29 de abril de 2024 | 04:19 p.m.
Histórico

    ¿Qué le pide la izquierda institucional a Cayetano Cabrera?

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    Hace pocos días escribí un artículo (http://reflexionessobrefilosofaypoltica.blogspot.com/)

    intentando reflexionar sobre el tratamiento que se la ha dado en los medios y

    en general en la opinión pública a la huelga de hambre de Cayetano Cabrera. En

    dicho artículo sostenía que había una contradicción y una paradoja en el pedido

    de medios y opinión pública (expresada por cierto en los medios) a Cayetano

    Cabrera de seguir los causes institucionales/legales, cuando estos mismos

    fueron el soporte que llevo a Cabrera a tal situación. Mi idea en el artículo

    era que en el ámbito del capitalismo y la democracia liberal, el marco

    institucional jugaba en realidad como camisa de fuerza para sectores sociales a

    los que desde el mismo marco se les despojaba de un derecho humano fundamental,

    en este caso el derecho a trabajo. Mi juicio era que en el ámbito del capitalismo

    y la democracia liberal opera una racionalidad economicista y legalista (en

    contraposición a una racionalidad ética) que al desnaturalizar el trabajo, al

    verlo como algo externo y accidental al trabajador, no objetiva sólo al trabajo

    sino al mismo trabajador, lo que lo hace prescindible. Para decirlo de modo

    simple: según una racionalidad economicista y legalista, que da forma a nuestro

    sistema de relaciones y a nuestro mundo jurídico, el derecho al trabajo no es

    fundamental. Siendo así, la única forma de reivindicar tal derecho es salirse

    de esa lógica y de esa institucional (para más detalles ver mi artículo).

    En el mismo tema quisiera ahora escribir algo distinto: el pedido

    desde una izquierda institucional (II) que, cediendo en lo fundamental a un

    pragmatismo político sin contenidos éticos y sociales, reduce una acción de

    resistencia social y de interpelación ética a un tema meramente político, es

    decir: a una cuestión de "efectividad". La idea es que esta II, pragmática,

    realista y positivista, alejándose del núcleo ético-crítica que da sentido y

    significado al "ser de izquierda", ha olvidado el carácter eminentemente

    utópico de su hacer político, es decir: lo político como actividad

    transformadora de "lo social". Mi tesis es que a partir de una lógica de tipo

    político, escindida paradójicamente de otra de tipo social (que desde una

    perspectiva tendría que ser una misma, por eso hablo de esto como una

    paradoja), hay una cierta valoración de la acción (huelga de hambre) como algo políticamente

    incorrecto.

    Lo anterior tiene que ver con un hecho fundamental: la dificultad

    de reconocer que en un medio democrático liberal, una cosa es vivir dentro de

    sus marcos al mismo tiempo transgrediendo los obstáculos que en éste se

    presentan, y otra es aceptar las contradicciones del sistema como hecho

    insuperables. Mi idea es que la II vive en una suerte de conversión fundamental

    a partir del desplazamiento histórico de los proyectos históricos de izquierda,

    hecho que ha obligado a aceptar la desmesurada fe en el horizonte

    democrático-liberal y en lo político como forma profesionalizada y deslindada

    de lo social, lo que ha implicado que la II asuma una posición más bien

    contemplativa del "hecho social" sin intentar acercarse y mucho menos respaldar

    al movimiento social que, en este caso, ha mostrado tener la razón. A pesar de

    ello la II se ha hecho omisa. Y la omisión es una forma de acción que, en este

    caso, podría tener consecuencias trágicas.

    Comienzo: una de las cosas que más me preocupa de la II es su

    caída en lo que yo llamo "reduccionismo democratista". Hay muchos elementos que

    uso para definir dicho reduccionismo, pero en este caso quiero referirme a uno

    en concreto que no he podido desarrollar en otros textos y que me atrevería a

    definir como "reduccionismo político". ¿En qué consiste éste? Para decirlo

    simple y breve: en la politización de lo social, es decir: en la pretensión

    (sana, por lo demás) de dirimir el conflicto social dentro de la esfera

    político-ideológica y dentro del ámbito jurídico-institucional. La II, evitando

    caer en el síndrome del populismo, ha adoptado una posición voluntarista que se

    expresaría en el principio de que el conflicto social desaparece por medio de

    decretos de tipo político. Lo que hemos presenciado entonces es el

    desplazamiento de "lo social" y su reducción a lo "lo político". La II,

    pragmática y pragmatista, ha sufrido de una caída en lo que definiría como una

    fe exacerbada en la negociación política. ¿En qué sentido? Aquí es donde

    quisiera profundizar y ponerme un poco más teórico:

