Maestra, maestro, director o directora de escuela, trabajador o trabajadora de la educación: durante los últimos tres años, ¿has presentado frecuentes dolores de cabeza, insomnio, malestares musculares o problemas gastrointestinales? ¿Percibes escaso interés por tu trabajo o has sentido baja energía para ir a trabajar, irritabilidad, emociones negativas o desánimo durante el trayecto a la escuela o cuando te diriges a tu centro de trabajo? En las circunstancias actuales, de emergencia y crisis sanitaria generadas por la pandemia, ¿te autopercibes como estresado, angustiado o temeroso frente a los escenarios de enseñanza asistidos por las nuevas tecnologías? Si tus respuestas son afirmativas en todas o casi todas las preguntas formuladas, es probable que te encuentres en zona, alta o baja, de “agotamiento” en el trabajo.

Me parece que el término “agotamiento laboral” es más apropiado que “trabajadores quemados” (o “burnout workers”, por su expresión en inglés); sin embargo, la literatura científica utiliza este último concepto, el cual se refiere a un síndrome que se presenta en empleados que viven determinadas situaciones laborales, donde se exponen a condiciones de alta presión o a fuerte estrés debido a las actividades que realizan en la prestación de servicios a otras personas. Esto se da frecuentemente en profesionales de la salud (médicos, médicas, enfermeras, enfermeros, trabajadores sociales, paramédicos); en profesionales de la educación (docentes, directivos escolares, asesores técnicos); en otras ramas o profesiones “socializantes”; en burócratas que atienden a derechohabientes, usuarios, pacientes, o bien se presenta en oficios o actividades técnicas como choferes, bomberos, personal de seguridad, entre otros.

El síndrome del burnout se da, según algunos autores: “...como resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo". De acuerdo con la definición de la OMS, este síndrome: "Se refiere específicamente a los fenómenos en el contexto laboral y no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida". En este sentido, describe tres síntomas reconocibles: agotamiento o falta de energía, "distanciamiento mental" del puesto de trabajo y disminución de la eficacia laboral. (1)

Como complemento al debate sobre la definición de este síndrome, la literatura científica reciente se ha centrado en los métodos más adecuados para su estudio: “El síndrome se ha visto definido a partir de las dimensiones extraídas de la administración del Maslach Burnout Inventory (MBI), que presenta tres dimensiones: Agotamiento emocional, Despersonalización y falta de Realización Personal en el trabajo. El agotamiento emocional se refiere a la pérdida de recursos emocionales. La persona que lo sufre siente no poder dar más de sí mismo en el ámbito emocional y afectivo. La despersonalización (o cinismo) se refiere a las actitudes negativas y cínicas que manifiesta el trabajador hacia las personas destinatarias de su trabajo. La (falta de) realización personal, hace referencia a la tendencia a evaluar de forma negativa el propio trabajo”. (2)

Burnout y Educación

Un estudio que se hizo recientemente en España acerca de este síndrome del “agotamiento” laboral, pero en contextos educativos, revela lo siguiente: “El burnout puede ser una amenaza para el buen desempeño de los profesionales de la educación, que afectaría negativamente a la calidad de su trabajo (Pocinho y Peresterelo, 2011). La existencia de un riesgo objetivo de sufrir el síndrome de burnout en los profesionales de la educación, daría sentido a la implementación de planes de prevención, evaluación y tratamiento apropiados”. (3)

Planteo, a propósito de este interesante tema, algunas preguntas: ¿En México contamos con equipos de profesionales especializados para atender este tipo de síndromes? ¿La Secretaría de Educación Pública (SEP) y las dependencias que administran la educación pública en los estados cuentan con planes o programas específicos para prevenir, difundir, evaluar y canalizar este tipo de casos de “agotamiento” laboral en el sector? ¿Existen estudios o evaluaciones institucionales sobre el “burnout” en trabajadores de la educación en nuestro país y su respectivo impacto en la calidad de la educación?

