Trascendió que las tasas de impago en tarjetas de crédito y préstamos en México se dispararon casi un 100%. Según Banxico, la cartera vencida específica de crédito al consumo se disparó 45.8%, pero los clientes que tienen más de 3 meses sin pagar sí aumentaron un 97.3%. Ojo, esto no quiere decir que el 100% de los deudores esté sin pagar, sino que aumentó en esa proporción la tasa respecto del trimestre pasado.

La Cartera vencida de créditos es un riesgo para el sistema financiero, pero el grado de riesgo o el nivel de impagos considerado de riesgo depende enormemente de la situación (si hay una ola de pánico que precipite una posible corrida, por ejemplo, en el caso de la quiebra de SVB el año pasado, o en la crisis argentina que motivó la operación corralito en Argentina en 2001), o si hay un clima de impago pero confianza en el sistema financiero en general. Hoy, por lo menos, estamos en el segundo supuesto.

Lo interesante es que, en México, al menos desde el año 2000, la tasa de morosidad ha tendido a la baja, en algunos rubros dramáticamente, aunque con un pico en el consumo. Un documento de trabajo del Banco de México lo explica bien: “… durante episodios anteriores de estrés o de problemas en la originación del crédito, los índices de morosidad han mostrado un comportamiento diferenciado por cartera. En particular, los índices de morosidad para los créditos al consumo sufrieron un aumento importante debido a la expansión desordenada de la cartera de tarjetas de crédito antes de la crisis financiera. Por su parte, los índices de morosidad para los créditos de vivienda resultaron afectados durante la crisis financiera de 2008-2009. Finalmente, a partir de 2012 la morosidad de los créditos a empresas aumentó cuando empresas desarrolladoras de vivienda incumplieron con sus créditos ante la insostenibilidad de su modelo de negocio.”

En ese estudio se descubrió también que hay 3 factores asociados, en general, a la tasa de morosidad, algunos son de sentido común pero no está de más mencionarlos: actividad económica general, inflación y revisión contractual de los salarios (en México diríamos que el aumento al salario mínimo).

Como casi todas las variables son positivas, salvo la inflación, lo que tenemos es un aumento de la cartera vencida de crédito al consumo, y esto, como siempre, dice mucho de la estructura financiera del país: Por un lado, los sujetos de crédito suelen verlo como una extensión de su sueldo, y lo utilizan para comprar artículos innecesarios y activos altamente sensibles a la inflación (tecnología, autos). Por otro lado, los propios bancos mexicanos son perversos, en el sentido de que ni estimulan la inversión ni les interesa, pues sacar un crédito refaccionario es muy difícil; pero las tarjetas de crédito para el consumo las regalan en los centros comerciales. La banca, en México, basa su modelo de negocio en el cobro de comisiones y otorgamiento de créditos de primer piso, no en el financiamiento a la inversión o el desarrollo.

Bajo el microscopio, pero sobre el mismo tema, otra nota de cinismo nacional. En el caso de Financiera Rural (FND), resulta que, según el secretario de Hacienda, sólo 10 clientes concentran el 50% de la cartera vencida. Esto tiene cierta afinidad narrativa con la nota que salió hace algunas semanas, en la que se exhibieron apoyos que CONACYT dio, durante años, a empresas como Bimbo y Kimberly Clark, para financiar “investigación”. Ridículo. Que una banca de desarrollo funja como financiadora de empresas agropecuarias grandes, es un ejemplo sumamente ilustrativo de corrupción compleja, también llamada captura del Estado, esa que no se deriva de la conducta inmoral de un individuo, sino de un deficiente diseño legal, institucional y regulatorio.