Cohetones. Fumarolas grises. Extintores grandes y chicos. Escudos. Gases. Policías vestidos de civiles. Así se vivió una marcha que en la Ciudad de México solía ser pacífica, una en la que nunca había existido represión y cuya conmemoración se acercaba más a la de un desfile que a una protesta violenta, pero este año las mujeres arden de coraje ante un confinamiento que ha elevado a 11 el número de mujeres asesinadas al día, según el Secretariado de Seguridad Pública; mientras que han pasado ya dos años de gobierno de la 4T y el aborto sigue sin ser legal en todo el país.

Iniciativas consideradas como “agenda presidencial” son aprobadas con velocidad, mientras que la despenalización del aborto, presentada desde hace ya un año por un grupo amplio de legisladoras y legisladores, entre los que la mayoría son de Morena, están detenida. Paralizada casi tanto como pretendían mirar a las mujeres ayer.

Cerca de las 2 de la tarde, los contingentes comenzaban a integrarse: Sindicalistas del STUNAM, colectivas de Brujas del Mar, Brujas Feministas Mexicanas y Latinas, Marea Verde y mujeres del SME, entre otras, comenzaban a llegar y agruparse.

La Secretaría de Seguridad Ciudadana montó un agresivo operativo con formaciones militares y estrategias represivas enfocadas a disuadir la protesta y sembrar terror entre las jóvenes que marchaban.

El miedo, después de todo, es una herramienta poderosísima para el control social y para el terror, pues divide, domestica, y todo el día de ayer fue una compilación de situaciones para desarrollar pavor: por la mañana, una empresaria fue exhibida como encargada de “financiar” la toma de la exCNDH únicamente por haber ido a donar víveres (cosa que muchas más hemos hecho); sus datos fueron exhibidos por Claudia Sheinbaum, desatando una ola de persecución que la hizo perder ya su trabajo, recibir amenazas y exponerse aún más a que su integridad y vida sea amenazada. ¿Cómo no tener miedo de apoyar una causa perseguida, por la que cualquier logro de vida sería derribado tan sólo porque el gobierno se ha preocupado más en investigar activistas que en atender sus demandas?

Lo más fuerte llegó cerca de las tres de la tarde, cuando la estrategia de encapsulamiento cobró a su primera víctima: una adolescente encapuchada de complexión delgada que recibió el gas de un extintor directamente en la cara y ojos, desmayándose casi de inmediato. Todo el contingente paró: cerca de 50 mujeres rodearon a la caída que, sin consciencia ya tirada, comenzó a temblar y expulsar saliva. La desencapucharon y es falso que las policías tuvieran alguna instrucción de asistir a las protestantes: mientras todas se sentaron para cubrirla, ellas veían desde arriba con la arrogancia y prepotencia que un escudo plástico y armas pueden dar. Fueron las más cercanas quienes lograron controlar la crisis de la adolescente con agua, pañuelos y la propia capucha que sirvió para que no se mordiera. Poquito a poco recobró el aliento, pero cuando quiso salir del encapsulamiento, ahí estaban las policías con hombres detrás que eran quienes lanzaban todo tipo de gas. Por supuesto, lo anterior no justifica las posibles agresiones directas contra las mujeres uniformadas, pero aún esas agresiones aisladas no pueden desacreditar toda la marcha que año con año se realiza.

El concierto de inconstitucionalidad e ilegalidades fue ayer: el kitting o encapsulamiento, como estrategia represiva, violenta el derecho a la libertad de expresión, al libre tránsito y es parte del derecho penal del enemigo, una táctica únicamente justificada ante amenazas terroristas ―aunque parece que para el Gobierno de la ciudad y principalmente para la Secretaría de Seguridad Ciudadana es más peligroso el feminismo que el narcotráfico.

La que firma este texto siguió el encapsulamiento desde afuera y cerca de 3 horas fue el total de tiempo con el que la policía hizo cautivas a las mujeres y les impidió sumarse a la marcha, cuyo contingente más amplio se encontraba ya en el cruce de Juárez y Eje Central, en un templete montado y la mayoría de asistentes hablando y exigiendo al gobierno que retiraran a la policía. En total, no había más de 1,000 mujeres para las que se desplegaron cerca de 2,500 elementos.

