La aparición del COVID-19 y la reacción tardía con un sub aprovechamiento de la totalidad de los recursos disponibles en todos los sistemas sanitarios del mundo provocó que meses después de aparecer los primeros casos diagnosticados se empezaran a desarrollar las estrategias de contención, atención y prevención, en ese orden, contra el COVID-19, lo que provocó también que la velocidad de los contagios y la letalidad del virus infeccioso superará las estrategias de reacción de los gobiernos nacionales y de la propia Organización Mundial de la Salud. Esta poderosa circunstancia condujo a una crisis de seguridad nacional y a exhibir fallas en general de los sistemas informativos de los Estados, incluyendo los más desarrollados, que ha puesto a la orden del día la reconfiguración de los sistemas informativos sobre los fenómenos y procesos que producen una afectación masiva, señaladamente, los de la inteligencia militar, civil y policial de Estado en todo el mundo y particularmente en nuestro país. Este es un apoyo fundamental de los jefes de Estado para reaccionar antes y reaccionar acertadamente.

No es difícil imaginar que en todas las Agendas de Riesgos y Amenazas (ARA) sobre la seguridad nacional dominan como temas centrales las llamadas “amenazas tradicionales”, los conflictos socio-políticos internos, grupos armados, narcotráfico internacional, y entre Estados adversarios, cuestiones fronterizas, y otros, los cuales desplazan los temas de los desastres naturales y las pandemias, terremotos y maremotos, como variables de un escenario negativo y hasta catastrófico para cualquier país del planeta y México entre ellos. Porque la detección precoz de las pandemias permite actuar al comienzo de la curva pandémica y suavizar el arco que forma la misma y luego aplanarla, y no empezar a actuar cuando ésta crece aceleradamente, que es cuando menos efectiva resulta la intervención de los sistemas de salud del Estado.

En México un tema como el de la pandemia actual que se volvió rápidamente un grave problema de seguridad nacional, en el contexto de una grave crisis de seguridad interior, seguridad humana y seguridad pública, y en plena lucha contra la corrupción de Estado, y con próximas disputas de poder público en 10 meses (elecciones, julio 2021) resulta extremadamente potenciadora de conflictos mayores que tienen un coeficiente de explosividad mayúsculo para adentrarnos en una coyuntura de alta inestabilidad socio-política y confrontación nacional. Por ello, adicionalmente a todos los esfuerzos de los servicios médicos del Estado y la convergencia parcial con el sistema privado de salud, el gobierno federal implementó el Plan DN-III-E, con el que la Secretaría de la Defensa Nacional y la Marina contribuyeron con médicos y hospitales para la atención de pacientes confirmados con COVID-19. Pero ha sido insuficiente. Veremos otros casos.

Desde una perspectiva de prioridades dinámicas bajo un concepto que replantee los temas prioritarios de la ARA y la concepción misma de la seguridad nacional, de ninguna manera confundiéndola con la seguridad pública y ponderando lo que algunos autores llaman “amenazas catastróficas” derivadas de la estructura actual de la globalización, como la crisis energética, la destrucción de la planta productiva, las catástrofes agrícolas inducidas derivadas de la guerra climática, la guerra económica, los desastres nucleares, y ahora, las pandemias de dimensión global, actualizaría considerablemente nuestra concepción sobre la integración de la ARA, de la seguridad nacional y la seguridad interior mismas. Debemos considerar también las “amenazas irregulares” o “difusas” provenientes de la acción de las grandes corporaciones privadas globalizadas, como: el robo de secretos industriales, o los ataques cibernéticos y el terrorismo internacional, a las cuales se les debe dar la importancia debida, no secundaria por considerarlas lejanas, cuando pueden estar muy cercanas como ocurrió con la pandemia global actual.

Nuestra Ley de Seguridad Nacional es relativamente reciente, obsoleta en distintos aspectos, y debe incorporar un esquema detallado de “riesgos y amenazas” y los responsables oficiales de su detección temprana, porque la seguridad nacional debe tener múltiples responsables conforme al tipo de riesgo o amenaza para hacer frente a ellas, organizados de distinta manera a la actual, jerarquizados en forma específica, coordinándonos de distinta forma y agrupando los esfuerzos de modo. ¿A qué me refiero? Lo ilustró con dos ejemplos internacionales:

La Federación de Rusia, aprendió mucho del embate concertado que recibió con el desastre inducido de los precios internacionales del petróleo (2014) y de las sanciones económicas occidentales por su política en Siria y Ucrania, que la afectó severamente, se trató de todo un modelo de guerra económica, y reaccionó poniendo en práctica una estructura o modelo de inteligencia y seguridad económica nacional más colectiva en la que participan hoy las cámaras empresariales, los sindicatos, las empresas del Estado y el órgano concentrador de la inteligencia y seguridad del Estado, la FSB, a la cabeza del aparato.

