La derecha mexicana y a nivel internacional, odia a los migrantes pobres y racializados. Así cómo en los Estados Unidos migrar “legalmente” si eres canadiense o europeo “blanco” es un mero trámite pero un viacrucis si eres mexicano, centroamericano, africano o caribeño de color, en México, el Instituto Nacional de Migración tiene un doble rasero con los migrantes latinoamericanos y los anglosajones que residen irregularmente, por ejemplo, en CDMX.

Para nuestros hermanos centro y sudamericanos, acoso y violencia. Para los gringos y europeos, que en muchos casos no pueden ya costearse un estilo de vida decente en sus países de origen por la inflación y la crisis energética, hay temor, deferencia, incluso, admiración.

De ese racismo enquistado en sectores de la sociedad mexicana viene la hipocresía de personajes de la derecha y ultraderecha mexicana respecto a la tragedia de la muerte de 39 migrantes latinoamericanos. Detestan a la gente pobre y “racializada” de México y su fobia se extiende a las personas de otros países.

Por ejemplo, ahí está el caso del fascistoide legislador panista Gabriel Quadri, que hace 2 años se mofaba de las caravanas migrantes compuestas por hondureños y ahora habla de una “masacre” y “estigma”.

Igual, o peor, está la también legisladora Margarita Zavala. Durante el sexenio espurio de su esposo se normalizaron las masacres de migrantes por parte de los cárteles de la droga que su esposo Felipe Calderón y el narcotraficante preso en EU, Genaro García Luna, favorecieron. Margarita también estuvo detrás de la impunidad que sus primas aún tienen en el caso de los bebés muertos en la guardería ABC en Hermosillo, Sonora. Sin palabras.

Por cierto, a la derecha electoral, esa que se desgarra por conveniencia las vestiduras ante la tragedia en Juárez, lleva al menos un par de décadas bloqueando el voto de nuestros paisanos mexicanos en EU y el resto de los países en donde se encuentra la diáspora mexicana. ¿Por qué? Porque saben que con ese voto no volverán a llegar legalmente al poder jamás.