En 1986, hace 37 años, me aficioné de verdad al ciclismo. Entendía cuestiones técnicas de este deporte porque mi hermano menor, Rolando, competía desde niño y lo acompañaba a las carreras, pero jamás le había prestado atención al evento más importante del mundo, el Tour de Francia. Sabía que Eddy Merckx lo había ganado varias veces, y nada más.
A partir de ese año, como mucha gente en Monterrey, estuve muy al pendiente de las noticias relacionadas con el Tour porque había debutado o iba a debutar en la vuelta francesa un joven ciclista regiomontano, Raúl Alcalá, a quien conocía personalmente y cuyo desarrollo deportivo había seguido de cerca durante bastante tiempo.
En 1986 ya escribía artículos en un periódico de la Sultana del Norte —no recuerdo si seguía en El Porvenir o si ya había aceptado colaborar en El Norte—, así que aprovechaba mis amistades en la redacción para pedir que me guardaran las notas que las agencias internacionales enviaban sobre el Tour. Lo hice así dos o tres años seguidos. No era abuso porque el diario que publicaba mis textos normalmente daba poco espacio a La ronda francesa, y si ampliaba la información lo hacía solo para comentar las actuaciones de Alcalá, quien participó en algunas ediciones de la gran vuelta, en la que llegó a estar entre los primeros diez de la clasificación general.
Leí bastantes notas acerca del Tour de Francia 1986 y al final lo que me pareció más interesante fue la rivalidad entre los dos mejores ciclistas del momento, el estadounidense Greg LeMond y el francés Bernard Hinault. Pertenecían al mismo equipo, pero no trabajaron unidos: se atacaron con todo lo que tenían, así que no es exagerado lo que acabo de leer en El Confidencial, de España: la pugna entre ellos convirtió a la carrera en el Tour fratricida. Caín y Abel intentando hacerse daño mortal en los puertos de montaña de los Pirineos y los Alpes.
Hay quienes piensan que Bernard Hinault ganó el Tour de Francia 1985 porque Greg Lemond no lo atacó. El estadounidense hizo lo correcto: ayudar a su compañero de equipo. Una prueba de que eso había sucedido se conoció cuando, al final de la competencia, el francés hizo un juramento de amistad y lealtad eterna: “Haré todo para ayudar en la victoria de Greg el próximo julio y disfrutaré mucho con ello. Es una promesa”.
Al año siguiente el francés olvidó su promesa. El redactor de El Confidencial atribuye al invierno semejante falla de la memoria —porque, sin duda, “es tan largo el invierno”—; lo que sea, Hinault en vez de colaborar con el estadounidense intentó por todos los medios derrotarlo.
En el equipo La Vie Claire lo único que estaba claro era que no había equipo. Era tan escaso el compañerismo que Greg Lemond desconfiaba de todo el mundo en aquella formación, patrocinada por un excéntrico multimillonario de Francia, Bernard Tapie. El ciclista estadounidense, para que no lo fueran a traicionar los mecánicos franceses, cada noche en los hoteles subía a su habitación la bicicleta; sensata precaución para evitar que a cualquier acelerado nacionalista se le ocurriera algún tipo de sabotaje.
El estadounidense resistió y ganó el Tour de 1986
Ganó. Pero, la verdad sea dicha, a Lemond originalmente no se le había reclutado para ganar, sino solo para ayudar al campeón francés. Cito a El Confidencial:
1.- El estrambótico empresario Tapie había sido “cantante, piloto, animador en cruceros…”.
2.- “Luego, como muchos de estos golfos, dio el salto a los negocios. Línea muy clara. Cojo empresas al borde de la quiebra (si cuestan un franco mejor que mejor), las refloto y las vendo a un tercero, quedándome con los beneficios”.
3.- Se hizo rico el señor Tapie, muy rico.
4.- Se volvió tan rico que “empezó a aparecer mucho por la tele, pintas de galán que enamora a las suegras”.
5.- Como muchos ricos inmensamente ricos “entró en el mundo del futbol, llevó a su equipo hasta lo más alto de la jerarquía europea”.
5.- “Y como muchos ricos inmensamente ricos “dio el salto a la política. Todo carisma. Si fuese americano hubiera llegado a presidente”. Como Trump, en efecto. Y si hubiese sido italiano, también habría gobernado una nación; como Berlusconi.
6.- Y como muchos ricos inmensamente ricos que entran al mundo del futbol o a la política “tuvo problemas con la justicia”. Como Donald Trump y Silvio Berlusconi.
Francia destaca por muchas cosas:
- Por la Marsellesa.
- Por algunos de sus vinos; no todos, solo algunos, carísimos.
- Por aquello de Liberté, Égalité, Fraternité.
- Por el libro El segundo sexo de Simone de Beauvoir.
- Por la Torre Eiffel.
- Y en el deporte ese país destaca internacionalmente menos por el futbol que por el Tour de Francia.
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Al empresario Tapie le gustaba el futbol, pero eso no lo hacía sobresalir demasiado en el mundo ya que Francia no es precisamente una potencia en el balompié. No podía comprar el evento ciclista más importante a niel global, el Tour de Francia, pero sí ganarlo. Entonces, sigo con El Confidencial, “pues eso, que Tapie se hizo un equipo (eso de las bicis parece divertido, con todos los ramos de flores y los colorines), puso a Hinault de líder y fue comprando cromos para rodearlo. Hasta que pilló al mejor de todos… Greg Lemond”.
