Aunque el acceso a la información se ha potencializado a través de la tecnología y, en ese sentido, se ha democratizado en sus alcances, lo cierto es que hay diversas tareas pendientes en materia de transparencia que pueden ser materia de revisión en sus alcances por medio de nuevas tecnologías, ello, al tiempo que se atienden muy válidas preocupaciones en materia de privacidad. Postergar la atención de las inquietudes y demandas ciudadanas es inadmisible desde cualquier óptica.

El Estado debe ser neutral promotor del ejercicio al libre desarrollo de la personalidad en un sentido amplio. Proceder de modo contrario, es negar al individuo y al mismo tiempo, su capacidad motora e incidencia en el cambio social.

La transparencia presupone a la igualdad. Esta, a su vez, subyace a la idea de un sufragio otorgado como prerrogativa ciudadana y que moldea no solo el presente, sino, sobre todo, el futuro institucional que todas y todos los mexicanos nos merecemos. En ese sentido, la transparencia asume a la igualdad que, en este siglo, se encuentra permeada por lo tecnológico y, a su vez, por las capacidades de análisis aumentadas que las nuevas tecnologías han probado tener.

Acceder a información nos toma tan solo unos cuantos clics, los nuevos desarrollos facilitan no solo los accesos, sino que nos sugieren acciones, compras y servicios que se relacionan con lo que hemos dicho y compartido con otros humanos, pero también con lo que hemos buscado en las redes y con lo que nuestros dispositivos han compartido, sin que muchas veces lo sospechemos. Nuestros dispositivos se comunican entre ellos y, en esa medida, nos vigilan.

Acceder a información a través del espacio digital no es una actividad inocua. El mundo digital, a fin de cuentas, es un reflejo de la materialidad. Con tristeza, nos hemos dado cuenta de que la violencia y el acoso, el bullying y las molestias no se quedan en lo digital. Trascienden.

Hoy comprendemos más, participamos más y sabemos más. El crecimiento moral y ético de una sociedad pasa necesariamente por una introspección que solo puede provenir de la transparencia. Porque la transparencia nos exhibe, nos presenta frente a quiénes somos; pero, sobre todo, porque la transparencia es el pilar del diálogo que, en la actualidad, nos exige abrazar las nuevas tecnologías.

La transparencia no solo debe ser proactiva para establecer un verdadero diálogo con la gente. También debe hacer uso de las nuevas realidades y tecnologías, en esa misma medida, echar a andar la maquinaria del cambio. La transparencia hoy debe ser proyectiva e imaginativa, pero nunca fantasiosa. Debe buscar el beneficio de las personas y el aprovechamiento serio de lo que es posible materialmente y puede beneficiarles.

Buscar soluciones, hoy en día y con base en la tecnología, es pensar en grande. Hagámoslo, demos ese brinco porque procastinar en este tema, es inhibir la participación, es desdeñar la oportunidad histórica de ser el país en el que todas y todos queremos vivir.