Si usted ya decidió por quién votar el 6 de junio, lo felicito. Si aún está pensando a quién entregar sus votos, tiene algunos días para definirlo. Si usted no piensa ir a votar, si está francamente decepcionado de partidos y candidatos, no lo culpo; en su mayoría las campañas han sido frívolas y polarizadas. Muy pocas propuestas y muchas descalificaciones. Los personajes de siempre con otros colores y emblemas. Los partidos desaprovecharon la gran oportunidad de presentar a la Nación una ruta para salir de la crisis de la pandemia de Covid 19. Todos quedaron cortos.

Comprendo que tenga cosas más importantes que hacer en domingo, después de una larga semana de trabajo o si nunca ha votado y sacó su credencial del INE para realizar otros trámites, respeto su decisión, pero aquí tengo varios motivos para cambiar de opinión y vencer el abstencionismo.

Recuerde que como ciudadanos tenemos el gran privilegio de votar.

Tal vez piense que es lo más común, pero no es verdad. El voto libre, universal y secreto es un derecho relativamente joven en la historia de la Humanidad y muy reciente en la historia de nuestro país.

La democracia nació en la antigua Grecia, pero el voto era un privilegio de unos cuantos, por supuesto que las mujeres y los esclavos carecían de ese y a decir verdad, de todos los derechos. Tampoco existió el voto en la larga noche de la Edad Media, donde los hombres eran siervos de un Señor. A partir del Siglo XVIII, de la independencia de las colonias americanas y de la Revolución Francesa, surgieron los derechos ciudadanos, volaron las cabezas de los reyes y aparecieron las democracias modernas.

Siguieron largas luchas para el ejercicio del voto.

En las democracias europeas, las mujeres pudieron votar hasta principios del Siglo XX. En Estados Unidos, la discriminación electoral a la comunidad afrodescendiente se mantuvo hasta 1965.

La Revolución Mexicana surgió como un reclamo de respeto al voto. La mujer pudo sufragar apenas en 1955 y el voto se contó realmente a partir de 1988. Han sido varios siglos, muchos años de lucha de generaciones de mujeres y hombres para que el domingo podamos acudir a una casilla, mostrar nuestra credencial de elector y votar por los partidos y candidatos de nuestras preferencias.

Hay que salir a votar sin miedo y sin odio.

Piense unos minutos en las propuestas de los candidatos y el comportamiento de los partidos. Si usted apoya al Presidente López Obrador, simpatiza con sus propuestas, apóyelas con su voto. Si prefiere a la Coalición “Va por México”, ejerza su rechazo por la vía democrática. No votos de odio o de castigo. Votos conscientes es lo que el país necesita.

Todas las diferencias son posibles de canalizar por medio de cauces democráticos. En democracia nadie gana o pierde todo. A nadie beneficia el abstencionismo. Existen las garantías de que las elecciones se realicen en paz, con las medidas sanitarias adecuadas y de que su voto sea respetado.