“Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.

Refrán popular

Aquí algunas consideraciones:

1. En todo el mundo la energía (petróleo y sus derivados, gas, electricidad generada en todas sus formas) es controlada por monopolios u oligopolios (privados o públicos), el precio lo fijan ellos y en la mayoría de los casos a lo largo de los últimos 40 años, poco tiene que ver esa determinación con la demanda real y los costos de producción asociados.

2. Entre petróleo, gas, gasolinas se queman el equivalente a 90 millones de barriles diarios. Las energías verdes o limpias si acaso llegan al 10% del consumo mundial.

3. El motor de la industrialización y post industrialización del sXX y principios del sXXI es la automoción a partir de la combustión interna. La cadena de valor del automóvil en todas sus formas ha sido el dinamizador de los últimos 130 años.

4. El reto de la humanidad no es tanto la producción de energías verdes o limpias (está bastante claro cómo hacerlo), sino el almacenamiento de las mismas. Disociar producción de consumo almacenando energía traerá una disminución de precios notable y disminuirá la dependencia de energías fósiles. El litio es importante pero no es el gran futuro que nos dicen; hay otras opciones. Es, eso sí, el nombre del juego para el consumo doméstico, comercial e industrial del sXXI.

5. Mientras todo esto sucede, y sucederá, las empresas dedicadas al negocio de producir y vender energía, están haciendo su agosto a costa del consumidor final y del pequeño fabricante y pequeño comerciante. Los grandes (al igual que ellos) tienen un andamiaje de coberturas y unas ganancias tan fuertes al manipular los precios, que estas crisis les favorecen.

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6. Lo sensato, desde cualquier Estado responsable, es tener una ley que reconozca la realidad y responda en tiempo a las circunstancias, sabiendo que en este tema existen demasiadas variables fuera de control (exógenas).

Otras reflexiones importantes:

a) Se debe asegurar el acceso a la electricidad a precios adecuados a la realidad de las clases bajas utilizando una política de tarifas diferenciadas. Sí, cobrando más a zonas residenciales y menos a zonas precarias.

b) Se debe proteger la producción de alimentos. Un sector agropecuario de temporal y de sistemas de riego (que consumen gran cantidad de energía) no son lo mismo. Aquí el uso de energías limpias es un paso importante que mientras se da, debe regularse mediante tarifas y subsidios.

c) El sector manufacturero mexicano, que hoy es el principal generador de empleo y riqueza en el país, debe ser tratado con políticas similares a las que utilizan Francia y el norte de Europa: privilegiando la competitividad del sector productivo y no la manipulación de tarifas por especulaciones de mercado (como sucede en España).

d) Existen sectores asociados a la seguridad nacional: hospitales, escuelas, puertos, aeropuertos, Fuerzas Armadas, equipos de seguridad que deben contar con el acceso irrestricto a fuentes de energía y los costos asociados a ello, no pueden subordinarse a políticas de libre mercado.

e) Consumo doméstico, comercial y del sector servicios (sector terciario de la economía), aquí debería fomentarse el desarrollo de mercados libres, la competencia y las energías alternativas en todas sus formas que irán creciendo y trasladándose a otros sectores conforme se resuelva el asunto del almacenamiento (baterías) que permita una estabilidad y predicción de precios.

La red de transmisión y los monopolios

La red de transmisión debe tener reglas claras de uso: por prioridades del Estado, del consumo, de la estacionalidad, de la localización y de los horarios. De nuevo, al irse resolviendo la capacidad de almacenaje, esto será más fácil. No debe usarse como arma discrecional que rompa reglas establecidas.

Tan malo es un monopolio privado que abuse de los consumidores cautivos; como un ineficaz monopolio público que sea un barril sin fondo con prácticas fuera de toda lógica económica.

De igual manera, no es posible que un aumento del doble en los precios del petróleo signifique un aumento de 6 ó 7 veces en el recibo de electricidad de los hogares. O, peor aún, que un país pobre como México se de el lujo de permitir el uso de artilugios legales para que negocios (industriales y comerciales) paguen por abajo del costo de producción de la energía.

Una legislación eficaz para el ciudadano, los actores económicos y el Estado debe contemplar la flexibilidad suficiente que permita a todos los actores convivir con reglas claras y justas. Es imposible predecir el futuro pero es posible pactar las reglas y procedimientos a seguir cuando las circunstancias lo exijan. La reforma vigente es injusta para el interés público y favorece intereses privados; la reforma propuesta no responde a los retos que nos plantea este incierto sXXI.