    Pienso que lo que ha perdido la izquierda institucional mexicana

    es el propio fundamento del por qué hacer política. Diferenciando entre

    fundamento y fundamentalismo, lo que ha perdido es el núcleo ético-crítico (fundamento)

    que significa al hecho de "ser de izquierda": el reconocimiento de que en un

    ámbito de competencia económica, que en realidad es una forma de competencia

    social, no puede lograrse un equilibrio que permita una vida armónica y

    pacífica. ¿Cómo puede lograrse una vida social armónica si lo que tenemos es un

    régimen de explotación social? Por ello, no importando a qué sector de

    izquierda se pertenezca, se reconoce que un mundo socialmente justo sólo es

    posible en la lógica social de transformación. Lo político, para el caso, no es

    sino lo social llevado a otro nivel. Sin lo social las políticas de la

    izquierda carecen de sentido, por lo que la II se encuentra en una terrible

    contradicción: pensar que desde "lo político" escindido de "lo social" es

    posible construir un mundo más justo.

    Permítanme profundizar sobre algo más: pienso que el sentido de

    hacer política desde una perspectiva liberal y de izquierda tiene diferencias.

    Ambas perspectivas implican una profesionalización de la política; en ese

    sentido se parecen. Pero en el caso del liberalismo dicha profesionalización

    tiene un sentido político, no económico ni social. Allí juega un elemento

    difícil de discernir: la política, en el ámbito del liberalismo, es la forma de

    preservar la libertad de expresión, de culto y de creencia. Pero ese sentido de

    hacer política se olvida de un hecho fundamental: la desigualdad social. En ese

    sentido se entiende actualmente la política, aunque poco a poco, sobre todo a

    partir de las teorías de la justicia distributiva, se ha introducido el

    problema de la desigualdad social, problema sin embargo irresoluble desde una

    perspectiva "solamente" liberal.

    Aquí es donde la izquierda debe aparecer en el actual horizonte

    democrático. ¿Qué es hacer política desde la izquierda? Para mí no sería sino

    llevar lo social a otro nivel, es decir: no sólo preservar aquellos elementos

    fundamentales del liberalismo, sino poner sobre la mesa las formas para lograr

    una socialización de la riqueza y de la propiedad. El problema del liberalismo,

    para que no piensen que se me ha olvidado, no está en el tema de la libertad de

    conciencia, sino en la conexión que hace con el tema de la propiedad, que es

    una deficiencia que las izquierdas intentan subsanar políticamente (me refiero

    al reformismo como postura triunfante en las izquierdas). La política, desde

    una perspectiva de izquierda, no es solamente la forma de preservar la

    diferencia (ideológica, religiosa, cultural), sino la forma de solucionar el

    problema de la desigualdad (social y económica). El sentido de la izquierda en

    el ámbito político de la democracia liberal, es poner sobre la mesa lo que la

    perspectiva liberal no pone por sí misma. El centro de la actividad política es

    lo social, entendido como "lo utópico" en el horizonte liberal puesto que

    aunque irrealizable es igualmente irrenunciable. No es lo posible desde lo

    posible lo que marca la pauta del actuar político de izquierda, sino lo

    imposible desde lo posible, que no es otra cosa que mantener la posibilidad de

    lo imposible "aquí y ahora". En este sentido, lo utópico es la irrupción en el

    horizonte, la transgresión de una legalidad cerrada que por histórica es

    superable.

    Es este punto justamente el que más me preocupa. La II, desde que

    se forma como PRD, comenzó un proceso de escisión y desplazamiento de la lucha

    social. Su localización en el ámbito puramente electoral condujo a una suerte

    de reducción de la política en la medida que centra la acción en el hecho puro de

    la representatividad. Como tal, la representatividad no tiene como función

    revelar el conflicto social, sino subordinarlo a lo político. Allí, a mi

    juicio, hay una suerte de marco deshistorizante que invisibiliza el conflicto

    social maquillándolo de "diferencia política". El movimiento social, que busca

    hacerse evidente en un marco legal e institucional que violenta sus derechos

    anteriores al pacto político entre políticos, queda en los márgenes de la

    legalidad y por tanto de la consideración ética y política (cuando debería ser

    al revés). Allí se presenta un claro deslinde entre lo político y lo social en la

    II.

