Por estas épocas del año, muchos restaurantes, peluquerías, sex shops, etc., ponen el letrero: “No abrimos 25 de diciembre ni primero de enero”, invitando a los ladrones a entrar a robar (pues no va a haber nadie para vigilar).
Advertencia que antaño provocaba mini compras de pánico el 21 y el 31, pero que hoy día, las tienditas de conveniencia y envíos por deliverys han alivianado.
¿Por qué bancos y comercios cierran esos días? No son festivos dentro del calendario laboral (y si lo son, hay que agarrar puente), tampoco cierran por un “botonazo”, tipo Alfaro. Los cierran, por la simple y sencilla razón de que tanto propietarios, como personal, van a agarrar la peda esa noche y van a amanecer crudos. Es una cortesía obligada para que se repongan y no baje esa acelerada producción industrial.
La borrachera es inevitable, porque viene acompañada del pretexto: “¡este año me fue de la chingada, necesito desahogarme!” (pretexto que data de tiempos inmemoriales, antes de los estragos del coronavirus).
Entre sidra, whisky, ron y tequila, se suelta la terapia de grupo. Primos, tíos, concuños y gorrones beben como los peces en el río, recordando lo peor del año: “No hubo ventas”, “me corrieron”, “me dejó mi pareja”, etc. Entre lágrima y lágrima se van empedando, hasta que se sueltan los madrazos y finaliza con todos cantando “Amarga Navidad”. El día los sorprende dormidos, regados en camas, sillones, sillas, piso u donde se acomoden mejor.
Evidentemente, los negocios para curarse la cruda jamás cerrarán (salvo que sus dueños sean amigos de “Borolas” y también estén crudos).
Ahora bien, crudos o no, la Navidad y el Año Nuevo invitan a todos permanecer en pijama todo el día. Nadie sale, hayan o no abierto los comercios. Tal vez, además de los negocios para curarse la cruda, también hayan abierto tlapalerías, misceláneas, lavanderías, etc., pero no los hayas percibido al pasar porque estabas medio dormido, por más que los dependientes trataron de llamar tu atención, lanzándote sonrisas seductoras.
Tal vez hayan abierto, incluso, los comercios que pusieron un letrero advirtiendo que no iban a abrir el 25 ni el primero (pensando que nadie saldría a la calle), y al increparlos, confiesen: “Es una broma privada que los comerciantes hacemos a los clientes, pues ellos nunca tienen la razón; sin embargo, tenemos que darles el avión, o no regresan a comprar y el dinero no se da en macetas”.
Razonamiento con el que estoy plenamente de acuerdo.