Hace días vi un video del comunicador y analista Carlos Mota, qué independientemente de que sea o no de mi simpatía (es lo de menos) mencionaba el tema de la demencial violencia que impera en México desde diciembre el 2006 a la fecha, se debe a la pérdida de tres temores y/o valores fundamentales que, tradicionalmente en México se observaron durante los 71 años del PRI más (no hay que omitirlo) seis años del PAN con Vicente Fox, y que son: el temor a Dios (mediante infiernos después de la vida y/ó castigos divinos en esta misma), temor a la ley (es decir, la cárcel) y por último, el temor a ser señalado por la sociedad, es decir, ser marginado de la misma y/o mal visto por el resto de la colectividad por motivo de la práctica de actos anti sociales. Carlos Mota no puede ahí tener más razón.

Pero salta ahí una obligada pregunta: ¿por qué y en qué momento sucedió semejante pérdida? Y la respuesta es más clara que un manantial: Al comenzar Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa su demencial guerra simulada contra el crimen organizado, hoy sabemos que en realidad era como parte un uno de estos grupos y además para intentar hacer olvidar el grosero fraude por el qué llegó a presidente; además, y por si fuera poco, sin diagnóstico alguno y aún más, en el momento menos necesario (el sexenio de Fox, fue el menos violento de la historia).

Y pasa que, además de desatarse una guerra de cárteles de la droga de todos contra todos, donde lo que menos disminuyó fue el crimen y el narco y su hija la demencial y cotidiana violencia sin control, antes y justo lo opuesto, un incremento exponencial de los mismos, en cuanto a la magnitud de sus actividades y la diversificación de estas, quedaron al desnudo las endebles estructuras de procuración y administración de justicia, dejando en claro a todos los ciudadanos qur uno podía robar, asesinar, evadir impuestos y toda la gama de ilícitos habida y por haber, sin que hubiese consecuencia jurídica (castigo, pues) alguna. Y no sólo eso, sino el incentivo perverso de un aumento paralelo a la guerra de la corrupción en las instituciones judiciales nacionales.

En cuanto al ya citado temor a Dios, si hasta los niños se dan cuenta que una mayoría de sacerdotes, orondos ellos, bendicen y “absuelven” de todo pecado a criminales a cambio de jugosísimas limosnas (corrupción) y lo mismo con políticos de lo más sucio, administrando a sus familias los “sagrados sacramentos”, y departiendo con ellos hasta el grosero compadrazgo, se hace patente la ausencia de ese respeto religioso y su respectivo temor de Dios.

En cuanto al tercer y último temor, el rechazo social, ese sí no es a partir del sexenio espurio de Calderón, aunque sí un significativo aumento. La doctrina neoliberal reza “tanto tienes, tanto vales”, sin ambages, desde los colegios de instrucción primaria hasta las Familias, no importando, en lo más mínimo, el origen de los bienes materiales poseídos.

Voy más allá, en algunas regiones del país y sectores de la población, entre más sucio sea ese origen, aún mejor. Por ello, ante los constantes y aberrantes actos de violencia en el país, quien esto escribe no puede ser más pesimista: estoy cierto que los niveles de violencia no cederán sino en la medida de que la pirámide poblacional se vaya invirtiendo; en la medida que haya menos jóvenes respecto a viejos, habiendo así, menos mano de obra disponible (“carne de cañón”) para los grupos del crimen organizado y para el ingreso de estos a las conductas abiertamente antisociales, ya que existe, en el ‘bono demografíco’ mexicano un lado extremadamente oscuro.