2 de mayo de 2024 | 04:21 p.m.
Histórico

    Enrique Krauze Kleinbort, el mesías de sí mismo, y la ruptura de la "familia cultural" mexicana

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    Nada sería más

    extraordinario que presenciar al fin el fraternal abrazo de las letras

    mexicanas. Aunque no crea en

    una familia cultural o en la amistad incondicional entre literatos. Me parece

    absurdo buscar lazos de camaradería entre gente que usualmente se da de

    puñaladas y susurra a espaldas de quien acaba de dar la vuelta y que de frente

    se le ha saludado con una falsa sonrisa y un sudado o acicalado apretón de

    manos. Es lo que creo yo. Pero no Enrique Krauze Kleinbort, quien hoy desea y

    procura, con fervor casi religioso, como si se tratase ya, como si dijéramos,

    de su apostolado, la reconciliación de lo que él llama "familia cultural" mexicana.

    Se le escucha tan convincente, que ciertamente conmueve su cuasi romántico

    propósito. Y nada deleitaría ver más, pues, que ese abrazo de oso tronador de

    costillas, ese sincero apretón de manos de la literatura mexicana actual, el

    estrujón, finalmente, entre Charles Fuentes y Kike Krauze Kleinbort. Admitiendo

    que éste, en sus escritos, ha hecho más literatura --buena o mala, el tiempo lo

    dirá- que historia, su profesión oficial, alcanzando con ello el ideal que Carlos

    Fuentes, pese a todo, no ha logrado más que acariciar con la pluma: El ideal de

    que la novela latinoamericana construye la verdadera historia de sus

    respectivos países, no la historia oficial ni sus historiadores. Vaya

    contradicción. Fuentes siempre ha deseado edificar la historia (y también la

    Historia) a través de sus novelas; y ha defendido constante y férreamente, en

    cuanta conferencia y simposio se presenta, dicha tesis (léase Geografía de la novelasi se quiere).

    Krauze ha adornado la pluma con artilugios contiguos al barroco, ha hecho uso

    profuso del adjetivo, ha igualmente en cada frase aspirado al aforismo con el

    fin de crear no solo historia objetiva, su trabajo, también buena prosa; con

    tal ambición, ha dado ya al público sendas novelas con la engañosa carátula de

    libros de historia o ensayo histórico.

    Si la

    contradicción los desune y los une. Si sus anhelos discordantes convergen en un

    redondo trabajo de equipo. Si juntas sus obras nos proporcionan el conocimiento

    y el placer de la literatura y la historia mexicana a un tiempo, con el goce asombroso,

    además, de no saber, cuando leemos sus textos, si de historia o novela se

    trata. ¡Ante qué soberbia combinación y condición de estética felicidad estamos!

    ¿Cuántos países pueden vanagloriarse de ello, de tener a un tiempo a un

    novelista historiador y a un historiador novelista? ¿Y se dice que no hay

    patriarcas de la literatura en México? Aquí estamos ante dos en uno, o el uno

    que se vuelve dos: El insondable suspiro del filósofo: Volver al Uno original. Las

    letras mexicanas, en circunstancias de cristalina geográfica libertad, lo han concebido:

    el patriarca, el numen, el tótem, el tipo, el paradigma: el Novelista-Historiador,

    el Historiador-Novelista que ha creado y desarrollado a la perfección un nuevo

    género literario: La Novehistoria o la Historianove o la historia de novela,

    que es lo mismo; la mejor ficción posible. Y para mayor disfrute por los todos

    tiempos, no sabemos, de esa imbricación, quién es quién -¿quién el historiador,

    quién el novelista?, se preguntan los extraños-, aunque lo sospechemos. Esta

    peculiaridad hace sin duda que la imaginación vuele y nuestras letras gocen de

    la dichosa cabal salud de que siempre hablan los literatos y literatas y

    literas.

    Es por ello

    que la vanguardia hoy yace en ese deseo contenido y que ahora mismo ahoga un grito

    de religioso y místico fervor: Abrácense hermanados Fuentes y Krauze, hermanos Krauze

    y Fuentes, abrácense (que no haya celos por el orden). Y todos aplaudimos

    entusiasmados por la posibilidad de ver semejante espectáculo digno de una portentosa

    escena euripedea y acaso mejor de una hilarante acción aristofánica; quizá una

    versión innovadora de Las ranas. Mas para

    llegar a tan dichoso clímax, asoman hoy amenazadores y anti climáticos obstáculos

    que salvar.

