecha no está resuelto, y cada día se torna más truculento, pero el jefe de gobierno en lugar de atenderlo como lo dicta su alta responsabilidad ha preferido recurrir  a sus amigos comentaristas para contener tan grave tragedia; seguramente si en un país con una mediana democracia sucediera un acto tan atroz como este, las consecuencias para el gobernante y su equipo de trabajo serían funestas, pero como estamos en la nación donde el estado de derecho es más bien chueco, pues que viva la impunidad; después de esta masacre Mancera y sus amiguitos viven confortablemente y además fortalecen sus aspiraciones políticas.

Como si lo anterior no fuera suficiente(cargar con la responsabilidad de una muerte debe ser muy angustiante, pero llevar el peso de los jóvenes asesinados convendría ser motivo para ofrecer siquiera un poco de sensibilidad humana), la medidas tomadas en contra de las clases más desprotegidas en la capital han sido mortales por necesidad; el incompetente director del metro le sugiere al jefe de gobierno el incremento al costo de la tarifa y éste accede sin medir las consecuencias inmediatas, el salario  mínimo no alcanza a cubrir las necesidades mínimas de un solo individuo, el retroceso en el poder adquisitivo de los salarios no es ningún chiste, y si a los simples números no referimos, pues resulta que los mexicanos que sostenemos a esta nación salimos debiendo.

Pero Mancera vive en su telenovela y fiel a sus creencias, se aferra al sueño presidencial, solo que para llegar a su materialización tendrá que luchar con monstruos que de la política han hecho una verdadera atrocidad y ahí le faltará al candido aspirante el colmillo retorcido que mucho de los que lo asesoran tienen; su mérito está bien ganado, Mancera es al fin y al cabo un servidor público con aspiraciones galanescas.