Se llama Rogelio Granguillhome Morfín. Es veracruzano. Tiene experiencia en relaciones exteriores, mucha. El nombre de su cargo es tan largo como rimbombante: Embajador de México ante el Reino de Bélgica y el Gran Ducado de Luxemburgo y Jefe de la Misión de México ante la Unión Europea.

Si digo que cuenta con una amplia experiencia en el servicio exterior, es que su biografía no deja lugar a dudas: ha sido Embajador en Alemania, Uruguay, Corea del Sur, India y Singapur. Fue director de Política Económica Internacional en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), y jefe de la Unidad de Asuntos Económicos y Cooperación Internacional en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), entre muchas otras responsabilidades.

No pudo no haberse dado cuenta de que venía una votación en el Parlamento Europeo relacionada con México. Supo Rogelio Granguillhome Morfín lo que iba a pasar y no operó. Es decir, nada hizo para moderar la resolución contra la 4T. No era tan difícil hacerlo. Habría bastado con hablar con eurodiputados y eurodiputadas clave y explicarles la realidad de la prensa en México, para que suavizaran sus posiciones.

Pero Granguillhome no lo hizo. Cayó en falta no por incompetente o inexperto —no lo es—, sino porque no quiso hacerlo. Y no quiso, aseguran fuentes españolas, por ideología: Rogelio Granguillhome no está de acuerdo con las políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

No puede coincidir con AMLO alguien como Granguillhome, tan identificado con una aliada de Felipe Calderón, la señora Patricia Espinosa, una mujer que fue la canciller mexicana en el sexenio del panista que le robó las elecciones a López Obrador.

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Inclusive, Granguillhome tiene viejas relaciones con cierta derecha venezolana, a la que pertenece el eurodiputado venezolano-español Leopoldo López Gil, quien fue de los principales promotores de la resolución del Parlamento Europeo contra México. Que no se nos olvidé que el embajador Granguillhome estudió en la Universidad Simón Bolívar, de Caracas, Venezuela.

Sin duda es terrible lo que ha pasado en Venezuela con las dictaduras de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, pero no se vale que funcionarios mexicanos como Granguillhome le sigan el juego a políticos españoles-venezolanos como López Gil, que por identificación con el PAN de los tiempos de Calderón, insisten en la calumnia de que AMLO es como Chávez.

Antes de investigar a Rogelio Granguillhome Morfín, el presidente López Obrador debe destituirlo y exigir al canciller Marcelo Ebrard una explicación, ya que fue este quien propuso para representarnos en la Unión Europea al personaje quien, según algunas versiones, algo tuvo que ver desde Singapur con los fideicomisos de la fallida Línea 12 del Metro, construida en la época en que Ebrard gobernó la Ciudad de México.