Cuando María Magdalena nació, su madre tenía miles de dudas pero una sola certeza: su hija nació para cambiar el mundo. Había pedido su llegada al mundo tanto como las madres de hoy piden el regreso de sus hijas a casa: con fe. No se encomendaron a Dios, que aún no cargaba la cruz ni caía tres veces, sino a Isis, una diosa egipcia conocida como “la reina de los dioses” o la “gran diosa madre”.

Toda su formación espiritual fue egipcia, potencializando la energía humana a su dimensión más etérea y elevada mediante las Alquimias de Horus y la Magia Sexual de Isis. Los iniciados, como ella, en aquellas prácticas de elevación solían portar brazaletes de oros con serpientes entrelazadas, que simbolizan las “aguas del manantial” que se mezclan cuando la alquimia sexual es practicada.

Los evangelios le llamaron “prostituta” porque en esos días, los hebreos mal veían las prácticas de los resquicios egipcios, pero desde el primer encuentro entre Jesús y María Magdalena, según los manuscritos nunca validados por la iglesia, la atracción fue inmediata.

Un encuentro casi magnético,  que para una mujer educada en sabiduría de las energías, era incontrolable.

Jesús y María Magdalena, dice el escrito, tuvieron una hija llamada Sar´h. En esa triada, nacería la energía de la luz y en María Magdalena, el eterno divino femenino. No hay casualidad en el levantamiento feminista, en la vibración amorosa que la unión entre mujeres brinda a la Tierra. Aquello que hace tanto tiempo nos fue negado y ocultado por la vieja energía que reinaba en la Tierra, hoy está a nuestro alcance.

No hay casualidad en el impulso femenino que despierta dentro de algunos hombres, que comienzan a buscar trasladarse a cuerpos que les fueron negados por nacimiento. María Magdalena alimentó a Jesús mediante su energía sexual, fortaleciendo su propia santidad y la resistencia para ser llamado, posteriormente, el “salvador”. Cuentan los manuscritos de María Magdalena que tras la muerte de Jesús en la cruz, con la madre de quien llaman Dios los católicos y cristianos, Jesús le tocó el rostro sin ser carne. Fue la primera para quien él volvió.

María Magdalena y su hija cruzaron solas el Mediterráneo. Arribaron a Egipto y su permanencia fue corta, la necesidad de huir era una constante para la supervivencia. Dice su escrito traducido al español, que cruzaron hacia las costas y en las tierras que serían Francia, fueron sacerdotisas del culto de Isis quienes las recibieron y protegieron. Juntas se dirigieron hacia el norte, acompañadas por los druidas, quienes reaccionaron al llamado de Isis para proteger a la pequeña Sar´h.

Llegaron hacia el norte, a la tierra que sería Inglaterra, acomodándose en Tor y Glastombury, huyendo de la influencia romana que pretendía asesinarlas.

Se dice que del amor construido entre Sar´h  y su hombre nacieron los Caballeros Templarios, mientras que María Magdalena viajó hacia Gales y vivió junto al mar durante el resto de sus días, recibiendo a menudo, la visita en forma de luz de su amado Jesús.

La alquimia sexual demuestra lo que muchas mujeres hemos sentido  y que no habíamos podido nombrar: cada encuentro sexual es un intercambio de energía, una entrega de vibraciones que tienen un fundamento espiritual y químico para el alcance del éxtasis y que a su vez, alimenta en el intercambio heterosexual, a los hombres, de un eterno divino femenino al que ellos no tienen acceso. Una divinidad en el aparato reproductivo que no tiene estrictamente nada que ver con la potencialidad de ser madres, sino con el hecho de haber nacido mujeres.

 ¿Será por ello que cuando violan, en su mayoría, lo hacen a mujeres? ¿Será por ello que los constructos machistas, a sabiendas de nuestro poder para irradiar energía desde el utero, construyeron mitos en torno a la virginidad? ¿Será que esa interpretación acotada de nuestro poder energético se intentó centrar en el poder de ser madres? ¿Será por ello que en otras culturas, como la africana, buscaron quitarnos con la ablación esa magia que nos vibra en las entrañas, como si con ello nos quitaran el poder de sanar? ¿Será por ello que hoy, la conciencia de que lo personal es político, alcanza profundo a todas? ¿Será por ello que los feminismos crecen más que como una teoría intelectual, como un movimiento que a muchas las hace ver llenas de conmoción? ¿Será que esas “viejas energías” mencionadas por María Magdalena eran las construcciones patriarcales de poder que hoy se transforman, poco a poco?  ¿Será que nos cansamos de irradiarle luz a los hombres mediante nuestro cobijo sexual, y comenzamos a cobijar a otras mujeres? ¿Será que el momento del retorno se acerca, pero no el de Jesús, sino el de su amada?

Un hecho sí tenemos bien claro: Han sido los católicos los que ensuciaron la imagen de María Magdalena llamándole “prostituta” y desacreditando su papel en el transitar espiritual de Jesús. Los judíos tienen, en Jerusalén, una sinagoga con el nombre de la amada del hijo de Dios. Quienes cuentan su historia, mencionan en la trinidad a María Magdalena, Jesús y su hija, Sar´h. No así, como lo han difundido los documentos de la iglesia, a un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo. En la trinidad hay dos mujeres y nadie nos había dejado comprenderlo, ni es una versión aceptada como “oficial”. Entonces, ¿A quién le reza quien funge de lector, cuando reza?