El INEGI presentó un interesante documento sobre el balance entre la familia y el trabajo en México. Se supone que los mexicanos dedican un promedio de 8.1 horas a la semana a la convivencia familiar y social, en general. Además, y (me imagino) relacionado con esto, habla sobre el trabajo no remunerado que las personas hacen en su propia casa. Y calculan que el valor agregado de dicho trabajo es de 6 billones de pesos, superando en monto a actividades como el comercio, la industria manufacturera y los servicios educativos.

Normalmente, soy respetuoso y hasta crédulo con las estadísticas del INEGI, quizás la institución más profesional que hay en México. En esta ocasión tengo algunas preocupaciones. De la misma forma que ocurre en la encuesta que mide la felicidad (existe), no sé si una encuesta sea la mejor forma de medir las variables de interés. Esto por el sesgo de percepción social potencial y autopercepción de los encuestados. En los años 50s, se condujo una encuesta en EU para saber cuáles eran las lecturas favoritas de los hogares. Publicaciones como el New York Times y Esquire salieron en los primeros lugares. El TV guía en los últimos. Lo malo es que los números de venta no coincidían con los de la encuesta, pues el TV guía se vendía mucho más que Esquire. Se decidió repetir el experimento pero en lugar de preguntar a los hogares, se les ofreció comprarles sus revistas viejas. Resultó que de lo recolectado, había muchos TV guía y pocos NYT. En pocas palabras, los encuestados mintieron. Esto no es obvio, porque la encuesta era anónima. Todo indica que, aunque nadie vaya a enterarse, las personas no suelen admitir ante un encuestador algo que les dé vergüenza o que creen que les baja el estatus social, aunque sea cierto.

El preámbulo anterior para poner en tela de juicio uno de los resultados de esta encuesta: El número de 8.1 horas es bajísimo, e improbable. Si bien es cierto que los mexicanos son los que más tiempo pasan en la oficina, en toda la OCDE, se olvida otra cosa: también son de los más improductivos.

La improductividad laboral puede deberse, en parte, a que el tiempo que pasan los mexicanos socializando en la oficina es también alto. ¿Y no debería contar eso como esparcimiento? ¿Porqué? No hay evidencia más que empírica de mi parte, pero creo que sería conveniente explorar esta relación. El otro tema álgido es el del trabajo doméstico no remunerado.

Empezó como una construcción jurídica de protección para las mujeres que dejaban de trabajar durante el matrimonio y cuando se divorciaban se quedaban sin recursos y sin herramientas para reinsertarse en el mercado laboral. Se dijo - creo que con justicia - que los años que dedicaban al cuidado del hogar y la familia tenían un valor, además de emocional, económico, y como tal debía compensarse cuando el vínculo matrimonial fuera disuelto.

Empero, ahora la OCDE y otras organizaciones lo miden como una variable aislada que tiene un valor acumulativo de billones de pesos del PIB. Pero resulta que no cuenta para el PIB. ¿Cuál es su propuesta técnica? ¿Qué los padres les paguen a los hijos para que recojan su cuarto? No es broma, esa sería una de las consecuencias naturales de ver este tipo de trabajo como una irregularidad económica o como algo que debería de insertarse en las variables macroeconómicas de los países. Por ahora, no está muy claro para qué existe esta medición de 6 billones de pesos de equivalencia de trabajo no remunerado (todo cuenta, desde la mamá meciendo al bebé para que se duerma hasta el papá lavando sus propios trastes usados). Supongo que se le deberá encontrar utilidad posteriormente. Pero por lo pronto la cifra ya la tenemos, y es espectacular. Bien por nosotros.