«Siempre hay un momento en la infancia en el que se abre una puerta y deja entrar al futuro»

Graham Greene

Por increíble que parezca los delincuentes están sacando provecho de las personas que se encuentran en una situación terrible y vulnerable: los niños con cáncer y sus familias.

Esto ocurre en la Torre Pediátrica de la ciudad de Veracruz, donde un grupo de madres que tienen internados a sus pequeños han hecho una denuncia pública por estar viviendo amenazas y extorsión.

Lo que ocurre es lo siguiente:

Al necesitar donaciones de sangre y de plaquetas, los familiares de los niños y niñas enfermos publican en redes sociales todos sus datos: número telefónico, nombre del paciente y del padre o madre y cama donde se encuentra recibiendo la atención médica para que así puedan ser localizados por los posibles donantes. Por desgracia, y al ser pública esta información que en otros casos sería confidencial, comienzan a recibir llamadas de personas despiadadas que en lugar de donar, les piden entre 500 y 1000 pesos para no hacerles daño, es decir, para no secuestrarlos o lastimarlos.

Así de espantoso como se lee.

Tuve la oportunidad de hablar con una madre de un pequeño de solo siete años que vivió la peor historia de terror al recibir constantes amenazas en su celular, exigiendo les dieran 1000 pesos o de lo contrario, entrarían al hospital y secuestrarían al menor.

La mujer, de escasos recursos, consiguió el dinero para depositarlo pero la amenaza no cesó. Por tres días consecutivos continuaron llamando para exigir dinero, dando los datos precisos del enfermo y su familia, provocándole una crisis nerviosa.

Este caso no es el único. Durante el fin de semana medios locales alertaron sobre lo que está ocurriendo al interior del nosocomio, solicitando la intervención de las autoridades para reforzar la seguridad en el lugar.

La noticia, impresionante por la magnitud del problema, ha escalado a medios nacionales y la señora Susana Lara, Presidenta de la Asociación Mexicana de Niños con Cáncer en Veracruz (AMANC), sostuvo una breve entrevista con el periodista Ciro Gómez Leyva en su noticiero matutino, donde denunció los hechos.

La misma señora Lara, ha dicho en entrevistas con medios locales, que pese a la gravedad del problema los familiares de los niños enfermos tienen miedo de denunciar. Pero tal acto de crueldad debe estar en manos de la autoridad competente y se debe actuar de inmediato, pues la vida y la integridad de los pequeños y sus familias no es cosa menor.

El nosocomio del miedo y la corrupción

Un proyecto tan importante y necesario como este, donde se atienden no sólo niños con cáncer sino todo niño, niña y adolescente que requiera servicios médicos de primera calidad, debió contar con la infraestructura necesaria para ser funcional y sobre todo seguro.

Pero la Torre Pediátrica, perteneciente al Sector Salud dependiente del estado de Veracruz, ha sido objeto de malos manejos y se ha acusado de corrupción a los responsables de al menos tres administraciones: Fidel Herrera, Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes.

En sus inicios, durante el gobierno de Fidel Herrera, se habló de una inversión de 244 millones de pesos, que fue elevándose como espuma con el paso de Javier Duarte hasta llegar a los 344 millones de pesos.

El colmo fue cuando el ex gobernador Miguel Ángel Yunes Linares dijo que la inversión total fue de 700 millones de pesos. Así el descaro.

La construcción de la torre debió concluirse en el sexenio de Duarte, pero terminó su mandato y le pasó la bolita a su sucesor panista, quien finalmente, y tras ocho años de retraso, en 2018 la inauguró.

Un año antes, sin embargo, el nosocomio ya era un tema escandaloso, pues se había construido con materiales de tan mala calidad, que una parte del edificio se derrumbó. Hubo, como siempre, responsables: en junio de 2017 fue detenido César Augusto Morando Turrent, dueño de la constructora Gran Marca Proyectos S.A. de C.V, quien permaneció encarcelado en el penal de Pacho Viejo solo unos meses, acusado de fraude en contra del gobierno del estado por 82.9 millones de pesos. En noviembre de ese mismo año quedó en libertad.

En toda esta historia plagada de deshumanización no podemos olvidar la atrocidad cometida por Javier Duarte, quien pese a que la torre aún no estaba construida, en el área de oncopediatría del Hospital Regional la quimioterapia de los infantes fue sustituida por agua, causando la muerte de varios enfermos.

Leer o escuchar los relatos de padres que perdieron a sus hijos debido a este crimen nos parte el alma. A Javier Duarte su miseria humana lo llevó a tal grado de asesinar a criaturas inocentes para echarse a la bolsa varios millones. Hoy está preso y niega rotundamente haber participado o tener conocimiento de esa barbarie.

Pero volviendo a la época actual, la torre pediátrica sigue siendo un problema al que las autoridades siguen sin darle la importancia que amerita.

Han salido a la luz irregularidades como las “equivocaciones” en el suministro de plaquetas o medicamentos y no solo eso, las instalaciones tienen deficiencias terribles, como las constantes caídas del elevador, que tan solo este fin de semana dejó a dos doctoras, un camillero y un paciente lesionados.

En semanas anteriores se supo también que los familiares de los internos se quejaban de la falta de funcionamiento del aire acondicionado, teniendo que soportar temperaturas infernales que afectaban su salud.

Y hoy, como escribo al principio de esta columna, tenemos el horripilante tema de las amenazas y extorsiones, que si bien es cierto no es culpa del gobierno estatal ni de los médicos, sí es urgente se refuerce la seguridad y se actúe para dar con los responsables de estos delitos.

La Torre Pediátrica de Veracruz atiende a niños, niñas y adolescentes cuyas familias no cuentan con los recursos para pagar un servicio médico privado que, de sobra es sabido, si hablamos de una enfermedad tan terrible como el cáncer, no hay fortuna que alcance, amén de los malos servicios que prestan algunas aseguradoras, que con la mano en la cintura incumplen con sus contratos y meten en aprietos a sus beneficiarios.

Quisiera terminar estas líneas con la esperanza de que este hospital y cualquiera que atienda a criaturas enfermas de cáncer les brinden a ellos y a sus familias una atención digna, pero la realidad nos lacera a todos.

La enfermedad en la infancia es una pesadilla que nadie debería vivir y si por desgracia ocurre, lo menos que se puede pedir es que el trance sea lo menos doloroso posible.

La exigencia es clara: con los niños, ¡no! y si carecen de la salud, mucho menos.