A este síndrome, en teoría y “trasladándolo al ámbito educativo”, Durán, Extremera y Rey (2004) lo definen “como una respuesta de estado emocional negativo, generalmente acompañada por cambios fisiológicos potencialmente peligrosos, resultantes de aspectos del trabajo del maestro y mediados por la percepción de que las demandas del trabajo son amenazantes y por los mecanismos de afrontamiento que son activados para reducir esa amenaza”. En este ámbito Arís-Redó (2009) diferencia cuatro grupos de síntomas para caracterizar el síndrome en los docentes: psicosomáticos (cefaleas, insomnios, dolores musculares y molestias gastrointestinales), conductuales (ausentismo laboral y problemas relacionales), emocionales (distanciamiento afectivo de las personas que ha de atender) y defensivos (negación de emociones y actitudes cínicas ante los alumnos)”.

Algunos hallazgos derivados del estudio aplicado en España, y que en esta ocasión tomo como referencia, indican lo siguiente: durante los procesos de formación de profesores “... se establecen como habilidades docentes las referidas a preservar la estabilidad emocional del profesorado para contribuir al progreso armónico e integral de los estudiantes, así como la importancia de transmitirles seguridad, tranquilidad y afecto. Estas competencias, orientadas a afrontar las situaciones de estrés laboral y burnout y a la regulación y equilibrio de las emociones en el aula, que deben ser adquiridas por el alumnado universitario del Grado en Educación Infantil, se encuentran reflejadas en el módulo de formación básica, más concretamente en el apartado dedicado a la Organización del espacio escolar, materiales y habilidades docentes...”.

Quizá resulte conveniente y de interés para el magisterio mexicano, que se integre un equipo nacional y grupos estatales multidisciplinarios de profesionales de la salud y la psicología, con la finalidad de realizar estudios amplios, representativos y sistemáticos que permitan diagnosticar, intervenir y dar seguimiento a los casos existentes de “agotamiento” en el trabajo de profesionales de la educación, así como en el personal de apoyo o de asistencia a la educación. Pienso que infinidad de conflictos se podrían evitar en las escuelas si tuviéramos este tipo de servicios de salud emocional y de acompañamiento dirigido a las y los trabajadores.

También sugiero que se pongan en operación estudios o evaluaciones específicos por entidades federativas, zonas o regiones claramente localizadas, a efecto de detectar, valorar y atender a los casos en que se presente este síndrome entre la población del sector educativo. Esta clase de iniciativas programáticas no se opone a la idea de realizar campañas permanentes, dirigidas hacia el público en general, para hacer conciencia sobre la importancia de este padecimiento y la necesaria actuación de las instituciones y las personas para hacer frente a este tipo de problemas, sobre todo en estos tiempos de crisis sanitaria y económica.

Para ello se requiere, además de voluntad política, conocimiento, de parte del gobierno federal y de los gobiernos locales.

Fuentes consultadas y notas:

(1) “El psicólogo Herbert Freudenber (Fráncfort, 1927-Nueva York, 1999) fue uno de los primeros profesionales en definir esta afección al observar que al cabo de un período más o menos largo —entre uno y tres años— muchos de sus pacientes sufrían una progresiva pérdida de energía, desmotivación y falta de interés por el trabajo hasta desembocar en agotamiento, síntomas de ansiedad y depresión. El tipo de empleo que tenían todos ellos se caracterizaba por carecer de horario fijo, contar con número de horas muy alto, tener un salario muy escaso y un contexto social muy exigente”. Tomado de: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2019-05-28/que-es-burnout-sindrome-trabajador-quemado_2039726/

(2) El síndrome burnout se considera actualmente como una patología derivada del estrés laboral (Gil-Monte, 2001). Su definición, responde a un intento de conceptualizar teóricamente el constructo a partir de los factores obtenidos tras la administración de uno de sus instrumentos de medida, concretamente el Maslach Burnout Inventory (M.B.I), de Maslach y Jackson (1981). (Citado en Serrano-Díaz y cols.)

(3) Noemí Serrano-Díaz, Margarida Pocinho y Estíbaliz Aragón-Mendizábal. Competencias emocionales y síndrome de burnout en el profesorado de Educación Infantil. Revista de Psicología y Educación / Journal of Psychology and Education, 2018, 13(1), 1-12 (www.rpye.es)

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