Según legislación nacional e internacional, cualquier policía en funciones debe de vestir un uniforme y portar placa, gafete, e inclusive responder a las solicitudes ciudadanas de identificación. Cerca de 50 policías que integran una especie de grupo paramilitar con radios, claves, motocicletas, armas y herramientas de alta inteligencia, como identificación de rostros e intervención de dispositivos, estuvieron desplegados, cercando calles y contingentes, reportando cada paso.

La intención represora y violenta por desarticular la marcha de mujeres adolescentes fue tan grande, al grado de que cada calle para acceder a la avenida Juárez fue cerrada con los escudos de policías, tanto hombres como mujeres, que impidieron pasar hasta a las personas locales. Ellos impidieron a un centenar de mujeres incorporarse a la manifestación.

La jefa de Gobierno le falló a todas: prometió no reprimir y reprimió; prometió un cuerpo policiaco de mujeres para las marchas de mujeres y había hombres reprimiendo y violentando; prometió desaparecer al cuerpo de granaderos y los más violentos del aparato del Estado salieron a combatir a las mujeres que pedían aborto legal para todo el país.

El 2020 quedará en la historia como el año de la represión contra las que decidieron alzar la voz para pedir que todas tengamos acceso a todos los derechos en todo el país.

Veracruz, Coahuila, Guanajuato, Sonora y sorprendentemente la Ciudad de México cayeron en la tentación represora de construir miedo para diluir las protestas.

No es imaginación de unas cuantas feministas, es la observación de Brigada Marabunta, Artículo 19, Amnistía Internacional y otras organizaciones de talla global que lo vivieron o cubrieron.

Como cada 28, desde hace 13 años cuando se despenaliza el aborto en la Ciudad de México, las mujeres han marchado exhibiendo los casos de las entidades, pidiendo a legislativo federal y al propio presidente que responda por un acceso universal.

POR CIERTO. Una gran debilidad sí hubo: Omar García Harfuch mostró todo el músculo que está dispuesto a desplegar para las protestas sociales. Muchas feministas tienen miedo de ser desaparecidas ahora que sus nombres se saben. Paramilitares civiles que están en nómina de una institución de seguridad “civil”; encapsulamiento para dividir; bloqueo de calles para impedir acceder a los contingentes; gas y violencia para disuadir a las que no llegaron; celulares intervenidos; aparato del Estado investigando activistas. Las feministas saben bien cuál es su forma de proceder, sus estrategias disuasivas y constructoras de terror, pero lo más importante: saben que la jefa de Gobierno le ha perdido el miedo a la represión, investigación y espionaje. El gran tema es que en la medida que la violencia se eleva por parte de los únicos que pueden proveer seguridad ―que es el Estado―, la defensa agresiva de quienes marchan también se eleva al grado de perfeccionar la técnica, más ahora que conocen la estrategia completa.

Arturo Medina, funcionario del gobierno, también caminaba con radios, vestido de civil, sin identificarse y con un séquito de asesores burlones que expresaron cosas como “ojalá que las maten”. Nadie lo contó, quien firma lo escuché.

En un país en que el simple hecho de ser mujer amenaza la vida, salir a marchar implica no tener nada que perder, pues si no es en mano del machismo doméstico, podrían morir en manos del machismo institucional. El día más negro y triste: el día en que perdimos una aliada que puso el poder por encima de la justicia. En los próximos días, las encuestas mostrarán la aprobación que tuvo el acto represor de una jefa de Gobierno, que era promesa de muchas. Serán positivas sus cifras porque México es un país machista, ansioso de ver castigo y violencia contra las mujeres. Si ellos lo ejercen en sus casas, ¿por qué no estarían ansiosos de verlo replicarse en las calles? Lo que era excepción en la ciudad ahora será regla y vendrán tiempos oscuros para el feminismo, ahora que ser activista implica ser blanco de toda táctica y estrategia de combate.

Quién fuera violador o feminicida, quien fuera médico practicante de abortos clandestinos o paramilitares para operar en impunidad.