En Netflix ahora mismo hay una miniserie sobre el señor Bernard Tapie. La he estado viendo y es interesante. No aparece el Tour en la serie, o todavía no.
El hecho es que Tapie juntó en el mismo equipo a Lemond y a Hinault. Pero, reitero, el primero estaba ahí solo para ayudar al segundo. Ese era el papel del estadounidense Lemond: se le pagaba para ser gregario del francés Hinault, para ayudarlo, protegerlo. Pero este ciclista californiano era demasiado bueno en su especialidad como para resignarse a ser un segundón, y no lo fue: ganó el Tour de Francia en 1986 y también en 1989 y 1990.
El Lemond de la 4T
Omar García Harfuch llegó al sistema político de la llamada cuarta transformación solo para ayudar, de ninguna manera para brillar. Ayudó tanto, sobre todo a Claudia Sheinbaum —mejoró todos los indicadores de la seguridad pública en la Ciudad de México—, que se convirtió en una celebridad nacional.
Sheinbaum conquistó el bastón de mando de la 4T y empezó a tomar decisiones, particularmente la de autorizar que Harfuch busque la candidatura capitalina. Si estuvo de acuerdo AMLO o no, no dijo nada porque ya fue decisión de la nueva líder. El presidente López Obrador tiene palabra y la cumple respetando la nueva jerarquía que él mismo determinó.
A Claudia le interesa que Morena gane la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en 2024. Pero, desde luego, no será sencillo. Para el partido de izquierda resulta más fácil triunfar en la contienda presidencial que en la local, si no por otra cosa, por algo perfectamente normal en una democracia: excepto que se le den razones para apoyar la permanencia de un grupo político en el gobierno, a la gente no le gusta que los mismos manden durante demasiado tiempo. Y la izquierda desde 1997 lleva la batuta en la capital del país.
Veintiséis años en el poder son demasiados inclusive para el partido político mejor organizado y más cercano al pueblo. Sin un motivo extraordinario para votarlo otra vez, la sociedad por simple lógica pluralista no permitirá que la izquierda gobierne durante más de tres décadas seguidas.
Pues bien, ese motivo extraordinario para que la izquierda gobierne la capital hasta 2030 lo ofrece Harfuch, el arquitecto del sistema de seguridad pública más exitoso en nuestra nación. Por eso se le pidió que se registrara para buscar la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
Pero Morena no le va a reglar la candidatura a García Harfuch, ni siquiera porque, quizá, Claudia Sheinbaum lo preferiría para evitar riesgos de división.
Tiene Claudia el bastón de mando, pero en Morena hay democracia. Y, las cosas como son, los y las militantes del partido de izquierda no ven a García Harfuch como un compañero en la lucha de tantos años.
Preferirían en Morena que les representara Clara Brugada, popular en Iztapalapa y algunas otras demarcaciones, pero nada más. Esta mujer, admirable por muchos motivos, no tiene suficiente credibilidad en los sectores de clase media, así que no parece que pueda retar con posibilidades de éxito a Omar García Harfuch.
Si la disputa fuera solo con Brugada, Harfuch tendría asegurada la candidatura. Pero no es así. Grupos del partido de izquierda han lanzado a competir contra Harfuch al hombre del gabinete con más exposición mediática y, por lo tanto, el único con capacidad para lograr un buen resultado en la encuesta que se aplicará para elegir al candidato, el epidemiólogo Hugo López-Gatell.
¿Tiene Gatell con qué superar a Harfuch?
En una votación seguramente Gatell no le ganaría a Harfuch, ya que son enormes los negativos del médico que fue responsable del combate al covid, mientras que son muchos los positivos del exjefe de la policía capitalina.
Conste, en una votación Gatell no podría con Harfuch. Al votar la gente tiene la oportunidad de pensar las cosas a solas antes de depositar su boleta en la urna, y es cuando los negativos y los positivos pesan. Pero una encuesta es otra cosa. Las personas entrevistadas tienen prisa y están en algún sentido intimidadas por el encuestador, entonces contestan a favor de la primera opción que se les viene a la cabeza. Y esto es una ventaja para López Gatell, ya que su nombre es de sobra conocido.
Harfuch tiene otra desventaja frente a Gatell: este último es muy locuaz, mientras que claramente el otro no cuenta entre sus virtudes principales con una llamada labia, el arma más eficaz en la lucha política.
Además de sus negativos, Gatell tiene la desventaja, muy fuerte, de que en la encuesta perderá algunos apoyos porque particularmente es bien visto en el mismo sector, muy de izquierda, en el que Brugada tiene su fuerza —la que sea, mucha o poca— . Se van a repartir las preferencias.
Pienso que Harfuch es la mejor opción de Morena para conservar la Ciudad de México: sería apoyado inclusive por el electorado menos de izquierda y aun abiertamente de derecha de la capital, algo que Gatell me parece no podría lograr porque su imagen entre las clases medias y altas es muy mala. Pero en la encuesta, por las razones anteriormente esgrimidas, el médico será competitivo frente al especialista en seguridad.
Si Harfuch quiere ser candidato deberá demostrar que lo merece, esto es, que posee, además de prestigio como extraordinario policía, habilidad política para llegar en primer lugar a la meta.