    En junio de

    1988, K.K.K. publicó en la revista Vuelta

    de Octavio Paz un furibundo, iracundo, rabioso, frenético, fiero ataque contra

    Ch. F.: "La comedia mexicana de Carlos Fuentes". No vamos a extendernos aquí

    sobre un asunto conocido por todos. El texto puede ser encontrado por el

    interesado en los archivos de Vuelta,

    en línea o en cualquier hemeroteca estimable. Sólo diremos que lo más suave que

    en aquella ocasión escribió Krauze fue que Fuentes era "un gringo niño de

    origen mexicano". Lo acusa de desarraigo, de falta de identidad, de exiliado,

    cuando en México, de los Estados Unidos, y cuando allá, de México. Su vacío de

    historia personal e identidad lo compensa con la avidez por la literatura y el

    cine. Etcétera. De allí que su obra esté construida, bordada, sobre una imagen,

    sobre una elucubración mental, no una experiencia de vida, no una identidad.

    Una máscara, pues. Esta característica se hace evidente ya desde temprano en La región más transparente. Acusa Fuentes

    de lo que le sobra a Krauze: Sentido de pertenencia. Cuando salió el golpe sin

    aviso, Fuentes quedó paralizado por un tiempo, breve. No esperaba la traición,

    que la revista de su amigo de muchos años publicara con la autorización del

    mismo Paz el artero embate. Dijo, preciando la amistad, que en alguna ocasión y

    en calidad de editor él tuvo en sus manos un escrito en contra de Paz y había

    decidido no darlo a conocer, lo censuró. Paz, como siempre, sonrió e invocó la

    libertad bajo palabra. Amigos y adversarios de Fuentes no lo podían creer.

    Lenguas viperinas, incluyendo la de algunos amigos, dijeron que ese texto había

    sido ordenado, dictado, alimentado en los detalles, sobre todo los íntimos, por

    el propio Octavio, quien lentamente habría madurado con los años el ataque a su

    adulador y sonriente amigo, un tanto celoso, pero sobre todo, fatigado ya de la

    desmesurada ambición de Fuentes. Y utilizó para ello a uno de sus asistentes. A

    un historiador en labores de crítico literario.

    Krauze dice

    que su desencuentro con el novelista le vino en 1971. Para entonces Fuentes y

    Paz eran aún amigos. ¿Tuvo Krauze que esperar 17 largos años para satisfacer su

    deseo crítico que quizá no habría cristalizado sin la "autorización" de Paz

    como director de la revista? Como quiera que sea, el daño estaba hecho. Y hasta

    ahora no se ha sabido de algún encuentro amigable entre las entidades en

    cuestión. Aunque hubiese sido ordenado, el escrito de Krauze dividió, significó

    la ruptura, el fin de una época: los encuentros entre el novelista y el poeta y

    ensayista, los máximos exponentes de la literatura mexicana de la segunda mitad

    del siglo XX. Ya desde entonces quedó dividida la intelligentsiamexicana en dos grupos principales: Los que apoyaron

    a uno o a otro. Y así se vivió en 1990, cuando por un lado, cobijado por Televisa,

    Paz, sin Fuentes y con Vueltapor

    delante, llevó a cabo el Encuentro

    Vuelta: El siglo XX: La experiencia de la libertad. Y Fuentes en 1992, sin Paz

    y arropado por la UNAM y la revista Nexos,

    celebró El Coloquio de Invierno. Ambos, por supuesto, abrigados por el sensible

    gobierno de Carlos Salinas de Gortari, quien, siempre atento a la cultura,

    lejos estaba de ambicionar una ruptura de semejante naturaleza.

    Así las

    cosas, no deja de llamar la atención el nuevo acto de cinismo de Krauze al

    haber señalado que existe una ruptura presente entre la intelectualidad y la "familia

    cultural" mexicana originada a raíz del proceso electoral de 2006 y sus

    resultados, para él legítimos, para millones de mexicanos fraudulentos (si tan sólo

    se hubiesen contado todos los votos y registrado todas las irregularidades, no

    estaríamos hablando hoy del asunto, ni nosotros ni Fidel Castro, ni muchos

    otros por todas partes), ruptura de la cual acusa directamente a Andrés Manuel López

    Obrador. Al citado cinismo, añadamos uno más, otro artero ataque de Krauze (no

    sabemos ordenado por quien en este caso, aunque lo sospechemos). El de 2006 en

    contra del candidato presidencial que no era de su preferencia. Un candidato al

    cual vio, al mejor estilo estalinista o macartista, y al igual que el Consejo

    Coordinador Empresarial, como amenaza, como un peligro para México. ¿Cómo es

    posible que alguien, si se precia de demócrata, de historiador objetivo,

    descalifique a una persona únicamente por la sospecha, por la mera subjetiva

    interpretación de los signos de que podría tratarse de un tirano? ¿Debe

    entonces la postura de Krauze ser interpretada no como la de un intelectual, la

    de un historiador, sino como la de un político? Siendo así, su Partido ha

    resultado claro.

