4 de mayo de 2024 | 07:08 a.m.
Histórico

    Los acuerdos de San Andrés: la verdadera reforma política

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    En 1997 en San

    Andrés Larráinzar, población de los Altos de Chiapas, se firmaron los

    históricos Acuerdos de San Andrés por el Gobierno Federal y el Ejército

    Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con la mediación de la Comisión de

    Concordia y Pacificación (COCOPA), que se lograron gracias a un proceso de

    diálogo complicado, que comenzó después del alzamiento armado del EZLN el

    primero de enero de 1994 por el reconocimiento de los derechos de los pueblos

    indígenas.

    Los Acuerdos de

    San Andrés, pondrían fin al conflicto armado en Chiapas, y sus disposiciones

    serían Constitucionales, pero lo más importante es que con la firma y

    reconocimiento del Gobierno Federal se daría inicio a una nueva relación del

    Estado con los pueblos originarios de México. Meses después, el Presidente

    Ernesto Zedillo desconoció los acuerdos que había firmado y comprometido a

    respetarlos.

    Lo que motivó el

    desconocimiento de los acuerdos por parte de Zedillo, y posteriormente de Fox y

    Calderón, fue principalmente por el contenido del capítulo: "Derechos y Cultura

    Indígenas", que en resumen reconoce a las comunidades indígenas como entidades

    de derecho público y con libre determinación.

    Dicho capítulo

    dice señala: "Se creará un marco jurídico a partir de reconocer la libre

    determinación de los pueblos indígenas... y como tales.. Podrán decidir su

    forma de gobierno interno y sus maneras de organizarse política, social,

    económica y culturalmente... El Congreso de la Unión reconocerá a las

    comunidades como entidades de derecho público. Las autoridades realizarán la

    transferencia de recursos, para que las comunidades administren los fondos

    públicos que se les asignen."

    Como vemos, los

    acuerdos de San Andrés reconocen a las comunidades indígenas como entidades de

    derecho público con autonomía y libre determinación, y con los recursos

    necesarios para que estas comunidades ejerzan un presupuesto. Con lo dispuesto

    en los Acuerdos se sientan las bases constitucionales para la creación de un

    cuarto orden de gobierno, entendiendo a la Federación, Estados y Municipios

    como los otros tres. Con esto se desconcentrarían las atribuciones, y los

    recursos públicos para destinarlos a las comunidades para que sus habitantes

    canalizaran sus presupuestos de acuerdo a las decisiones que tomaran

    colectivamente.

    Ernesto Zedillo

    desconoció los Acuerdos después de haberlos firmado, después de que políticos

    de todos los partidos le hicieron saber que había cometido un grave error, pues

    ponía en peligro el status quo del sistema político mexicano: Una vez que se

    reconociera constitucionalmente a las comunidades indígenas como entidades de

    derecho público, se sentaría un precedente y cualquier comunidad del país

    podría exigir ser reconocida igual.

    En cualquier

    estado de la República, las comunidades urbanas y rurales, como barrios y

    ejidos, podrían haber gozado del mismo reconocimiento. De respetarse los

    Acuerdos de San Andrés, en todo México cambiarían las formas de gobierno establecidas,

    dando paso al cuarto orden de gobierno a nivel nacional.

    El efecto que

    preocupó al gobierno federal y a las cúpulas partidistas, es que al ser otro

    orden de gobierno, las comunidades de todo el país tendrían derecho a acceder a

    los presupuestos públicos y a decidir cómo ejercerlo, y aplicando herramientas

    de la democracia participativa, las comunidades indígenas, barrios y ejidos

    manejarían en su territorio los programas sociales y de obra pública, sin la

    intervención de otros niveles de gobierno.

    Hoy en día los programas y la obra pública se maneja a discreción por políticos

    y funcionarios públicos a través de sus estructuras partidistas, dependiendo

    del gobierno en turno, y se utilizan con fines clientelares para comprar y

    coaccionar el voto en las elecciones, lo cual es una práctica común de todos

    los políticos. De perder el control de los programas sociales y de obra

    pública, los partidos no tendrían con que comprar votos, ya no podrían lucrar

    con la necesidad de la gente y perderían el control político.

    Con las

    comunidades del país tomando decisiones se definiría el rumbo del país y

    existiría un contrapeso a los poderes establecidos y a los fácticos, dándole

    equilibrio a la vida política de México. Esta es una causa más por la cual los

    Acuerdos de San Andrés siguen sin reconocerse.

    ¿Qué pasaría con

    los partidos políticos sin clientelas electorales y sin el voto duro? Hay dos

    respuestas: Una, modernizarse, cambiar su discurso anacrónico y adaptarse a las

    nuevas formas de democracia participativa, abrir los partidos a la

    participación activa de la sociedad, hacer trabajo de base organizativo y de

    convencimiento a través de propuestas, ideología y honestidad, y mejorar su

    imagen ante la opinión pública.

    La segunda

    posibilidad, que es la más probable que sucedería, es que serian rebasados

    totalmente agotando el sistema representativo partidista, dando paso a una

    nueva democracia, donde la sociedad fuera la verdadera protagonista: La

    democracia participativa y popular...

    e-mail: alexrobledof @hotmail.com