Tras revelarse una carta póstuma del líder de los llamados autodefensas en la tierra caliente de Michoacan, Hipólito Mora, dónde entre otras cosas deja un mensaje en que dice “qué mi muerte no sea en vano”, siento mucho decir, sin temor a equivocarme, qué todos los cientos de miles de muertos y desaparecidos, que comenzaron con la demencial y fratricida guerra iniciada por Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa, con motivo de un proceso electoral (2006) fraudeulento, han sido justo lo opuesto a lo que, ingenuamente, escribió aún en vida el señor Mora.

No quiero imaginar, me da mucha tristeza, lo que sería México de no haberse consumando dicho fraude. Hoy sabemos que el petróleo no se acababa, que el país era capaz de producir y administrar, por sí mismo, su energía eléctrica, que las llamadas reformas estructurales en el marco del “pacto por México” se reducían a un puñado de enunciados con el único fin de traicionar a la patria, entregándola a cambio de comisiones para los políticos emanados de ese bodrio maldito llamado PRIANRD.

Sabemos también la farsa misma de la guerra que inició en diciembre del 2007, pero que ignoramos por completo la fecha para su final, la cínica sociedad del gobierno con el crimen al son de “para que la droga no llegue a tus hijos”, lo mismo que el contubernio con la DEA para dejar pasar al país miles de armas, que no dejan de cegar la vida de muchos connacionales y aterrorizar a los demás.

Bien, lo que sí estamos ciertos NO será inútil, es el proceso penal que se le sigue al número dos del presidente espurio Calderón en los Estados Unidos, Genaro García Luna, y sobre todo, que el posible hecho de un proceso penal en la misma corte de Nueva York contra Calderón, y una eventual pena de prisión perpetua, sí sería muy útil, por muchos motivos, para el incontable número de viudas, huérfanos, desplazados y madres a los que a sus hijos se los tragó (literalmente) la tierra. Ese hecho sentaría un importante precedente para que nunca más se mancille a la patria como a raíz de esas criminales decisiones, al tiempo de servir como un bálsamo de sosiego, de cierta sensación de justicia, para todos los millones de mexicanos que aún padecemos de esa demoníaca y vana carnicería.