Los europeos se adelantaron organizativamente, no preventiva y operativamente, al inicio de la pandemia global: a finales de febrero de 2020 (coincidiendo con el desarrollo de la pandemia), 23 países europeos crearon una nueva organización de cooperación para inteligencia de Estado: el Intelligence College in Europe, Colegio de Inteligencia en Europa (ICE). Por iniciativa del Presidente francés Macron, nació el ICE con el objetivo de que los europeos, en el sector de inteligencia, fueran más independientes de la información y del conocimiento de las grandes potencias, incluyendo sobre este tipo de fenómenos. Lo servicios de inteligencia para la seguridad nacional se están ya reconfigurando aceleradamente para la etapa pos-pandemia y para la etapa de las vacunas anti-COVID-19.

Los servicios de inteligencia de Estado en el mundo deberán asumir un rol mucho más protagónico en la etapa aún incierta de la post-pandemia al interior de los Estados Nacionales o de las alianzas entre Estados, y de frente a la colaboración entre pares. Calder Walton, Director de Investigación del Proyecto de Inteligencia, de la Harvard Kennedy School, plantea dicha tarea dividida en cuatro apartados:

“evaluaciones sobre la propagación e impacto de virus, en íntimo trabajo y colaboración con los epidemiólogos, virólogos, economistas y otros expertos; la actividad de la contrainteligencia en el seguimiento de amenazas biológicas y de países susceptibles de utilizarlas, como son China, Corea del Norte, Irán y Rusia; la contra información para neutralizar la desinformación y propaganda, con una acción centrada en las redes sociales; y por último, la vigilancia intrusiva, con desarrollo y utilización de softwares de rastreo telefónico para el control de los infectados (…) se necesita también de un análisis y seguimiento sobre los desafíos económicos y financieros que se presentan, así como las pautas que deben de seguirse en la progresiva recuperación de la normalidad.” (http://serviciosdeinteligencia.com/los-servicios-de-inteligencia-ante-pandemias-como-la-del-covid-19/). 

Aún el enfoque geopolítico relacionado con los adversarios prioritarios del Estado de la Unión Americana es válido. Otros Estados tendrán el propio. Lo importante es destacar que hoy más que nunca los servicios de inteligencia, civiles y militares, deben de estar asesorando sin descanso la toma de decisiones de los gobiernos nacionales, reorganizando para mejor servir, las capacidades de prevención y análisis para trasladar sus productos de inteligencia a los titulares del poder ejecutivo en un nivel de calidad óptimo.

Lo que se menciona sobre los informes de inteligencia acerca de la amenaza que se cernía sobre los EUA en materia de COVID-19, los confirman otras fuentes que constatan la emisión de informes clasificados en los meses de enero y febrero de 2020, cuando la pandemia ya estaba encima, pero podía aún haberse reaccionado con agilidad y eficacia. Aunque los reportes no hayan sido completos, sí hubo la información general. Esta es la función de mayor valor: en Francia, la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE) se ha involucrado en todos los frentes acerca del proceso COVID-19 en su ámbito regional y global, lo mismo en el caso del servicio del Estado de Israel (Mossad y Shin Bet). 

En Israel los grupos de agentes calificados de inteligencia están trabajando directamente con médicos y especialistas en los hospitales (en el Centro Médico de Sheba Tel Hashomer, por ejemplo), para tener el pulso más exacto del problema, estudiando la experiencia de la baja mortalidad en Alemania, aunque la tasa de contagios sea alta, o de Corea del Sur en donde rápidamente se pudo aplanar la curva de contagios. Los oficiales de inteligencia recogen los datos, los analizan y preparan y entregan sus informes. Una función innovadora, no de rutina.(Esti Pelen, abril 2020, (https://www.enlacejudio.com/2020/04/05).Ello, a pesar de las severas restricciones de contacto que están prescritas en todo el mundo.

Los servicios de inteligencia deberán estar en extremo activos porque la geopolítica del COVID-19 ha alterado los términos de la geopolítica y la geo estrategia mundial precedente, el escenario global ha sido modificado, Para ello se están reconfigurando en plena pandemia. ¿Y en México como para cuándo?. Veremos si también el COVID-19 modificó sensiblemente las correlaciones globales de fuerzas o los escenarios en la parte militar.