La sucesión en México siempre fuente de conflictos en inestabilidad, con excepción del sistema que surgió de la Revolución Mexicana, de partido hegemónico, en el cuál, cómo en las monarquías absolutistas (las cuales decía Salvador Dalí admirar, porque precisamente resolvían el problema sucesorio), el tema era resuelto con una eficacia incuestionable, dotando al país de un innegable periodo de estabilidad política y social que duró décadas, y eso con algunas excepciones, los procesos erráticos, como los casos de Luis Echeverría y Salinas de Gortari, en los cuales el sistema sucesorio mexicano se desvirtuó.
Vinieron los tres sexenios (2000-2018) de experimento democrático, que completamente contrario al caso de España, por ejemplo, resultó en un completo desastre, en enorme medida por el enanismo político de dos de sus actores principales: Vicente Fox y Felipe Calderón, hasta que llegó a la Presidencia Andrés Manuel López Obrador, que, sabedor como pocos de la Historia y realidad nacionales, ha venido a consolidar una transición dolorosamente pausada.
Sin embargo, la naturaleza de las tradiciones políticas en México no pueden ser borradas de un plumazo, sin lugar a dudas el presidente DEBE tutelar, así sea de forma mucho más sutil, el proceso de la sucesión presidencial, y lo ha estado haciendo de forma magistral, dejando desde ya, perfilados, a sólo tres actores:
- El titular de Segob, el también tabasqueño Adán Augusto López Hernández.
- La jefa de Gobierno de CDMX Claudia Sheinmbaum Pardo.
- El canciller Marcelo Ebrard Casaubon.
Con Claudia y Marcelo arriba en las encuestas, será el presidente el que decida quien es el bueno. Quien crea que Ebrard no tiene posibilidades se equivoca, quizás el presidente no lo ha mencionado tanto para no exponerlo y desgastarlo, exactamente cómo lo hizo durante toda la campaña en 2018, escondiéndolo detrás del hoy senador Héctor Vascocelos en su intención de nombrarlo cómo canciller. Fue la cantante Belinda la que, accidentalmente lo ‘destapó’, al desearle suerte públicamente, por lo que ella sabía ya de oídas; así que si Adan Augusto no despunta en las preferencias, pudiera fungir, más que cómo árbitro ‘adjunto’ que es, cómo un fiel de la balanza, al eventualmente apoyar a uno de estos dos, no tiene que ser de forma tan explícita; en la tradición política mexicana bastan simples gestos, cómo una mención en un discurso, una fotografía o hasta un simple afectuoso abrazo, todo con la venia del sr. presidente, lo que aseguraría a Adán Augusto ser el gran funcionario transexenal de la 4T.
Hay otros actores, “suspirantes” se les ha venido llamando a últimos años, cómo Ricardo Monreal o el diputado Pérez, padre del piloto de F1 mexicano Sergio “Checo” Pérez, quien ha manifestado públicamente ya lo que el senador Monreal no ha hecho (pero debería): que si el presidente le dice que “se baje” de la contienda el acata la disposición presidencial, lo que pone desde ya a Monreal cómo a un insubordinado que puede contaminar en cierta medida la sucesión al 2024, pero careciendo este último de posibilidad real alguna. Veremos qué sucede que aún hay tiempo por delante, y Adan Augusto pudiera entrar de candidato emergente, ante cualquier situación de desgaste de los dos, hasta el día de hoy, solitarios punteros.