Tom Merlier lo volvió a hacer. El belga del Soudal Quick-Step se impuso en la novena etapa del Tour de Francia 2025, sumando su segunda victoria de etapa en una edición marcada por la incertidumbre, el viento y las sorpresas. El sprint fue suyo, pero la historia del día no estuvo únicamente en la llegada, sino en la tensión constante que se vivió a lo largo de los 174.1 kilómetros entre Chinon y Châteauroux.
Muchos piensan que lo más duro del Tour son los Alpes o los Pirineos, pero los ciclistas de verdad temen al viento cruzado, ese enemigo invisible que puede cambiar el rumbo de una carrera en segundos. La etapa 9 fue un ejemplo perfecto del “infierno en el llano”: una jornada sin tregua, donde la batalla no fue cuesta arriba, sino contra la geometría del viento y la astucia de los rivales.
En un recorrido completamente plano, los protagonistas no fueron los escaladores, sino los estrategas. Entraron en juego los temidos abanicos (o escaleras), esas formaciones diagonales que los equipos poderosos —como UAE, Ineos y Visma— arman cuando sopla el viento lateral. En esas formaciones, solo caben los mejores ubicados. El resto queda a la deriva, enfrentando solo la furia del aire, perdiendo tiempo y energías.
¿Y qué hacer si quedas fuera del abanico? La única respuesta inteligente es reagruparse con otros descolgados y formar una nueva línea de combate. Intentar seguir a ciegas el ritmo del grupo delantero es suicida: solo se consigue más desgaste y más tiempo perdido. Hoy, varios aprendieron esa lección por las malas.
Este Tour 2025, con un recorrido completamente en suelo francés, está recuperando la esencia de las grandes vueltas del pasado: clima caprichoso, viento implacable y etapas “tranquilas” que en realidad son auténticas emboscadas. Aquí no basta con escalar bien o correr contrarreloj. Aquí, se necesita visión de carrera, posición, lectura del viento y un equipo que sepa reaccionar en los momentos clave.
Los favoritos —por ahora— han salido ilesos. Pero cada día es una ruleta. Hoy no hubo puertos, pero sí lecciones importantes: en el Tour de Francia, el llano también muerde.