La baja de sueldos a los funcionarios será muy probablemente contraproducente. Y también es inevitable. Es culpa de todos. Una vez trabajé en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. El señor que se encargaba del centro de documentación (es decir, el que prestaba los libros y no mucho más) ganaba más de 100 mil pesos al mes, netos. También trabajé en la Secretaría de Seguridad Pública Federal, y me tocó ver personas que estaban, más o menos, de 9 am a 11 pm toda la semana, con una hora para comer y con salarios de 40 mil pesos mensuales. Eran directores, y generaban insumos que luego se usaban para tomar decisiones respecto de operativos de los cuales dependía la vida de policías. En ambos lugares había algunos trabajadores sindicalizados. Esos sí se parecían. A las 3 de la tarde con un minuto ya no estaban, y si los cambiabas de escritorio (ya no digas de entidad federativa) amenazaban con echarte encima al sindicato. Ninguno de los tres casos tiene nada que ver con los 600 mil pesos de sueldo al mes que se toman como bandera para despedir a 200 mil trabajadores, ni con los miles de millones que se haya robado algún ex gobernador. Porque una cosa son los políticos y otra los funcionarios. El político no vive de su sueldo. Repito, el político no vive de su sueldo, sino de la influencia, poder y favores que puede acumular y luego cobrar en dinero o en especie, o con otros favores. Si bajas los sueldos, al político no le haces ni cosquillas.
El plan de austeridad propuesto por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, es multidimensional. Algunas de las ideas son claramente positivas, sobre todo en lo general. Nadie en su sano juicio defendería un gasto que se haya calificado como “dispendio”. Ningún trabajador diría que tiene derecho a defender sus “privilegios” y “lujos”. El tema es, más bien, consensar a qué se refieren unos y otros. La primera confrontación seria ya ocurrió cuando la Suprema Corte de Justicia dijo que los sueldos de los juzgadores, altos o no, no son privilegios sino una garantía de que no se corromperán. O algo así. Es un desastre para el máximo tribunal como se ha fraseado y retomado la nota. Están usando, además, el sueldo del presidente de la suprema corte para decir que es necesario quitarle el seguro médico a subdirectores que ganan 25 mil pesos mensuales. Porque todo es “Estado”. Bueno.
Creo, sin embargo, que el debate de los sueldos ni se ha entendido y, quienes defienden a los funcionarios, no entienden tampoco que ya lo perdieron, porque esa narrativa se perdió en este sexenio. En la última edición del Barómetro de Confianza de Edelman, uno de los indicadores de confianza internacionales más respetadas en el mundo, México fue el país que resultó con la menor confianza en el gobierno. Sólo 28% de los encuestados dijeron tener confianza en él, mientras que los mayores índices de confianza se los llevaron las empresas y ONGs, con 70%. No puedes convencer a una sociedad que odia a los funcionarios públicos, que son seres humanos, que tienen derechos laborales, que tienen familias, y que se enferman también. Porque lo fuerte no es la baja de los sueldos de los subsecretarios, es que desaparece el seguro de gastos médicos y el seguro de separación que se componía de ahorros propios. La “caja secreta” no es, entonces, ni caja ni secreta. Los seguros se hicieron para que el ISSSTE, que no se da abasto, se despresurizara un poco. Pero bueno. El chiste es que convencieron a la sociedad mexicana de que el gobierno y todo el que lo componga, así gane 20 mil pesos, ni merece lo que gana ni trabaja. Y que le quiten el seguro. Y no hay nada que hacer.
Por eso, por congruencia con el discurso de odio y humillación contra los funcionarios públicos, ahora tienen que aventarlos a las vías del tren. Por no haberse organizado para decirle a la sociedad que son trabajadores como cualquiera, que no son parientes de nadie, que apenas y sacan para las colegiaturas, por no haberse preocupado de que la sociedad distinguiera entre el político y el técnico (que eso es un burócrata, hasta etimológicamente), por eso hoy están exhibidos y proyectados como parásitos que no merecen nada. La gente no los ve como mexicanos con familias que trabajan y que son tan variados como en cualquier ambiente de trabajo. No los ven como compatriotas sino como usurpadores, todos, de la riqueza nacional. Y nosotros lo dejamos pasar. Levantar la mano para decir que Juan o Martha son excepciones, no tiene ningún sentido. Los resultados de que 3 personas hagan el trabajo de 10, y que ahora el que gaste hojas bond de más vaya a la cárcel, están por verse. Puede ser que el colapso sea la estrategia para pedir a la sociedad un voto de confianza para una transformación más profunda. Como una nueva Constitución, o algo que verdaderamente haga historia. Habrá que ver.
La ira de la sociedad proviene de la desigualdad grosera entre las cúpulas y la base de la población. Esta brecha se ha ampliado los últimos 30 años, y quienes lo han hecho posible son los miembros de la clase política y la alta clase empresarial. Pero las élites económicas han logrado con éxito trasladar su responsabilidad a una disfunción política: “es corrupción”. Si no te pagan bien, si los ricos viven en palacios y los pobres no tienen útiles para mandar a sus hijos a la escuela. Es por la corrupción. Todo. Pues sí, en un sentido amplio, en el que los políticos (que no son funcionarios) y los grandes capitalistas (así, a la marxista) han bailado durante 3 décadas el vals de la acumulación de riqueza. Un intento de redistribución de la misma, es necesario y urgente. Este nuevo gobierno tiene esa intención. Ninguna de las dos otras opciones proponía hacer nada con el modelo económico más que seguirlo cuidando. Para ello, sin embargo, lo que es necesario es que los verdaderamente ricos, poquísimos, paguen impuestos, porque ahorita no los pagan. Ni un peso. Es más fácil maltratar burócratas de segundo nivel que a políticos o a dueños de rubros enteros de la economía nacional. Espero, lo digo sin sorna, que sean igual de duros con ellos para que contribuyan al mantenimiento de todos los mexicanos, porque cuando dicen que ellos “crean riqueza”, sólo la han creado para sí mismos. Al tiempo.