En este mundo digital las empresas de tecnología se encuentran bajo la lupa por violaciones a la privacidad de las personas y por tratamientos de datos personales que podemos calificar como mucho más que cuestionables.

Y es que ha salido a la luz lo que en realidad todas y todos ya intuíamos; las Big Techs o empresas de tecnología con presencia mundial, con grandes recursos y cuotas inmensas del mercado global, que privilegian y toman en cuenta únicamente las lógicas maximizadoras de utilidades y desdeñan cualquier consideración a la privacidad de las personas. En días previos se ha ventilado ante el Senado de los Estados Unidos esta problemática a raíz de una informante que dio un paso adelante y ha revelado prácticas corporativas de ocultamiento de resultados, investigaciones e informes no solo a sus propios inversionistas, sino también a las personas en general y, no se diga, al gobierno.

El problema principal radica en que lo que se ha ocultado son documentos e información que refieren a cómo, a través de inteligencias artificiales, los algoritmos de estas compañías, generan tráfico e involucramiento de usuarios con sus distintas interfaces y módulos, a partir de contenidos polarizantes que dañan el tejido social y los valores democráticos al contener, muchas veces, lenguaje de odio, discriminatorio, vejatorio o en cualquier forma violatorio de la dignidad de las personas. Asimismo, parece ser que estas compañías promueven y aprovechan la creación de perfiles múltiples por parte de menores, para que su actividad digital no solo persista, sino que pase desapercibida por sus madres y  padres.

La tensión que se da entre la libertad de expresión y la protección de los datos personales ha crecido de un modo inimaginado con los medios digitales, su actual preponderancia y muy especialmente con sus tecnologías de análisis de macrodatos que hoy ponen en sus manos, el conocimiento que de las personas se deriva a partir de su actividad digital y no necesariamente porque lo compartan en estos medios.

Diversas problemáticas y retos deben enfrentar los Estados para velar porque no se sobrepasen las barreras del análisis de datos y se viole así los principios constitucionales en relación con la intimidad y la dignidad de las personas. Por el momento, el mercado bursátil parece ya estar afectando a la empresa directamente involucrada en este tema, y las autoridades norteamericanas y del Reino Unido contemplan ya también regulaciones mucho más estrictas para evitar abusos por parte de este tipo de empresas, que además se ha probado socavan la democracia y sus valores.

Más allá de informantes, procesos de investigación, regulaciones y eventuales marcos más estrictos que se puedan generar, todas y todos tenemos que entender que el mundo digital y nuestra interacción en él conlleva costos y riesgos a nuestra dignidad. Por tanto, el cuidado de nuestros datos debe comenzar en nosotros, es un tema del que tenemos que hablar en casa con hijas e hijos, entre amistades, en la academia y en todo espacio. Debemos generar nosotros también, un diálogo más abierto e incluyente para que estas empresas entiendan que no somos usuarias o usuarios, somos personas.