    En

    diciembre de 2005 asistí con boleto pagado a una conferencia de Krauze para un

    auditorio de gente adinerada. Ya desde entonces advertía a sus oyentes contra

    su obsesión personal en que al parecer se había convertido AMLO (con

    anterioridad y durante una reunión entre ambos, ya que el político lo había

    procurado, al historiador le había incomodado, incluso molestado, que aquél se

    mostrara interesado en la historia y que tuviera su propia interpretación de la

    misma, distinta a la suya, claro). La única pregunta del público que no

    respondió en aquella ocasión fue la mía: ¿De acuerdo a lo expuesto por usted y

    de acuerdo a las necesidades urgentes de México, quién es su candidato

    entonces?: "Me reservo esa respuesta", dijo. Podemos sospechar que ya preparaba

    su texto, "El mesías tropical", publicado en junio de 2006. En perfecta

    coordinación con la campaña del "Peligro para México" de sus amigos, aliados y

    patrocinadores (ya por entonces publiqué en diversos blogsuna réplica a Krauze). De ese ataque se derivaron varios más

    por distintos colaboradores de Letras Libres. Trabajaron en equipo, en acción concertada: Roger Bartra, GuillermoSheridan, Luis González de Alba, entre otros. ¿Y nos viene Krauze con el cuentode la objetividad y la democracia? ¿Se siente engañabobos? Sólo así puedeconcebirse su afirmación en el sentido de considerar al hecho de que en 2006 granparte de la intelectualidad y la "familia cultural" mexicana apoyara y se "enamorara"de AMLO y él, un "liberal", por elcontrario, fuera acusado de traidor por su desenamoramiento y critica alcandidato, como el momento propiciatorio de la ruptura en cuestión. ¿No es demasiadoaventurado atribuirlo al poder de una sola persona? ¿No se trató acaso del encuentrode varios elementos a la vez? ¿No se trata acaso del hombre y su circunstancia?¿Y por qué no se ha preguntado Krauze en sesudo ensayo porqué los aludidos seenamoraron de AMLO, o si acaso fue del proyecto?En 2010, lacampaña de descalificación de Krauze contra López Obrador ha tomado nuevoimpulso, coincidiendo con la reciente convocatoria a Zócalo lleno (y aunquehaya querido, no pudo detenerla del todo porque el personaje se siguió moviendoa pesar de todo, porque el proyecto del personaje encaja con la circunstanciadel país). Recién fue publicada una entrevista donde los Periodistas delMilenio y fue allí cuando arrojó que López Obrador es el responsable de lamencionada ruptura. Que no se "hubiera tomado el trabajo de escribir ese texto("El mesías tropical"), de no pensar que López Obrador iba a dañar el país comoen efecto lo dañó". ¡Asumiera o no el poder, sólo por la sospecha, LópezObrador debía ser atacado porque de todas maneras iba a dividir a la "familiacultural" mexicana y al país! ¿Está Krauze en sus cabales al hacer semejanteafirmación? Tal vez sea la cabalidad de su condición de clase, no deintelectual. Dice que actúa como escritor liberal, pero se comporta más biencomo empresario ultraconservador al que aparentemente le asustan lasposibilidades, no espera a las pruebas ni las evidencias. Embiste laposibilidad, arremete contra el futuro con o sin razón, sólo por el anunciamientoque le da su instinto, su corazonada, su condición e identidad de clasepudiente mexicana (acusó a Fuentes de no tener identidad, misma que a él lesobra, sobre todo identidad de clase).En la mismaentrevista comete otros desbarres: 1) Divide en tres a la familia cultural mexicana: los endogámicos,los dogmáticos y los liberales. Los primeros son los académicos a quienes acusade estar encerrados en su fortaleza, como ostras. Quizá no le ha ido bien aKrauze en su confrontación con ellos. Recuerdo un encuentro en la UNAM sobre elliberalismo mexicano. Krauze, acostumbrado a la televisión, a la imagen, a lasfrases bien construidas pero frecuentemente huecas, no pudo contravenir las evidencias quele presentaron los endogámicos. Calló diciendo, "no tengo esos datos a la mano,no he profundizado en ello y no puedo dar una opinión". Verídico. Los dogmáticosson los de izquierda o supuesta izquierda. Los que según él descalifican y sonintolerantes. En un escape, acusa al internet de "cloaca", porque allí seexhibe con crudeza de lenguaje la realidad del país que él quiere cubrir consedas. El tercer grupo lo representa él mismo, solito, y sus seguidores. Seunge como una entidad objetiva que observa a la distancia y que, por supuesto,califica. ¿No es este acaso también un dogma? ¿El de la parcialidad, laarrogancia, la fatuidad, el tomar partido por la sospecha, por los interesespersonales en vez de los del país queriendo hacer creer que los suyos son losde la nación? ¿No es acaso Krauze un primer dogmático, el dogmático de su propiacausa, no acaso el mesías de sí mismo en quien ha puesto demasiadacredibilidad? ¿Cómo interpretar que acuse a la mayoría de los intelectuales yartistas de equivocarse al apoyar a López Obrador, que los insulte y losdescalifique, que él solo, Krauze, es propietario de la razón? 