Para mi beneplácito, porque no tengo dudas que es la estructura que conviene al país, y la historia no se ha cansado de enseñárnoslo, México se encamina a otro largo periodo de un partido hegemónico, de un sistema monolítico y piramidal que ostente el poder político. Y es que somos hijos de dos absolutismos de Siglos y Siglos: por un lado el Imperio Mexica y por el otro las monarquías dominantes por milenios en la península ibérica, y sencillamente los años del 2000 al 2018 los hechos nos restregaron en la cara que el modelo, copiado y no propio, de una pretendida democracia liberal, no funciona aquí; los que se puedan escandalizar que sean tan amables de enunciar los beneficios tangibles para los ciudadanos conseguidos a partir del “cambio” de año 2000. Yo aquí me adelanto: violencia, anarquía, atomización del poder, ausencia de autoridad y rumbo, violencia terrorífica, miseria y más miseria, desigualdad, aumento exponencial de la corrupción y un muy largo etcétera. En el marco de una circunstancia en la que se nos ha pretendido vender que es un paraíso el país por el simple hecho de poder salir a las urnas a elegir entre PLURIPORQUERÍA partidista, que no hace sino empantanar y paralizar el proceso político de decisiones soberanas, esto, al jalar cada fuerza para su lado, con egoísmo endémico y una ausencia total de visión de Nación y de Estado.

Todo lo anterior se comprueba con los hechos de que, al ganar en 2018 una mayoría categórica en las cámaras debido al efecto del inmenso liderazgo de Andrés Manuel López Obrador y su clara y firme intención de sacudir las malditas inercias de 18 años para el basurero de la historia nacional, haciendo que el Estado mexicano resucitara de una muerte inducida, debido a su venta por parte de la PLURIPORQUERÍA aquí ya citada a poderes fácticos, llámense grandes potentados, extranjeros y nacionales, legales o ilegales, en indiscutible detrimento de las mayorías.

Algo parecido al anterior sistema PRI/partido de Estado/gobierno es lo que sigue, sí. Dicho sistema nos funcionó muy bien, mientras en muchos países había inestabilidad política, aquí hubo más de siete décadas de orden, paz y desarrollo económico; un país en armonía, a diferencia por ejemplo de en ese mismo periodo histórico de todo el Cono Sur de nuestra América; la ‘isla de democracia y paz en América latina’ de la que hablaba en los 70s el entonces ministro priista, Porfirio Muñoz Ledo, existía y sí, era México. El sistema se autorregulaba, la sucesión se decidía sin sobresaltos ni argüendes estériles, tomando en cuenta a la población, sin duda, pero mediante un sistema corporativo y tutelado de representación popular, el cual al final del día resultaba mucho más democrático y favorable a la Nación que toda la basura que irrumpió en el año 2000, así haya habido muy buenas intenciones por parte de los actores que lo posibilitaron, pero insisto, resultó en un rotundo fracaso.

El domingo lo constatamos: sin una mayoría calificada en el Congreso, se corren riesgos enormes, cómo la posibilidad de que la tentación porque el remate de la Nación continúe, se pueda reconvertir en una realidad; la buena noticia: todos los sondeos y encuestas nos muestran tendencias aplastantemente mayoritarias al partido en el poder, Morena, y esta tendencia además (y es lo más importante) continuará en ascendencia, pero ahora a un ritmo mucho más marcado a raíz del tristísimo espectáculo que la Ciudadanía constató el domingo, sucedido en San Lázaro.

Hoy, a pesar de eso, hay rumbo correcto y mando decidido, México se redirige a un sistema de partido hegemónico, sin duda no tan marcado e inflexible como el priato, pero si uno dónde la oposición retorne a un papel de contrapeso su real, pero más testimonial que de influencia automática en las grandes decisiones nacionales; los “jilgueros que canten y hagan ruido en el Congreso” que anticipó Don Jesús Reyes Héroes luego de la Reforma política de 1977 volverán y el sistema mexicano debe continuar cómo lo fue durante esas décadas: idealista hasta dónde fuera posible, pero lo suficientemente pragmático hasta dónde sea necesario, y sin dogmas prevalecientes, que justo por esa razón colapsó: Salinas impuso un dogma (el neoliberal) lo cual fue la causa de que su proceso sucesorio se le saliera de las manos, y que desde Zedillo hasta Peña Nieto este dogma hiciera trizas innumerables conquistas conseguidas a raíz de la Revolución mexicana.

Hoy, la Revolución mexicana está de vuelta, con otro movimiento social/partido político que no está por servir sólo a las élites, sino al pueblo en general, con un MUY definido proyecto de Nación que no podemos darnos el lujo se detenga. Bienvenido sea pues, nuestro nueva etapa histórica: la vuelta a un sistema político piramidal, con un presidencialismo categórico y fuerte, un partido mayoritario que responda al proyecto de nación en cuestión y a una ciudadanía cada vez más politizada, porque no es que no haya habido avances democráticos, si los ha habido y la politización de las masas en mucho más sofisticada a “los sectores” del partido emanado de la Revolución mexicana, hay una Suprema Corte que funciona de forma innegablemente autónoma, pero nunca debemos caer, y el domingo quedó de manifiesto, en concesiones a la oposición de ultra derecha (como el permitirle quitar al oficialismo la mayoría calificada en el legislativo, como pasó en el 2021), que sabemos ya de sobra, en un parpadeo, son tan capaces de ir a llamar del extranjero a un emperador, convirtiendo al país en una colonia o protectorado, antes de ver por los más hondos y genuinos intereses del pueblo de México. Lo otro ahí seguirá, un sistema electoral, de participación cada vez más apegado al de ‘democracia directa y participativa’, del que la ciudadanía puede echar mano el día en que la clase política vuelva a caer en desviaciones y excesos.