El presidente Andrés Manuel López Obrador se va. Vivimos sus últimos meses en la Presidencia y ya se respira un ambiente de nostalgia y tristeza por el enorme vacío que, sin duda, dejará. Salvo los gritos de grosero ruido, hechos por muy poca gente, los más perjudicados en sus anteriores privilegios, carentes de toda noción de ética. Pero que ya ‘hablando en plata’, o sea en VOTOS, no resultan sino en una minoría ínfima y meramente testimonial. Prácticamente se reafirma que (hoy más que nunca), México avanza hacia una democracia plena, en su más amplia acepción del término, es decir, no solo en lo meramente electoral, como las élites neoliberales pretenden vender a los mexicanos.

Resultados y avances no son pocos, tan solo con colocar los cimientos de un tan anhelado y justo ingreso mínimo vital para las familias desfavorecidas, una disminución en la corrupción extractivista y saqueadora de parte de agentes privados, nacionales y extranjeros, por medio de un modelo heterodoxo y propio bastaría para que no sea una despedida, sino un hasta pronto. Sí, porque nos vemos, Andrés Manuel, en los libros de historia, en las cátedras universitarias, no solo de México, en temas como políticas públicas y comunicación política, en donde rompiste paradigmas. Nos vemos también en nombres que llevarán (así no te guste, lo sabemos) escuelas, avenidas, parques, canchas deportivas, foros, colonias y demás.

Nos vemos porque no eres un hombre de Estado, inclusive tampoco de nación (cómo es tu anhelo), sino un auténtico HOMBRE PATRIA, de esos que nacen cada un siglo en un país, sino es que menos. Buena mar, Andrés Manuel, te desea el pueblo de México, y una larga y plena vida, gozando de un ambiente con ceibas, guayacanes, saraguatos y vientos frescos, no exentos de los cambios que tu mismo has dejado impresos en nuestro México.