    Lo anterior en un sentido profundo. En un sentido más superficial,

    hay otra forma en la que lo social queda subordinado a lo político: ya no es el

    partido el que sirve en el marco institucional al movimiento y a la lucha

    social, sino que el movimiento social debe servir como fuerza electoral. Ya

    después no sólo deslindó lo político y social poniendo al segundo en función

    del primero, sino que terminó desconociendo precisamente lo social como el

    lugar de la acción política. El trauma del priismo y el giro ideológico

    producto del fin de la experiencia soviética, produjo un quiebre entre

    movimiento social y partido. Allí la izquierda institucional mexicana ha puesto

    lo político como centro olvidándose de la acción social, deslegitimando a esta

    última como mecanismo de transformación. A juicio de nuestra II (y perdonen la

    reiteración; sé que afea el texto pero creo que es necesario) la acción de los

    movimientos sociales carece de sentido en tanto que no enuncia su proyecto

    desde el marco de "lo posible", que no es otra cosa que el "ámbito político"

    dirigido a mantener el tema de la libertad de las diferencias sin poner en la

    mesa el de la desigualdad social. Para nuestra II, en un ámbito de normalidad

    democrática, "lo realmente posible" (por eso me refiero a esta izquierda como

    "realista/positivista) es el único criterio de acción, es decir: la garantía de

    la libertad de las diferencias. Lo demás, lo relacionado con la desigualdad

    social y las demandas de los movimientos sociales (que en realidad no me parecen

    descabelladas y sí posibles en el ámbito democrático-liberal) por irreal carece

    de efectividad.

    Y entonces viene lo aterrador: Cayetano Cabrera, que está en

    huelga de hambre no buscando la muerte, sino usándola como mecanismo de

    interpelación ética del poder, es desconocido desde la misma izquierda porque

    su estrategia no es efectiva políticamente. En un ámbito de naturalización de

    la concepción liberal de democracia aceptada plenamente por la II, para ésta

    resulta lógico el pedido al luchador social de que siga los cauces institucionales,

    en este caso: la negociación política. La izquierda ha aceptado el régimen

    abstracto en el que la normalización democrática hace posible otras formas de

    dirimir el conflicto social sin atentar contra el orden público. Teóricamente,

    en democracia, salir a la calle u otras estrategias, en este caso la huelga de

    hambre, resulta contradictorio: como contamos con un régimen político y

    jurídico justo porque es democrático, tanto el régimen político como jurídico

    aseguran la justeza de los veredictos sobre ciertos problemas, lo que hace

    inviable la lucha social por fuera del marco político e institucional.

    Para la izquierda, la huelga de hambre debería ser parte de un

    juego de estrategia política, de negociación. Ésta no se da cuenta de que el

    SME y Cayetano Cabrera están localizados en la lógica de la lucha social porque

    la vía jurídica y política ha reiterado en el despojo. En un gesto más bien

    moralino y pseudosolidario, le piden a Cayetano Cabrera ceder en su estrategia

    en la medida que su muerte vendría a detonar el conflicto social.

    Aquí me voy acercando al punto teórico que me interesa: esta

    izquierda no se da cuenta de que el conflicto siempre ha estado allí; que no

    desaparece en la medida que se atenúa el conflicto ideológico y político.

    Vamos: el conflicto social es un hecho fáctico que no puede ser revertido

    políticamente y sí socialmente. El vuelco de la izquierda hacia la política

    institucional, es decir: su vuelco a la negociación dentro y con los partidos y

    con el gobierno, ha servido como mecanismo de ocultamiento del conflicto

    social. Pero no piensen mal: la izquierda debe hacer eso. Por eso se conforma

    en partido. Pero debe hacerlo sin dejar de ver lo otro: al movimiento social.

    Para

    finalizar pregunto: ¿qué pasaría si el PRD y las demás izquierdas políticas

    (que no sociales) en lugar de criticar la estrategia la apoyaran? ¿Cómo

    impactaría si las izquierdas institucionales hacen acto de presencia en el

    movimiento social? Si se trata de darle sentido político a la lucha social,

    ¿por qué no se lo dan ellos? ¿Por qué no discutir y apoyar públicamente el

    tema? ¿Por qué no presionan en función de lograr justicia para los

    trabajadores? Si lo que les preocupa es la vida de los huelguistas y ellos son

    la representación política de la izquierda en el gobierno, ¿parte de la

    solución al problema está en sus manos? Pero como la izquierda partidaria ha

    escindido la lucha política de la lucha social; como ellos solamente se ocupan

    de la primera, abandonan a su suerte a los movimientos sociales. La falta de

    presencia de la izquierda institucional en el movimiento social, sin

    aspiraciones a dirigirlo, es un hecho que abona a la posible muerte de los

    huelguistas. La izquierda, si bien decide no asumir la responsabilidad política

    de los actos de los movimientos sociales, sí tiene responsabilidad ética para

    con ellos. Es curioso: no temen aliarse con el PAN, pero sí temen aliarse con

    los movimientos sociales. ¿Acaso les da miedo que el rechazo y la crítica

    mediática afecten su imagen en función de la lógica electoral? Yo creo que sí.