El próximo 4 de marzo, se cumplirán 10 años de que, por primera vez, se exhibió el célebre video en el que aparece René Bejarano, recibiendo una gran cantidad de dinero, por parte del empresario argentino Carlos Ahumada; hecho clave, en la historia reciente de la política mexicana, ya que puso al descubierto algo que ya se sabía; que, por sabido se callaba y que, a la fecha, 10 años después, los daños a terceros, aún no se terminan de cuantificar.
La opinión pública del país, los millones de mexicanos, electores o no, que presenciaron el hecho, trasmitido en vivo y a todo color, también, tuvieron claro lo que suponían pero que, a este día, no había sido exhibido en toda su crudeza: los políticos, de derecha o izquierda, son todos iguales; la única diferencia es que, algunos se ocultan y hacen sus cosas a escondidas y, otros, se dejan filmar.
Este acto, en sí mismo penoso le retiraba a la gente la venda de los ojos, para que comprobara, más allá de toda duda razonable que, la Izquierda verdadera, la verdadera Izquierda, había desaparecido y dado paso a una Izquierda institucionalizada, obligada a respetar una serie de reglas y normas; sometida a comportarse en el marco de la ley; obligada a transitar, en tiempo y forma, y en un solo sentido, y dispuesta a recibir las prerrogativas de ley pero, sobre todo, los porcentajes, en efectivo o especie, por su amable intervención, por el servicio brindado, por la atención prestada o “por la metida de hombro”.
Como el propio Bejarano lo expresó en el video, con ese acto, fijó la sentencia de su futuro político, pero no sólo el propio personal sino, también, el de su Partido: el PRD; partido que estaba destinado a transformar la historia de este país y que, a partir de ese evento, dejó de ser la opción de Izquierda que la gente necesitaba, aceleró su proceso de descomposición y precipitó su caída.
La opinión pública nacional, la gente común y corriente, y la masa silenciosa, tuvo claro que, así como Bejarano, desde el poder, en un gobierno de Izquierda y quién sabe desde cuándo, todos y cada uno de los funcionarios, los representantes populares y los operadores políticos, hacían lo mismo: estaban coludidos, perpetraban, cometían, delinquían y ofrecían favores a cambio de dinero.
Los ideales, los principios y las ideologías habían quedado atrás, para dar paso a la real politiquee; una actividad novedosa para los ortodoxos militantes de Izquierda, que dictaba otros ordenamientos, otras estrategias y otras habilidades, a las que se tenían que adaptar; so pena de ser rebasados por los “no militantes”, pero sí buenos mercaderes: lobos, con piel de oveja, que no daban paso sin huarache y actuaban subrepticiamente. Claro. Si lo que hacían no tuviera nada de malo, no lo tenían por qué hacer a escondidas.
Como es de todos sabido, Federico Doring, en ese entonces, Diputado Local en el DF, hizo entrega de varias copias de ese video, a los distintos noticieros de televisión, y fue en “El Mañanero”, el 3 de marzo de 2004, donde se presentó por primera vez, aprovechando la vista de Bejarano y ahí, sin avisarle, ni decirle ni “agua va”, lo exhibieron y sometieron al escarnio público, en un acto inédito, que fue el inicio de una serie de filmaciones y grabaciones, de políticos que han sido sorprendidos con las manos en la masa.
Nunca antes, el PRD, su dirección, sus representantes populares y sus militantes, estuvieron bajo la lupa y ocupando tanto espacio en los medios. Luego de Bejarano, apareció Carlos Imaz, ex líder del CEU y Jefe Delegacional en Tlalpan, quien se tuvo que separar del cargo para enfrentar el proceso; Ramón Sosamontes, ex comunista y personaje muy cercano a Rosario Robles; Gustavo Ponce, tesorero del gobierno del DF, que fue captado apostando y dándose la gran vida en Las Vegas, y varios más.
Hoy se conoce, es de todos sabido que, un gobierno de cualquier otro partido, en cualquier estado y/o municipio del país, cuenta con el respaldo de los ediles perredistas, para aprobar su presupuesto de ingresos, sus gastos personales, de publicidad, para viajar al extranjero y de cualquier otra índole que se haya de realizar. Nunca encontrará oposición por parte de los representantes de la oposición; de hecho, se dice que, los representantes populares del PRD, entran al salón de sesiones, con la mano levantada.
En ese entonces, el PRD no tenía presencia en la mayor parte del país y, en los pocos estados donde sí la tenía, empezó a caer, estrepitosamente, mientras las corrientes afines, prosperaban y se fortalecían, de manera escandalosa; la única explicación para ello, era lo que se había visto en los videos, es decir, las aportaciones económicas, de buena o mala voluntad, no llegaban al Partido, ni eran usadas en actividades de proselitismo, capacitación o difusión, sino que ingresaban, directamente, a las arcas de las corrientes que, supuestamente, lo integraban o, directamente, a sus líderes, quienes no tenían que rendir cuentas a nadie de lo hecho con esos recursos.
En el caso concreto de la Izquierda Democrática Nacional, liderada por Bejarano y principal fuerza del PRD en el DF, el gasto exorbitante se percibe, en la oficina instalada por los rumbos de la Escuela Normal de Maestros; las reuniones en el hotel Benidorm; las llamadas “misas”, en el Centro de Convenciones Tlatelolco y El Gran Fórum, y las concentraciones multitudinarias, en el Hotel del Rey, en Toluca.
A pesar del que el profesor Bejarano pagó pena corporal y estuvo preso por ocho meses, el daño ocasionado al PRD fue inmenso. El PRD, Partido que estaba destinado a cambiar la historia del país, perdió la inocencia pero, peor que eso, su pecado fue filmado y difundido en cadena nacional.
El PAN, enemigo natural de la Izquierda, logró su objetivo de dañar la imagen de López Obrador, perfilado ya como candidato a la presidencia de la república; por supuesto, acabó con las aspiraciones de René Bejarano, su más posible sucesor en el gobierno del Distrito Federal y la historia ya no fue la misma.
René Bejarano Martínez, profesor normalista, casado, padre de familia, capitalino de origen, activista político de vocación, sindicalista, miembro de varios Partidos de Izquierda, diputado federal y local, operador político de primer nivel, no pasará a la historia como caballero andante; un error involuntario, no atribuible a nadie más, lo condenó, a él y a varias de sus generaciones por venir, a ser visto como “el señor de las ligas”; el hombre que llenó su portafolio y los bolsillos de su saco, con miles de dólares que le entregó Carlos Ahumada y, una vez más, se confirmó la sentencia de don Julio Scherer: ”Cuando no quiera que las cosas se publiquen, no las haga en público”.