2) Señala que elpetróleo y la soberanía son mitos. Este punto está más que debatido y por muchoque aspire Krauze, no podrá convencer a un país como México que prescinda deambos "mitos". 3) Dice que la celebración del bicentenario ha sido deslucida ysuperficial. Que se ha desaprovechado una gran oportunidad de revisión y reflexión.De acuerdo en ello. 4) Afirma que el PAN nunca ha entendido la cultura. ¿Entonces,porqué se queja de lo deslucido y lo superficial del bicentenario en manos del PAN? ¿Por qué si la mayor parte deesa familia rota no estaba con dicho Partido, sino con el proyecto que ha dadomuestras de un mayor interés por la historia y la herencia cultural del país, élsí lo estuvo? ¿Admite que se equivocó, ha sido errático Enrique o en realidadle importa muy poco la cultura mexicana a la cual antepone sus interesespersonales y sólo critica ahora por mera demagogia? ¿Estamos acaso ante uningenuo?¿Quién hadivido entonces a la familia cultural mexicana, si es que hay tal: EnriqueKrauze Kleinbort o Andrés Manuel López Obrador?A. En 1988,Enrique Krauze Kleinbort materializó el artero ataque contra Carlos Fuentesdividiendo irremediablemente con ello y desde entonces a la intelectualidad mexicanaentre los seguidores del novelista y los de Paz.B. En 2006,Enrique Krauze Kleinbort dirigió y difundió el artero ataque contra López Obrador aliándose de facto a losimpulsores de la guerra del lodo y el estiércol, la guerra sucia: el PartidoAcción Nacional, Vicente Fox, FHC, Antonio Solá y el Consejo CoordinadorEmpresarial.C. En 2006y a través de un personero --González de Alba- dirigió otro ataque artero quepretendía ridiculizar a la "familia cultural" mexicana. La ofendió e insultó suinteligencia al acusarla de haberse "enamorado" de AMLO, no de su proyecto.Con laacción B se convirtió en corresponsable de la guerra sucia --y quizá endelincuente electoral-, contribuyó a la consumación del fraude y a la divisióndel país que hoy se hace pedazos y muere asesinado en las manos del PAN y de ungobierno sin legitimidad.Con lasacciones A y C, al insultarla, Krauze dividió definitivamente a la "familiacultural" mexicana, misma a la que ahora le solicita estrechar sus manos.¿Quién a lasazón ha contribuido a la división del país sino Krauze? ¿Quién ha hecho lomejor de sí para alcanzar al fin la disgregación de la intelligentsiay la cultura en México sino Krauze? Abonando a sufavor hay que reconocer un antecedente de abrazo simbólico, a la distancia,entre Fuentes y Krauze al legitimar ambos, aun con el elogio, la asunción delpoder de FHC. Convergieron en no darle importancia a las minucias de los votosy las tantas irregularidades en 2006 y contribuir con ello a la ilegitimidad, ala ruina del país con sus 30 mil muertos en la conflagración civil que ya selibra, a sus millones de desempleados e inmigrantes en peligro, a los frívolosfestejos de nuestra historia y cultura.Krauzepropone tender la mano, dialogar, polemizar con respeto --que él mismo no haobservado del todo-. De acuerdo. Ya que tanto cree en esa familia desunida ydeshecha y es su deseo verla en armonía, ¿por qué no da un primer paso yorganiza, más allá de sus colaboradores cercanos, una serie de debates, dediálogos, entre él y esa "familia cultural" mexicana que ahora extraña? Aquíalgunos posibles participantes: Lorenzo Meyer, Paco Ignacio Taibo II, EnriqueGonzález Pedrero, Pablo González Casanova, Octavio Rodríguez Araujo, AlfredoJalife-Rahme, John Saxe-Fernández, Fernando del Paso, Sergio Pitol...Y ya en lacumbre, como clímax de dichos debates, hora sí, su honesto anhelo: el abrazo ycálido estrujón con Carlos Fuentes.P.D. Si enalgo ha contribuido López Obrador y su Proyecto Alternativo de Nación, y enello le va gran mérito, es justamente a desperezar a un amplio sector del paísdel letargo previo, a una revisión, a una revaloración de las riquezasmateriales y culturales del país, todo lo contrario a lo que han hecho el PAN yel PRI durante los últimos decenios de indolencia y corrupción, y muy lejanodel estigma amenazador con que Krauze le quiere incriminar.