El contrato social, o acuerdo no escrito entre ciudadanos y gobiernos, ha apuntalado sociedades estables durante siglos. Siempre hay expectativas de cada parte: los ciudadanos ofrecen obediencia a la ley y contribuyen con impuestos a cambio de que el gobierno proporcione seguridad, servicios básicos y un marco de reglas claras para las oportunidades económicas.

El modelo general de equilibrio político mexicano del siglo XX dejó de existir. Algunos no lo quieren aceptar. Entramos a una larga transición, difusa, en donde la polarización y la violencia son consecuencia de la confusión y la lucha despiadada por el poder. La tercera década del siglo XXI presenta desafíos sin precedentes a nuestra nación que nos exigen pensar lo impensable y considerar una renegociación del contrato social:

  1. Aumento de la desigualdad: un problema evidente es el aumento de la desigualdad económica. La concentración de la riqueza en la cima ha dejado a muchos ciudadanos sintiéndose cada vez más privados de sus derechos. Es necesario actualizar el contrato social para garantizar una distribución más justa de recursos y oportunidades. Esto podría implicar una reforma fiscal, inversiones en educación de calidad, capacitación laboral y en una red de seguridad social eficaz que se adapte a la naturaleza cambiante del trabajo.
  2. Transformación tecnológica: el rápido ritmo del avance tecnológico altera las industrias tradicionales y crea otras nuevas. El contrato social debe abordar las ansiedades en torno a la automatización y el desplazamiento de empleos. Los gobiernos deben invertir en iniciativas de reciclaje profesional y programas de aprendizaje permanente para dotar a los ciudadanos de las habilidades necesarias para prosperar en la era digital.
  3. Amenaza inminente del cambio climático: la amenaza existencial que plantea el cambio climático exige una respuesta colectiva. El contrato social debe incentivar prácticas sostenibles y tecnologías verdes. Esto podría implicar mecanismos de fijación de precios del carbono, inversiones en infraestructura de energía renovable y regulaciones que prioricen la protección ambiental.
  4. Erosión de la confianza: la confianza pública en las instituciones gubernamentales se ha erosionado. Es necesario fortalecer el contrato social promoviendo la transparencia y la rendición de cuentas. Los ciudadanos deben tener una mayor voz en los procesos de toma de decisiones y los gobiernos deben ser responsables de cumplir sus promesas.
  5. Un mundo globalizado en tensión: la creciente interconexión del mundo presenta tanto oportunidades como desafíos. El contrato social debe reconocer la importancia de la cooperación internacional en cuestiones como comercio, salud global, pandemias, migración y combate a las organizaciones criminales. Los gobiernos deben encontrar un equilibrio entre los intereses nacionales y las responsabilidades globales.

Hace algunos años leí el extraordinario libro de Mark S. Cladis, profesor de la Universidad de Brown, “Public Vision, Private Lives: Rousseau, Religion, and 21st-Century Democracy” (Oxford: 2003). Nos invita a la reflexión sobre la relevancia de las ideas de Jean-Jacques Rousseau sobre religión y democracia en el contexto político y social contemporáneo. Basándose en las obras fundamentales, como “El contrato social” y “Emile”, Cladis profundiza en la compleja interacción entre religión, política y autonomía individual, arrojando luz sobre los desafíos y posibilidades inherentes.

Además, Cladis sitúa las ideas de Rousseau dentro del contexto más amplio de la democracia del siglo XXI, ofreciendo astutas observaciones sobre su relevancia para la realidad política contemporánea. Aborda cuestiones apremiantes como el populismo, el nacionalismo y la erosión de las normas democráticas, destacando la importancia de reimaginar la democracia como un proceso dinámico basado en valores y aspiraciones compartidos. Cladis defiende de manera persuasiva la necesidad de cultivar una esfera pública que dé cabida a diversas voces y perspectivas y al mismo tiempo defienda los principios democráticos fundamentales de igualdad, libertad y justicia.

“El contrato social” de Jean-Jacques Rousseau sigue siendo una obra fundamental de la filosofía política que nos ofrece conocimientos profundos sobre la naturaleza del gobierno, la sociedad y la relación entre los individuos y el Estado. Después de las elecciones del 2 de junio, en una era marcada por la polarización política y las divisiones sociales, las ideas de Rousseau sobre el contrato social ofrecen lecciones valiosas para afrontar los desafíos que enfrentará nuestra nación.

¿Cuál es la esencia del “contrato social” de Rousseau?

La teoría del contrato social gira en torno a la idea de que los individuos renuncian voluntariamente a algunas de sus libertades naturales para formar un cuerpo político colectivo, estableciendo así un gobierno legítimo. La esencia del contrato social se puede resumir en varios principios clave.

  1. Voluntad general: representa los intereses colectivos y el bien común. Según Rousseau, un gobierno legítimo debe actuar de acuerdo con la voluntad general, en lugar de promover los intereses de facciones o individuos particulares. La voluntad general sirve como base para una sociedad justa y equitativa, asegurando que las decisiones se tomen en el mejor interés de todos los ciudadanos.
  2. Igualdad y libertad: si bien los individuos ceden ciertas libertades a la comunidad, conservan derechos y libertades fundamentales que el Estado no puede violar. De ahí la importancia de garantizar que el contrato social respete la igualdad y la autonomía de todos los ciudadanos, independientemente de su estatus u origen social.
  3. Soberanía popular: la autoridad política última reside en el pueblo. El gobierno legítimo deriva su autoridad del consentimiento de los gobernados, quienes participan colectivamente en la formulación de leyes y políticas. A través de mecanismos como la democracia directa y el compromiso cívico, los ciudadanos ejercen control sobre las decisiones que afectan sus vidas, asegurando que la gobernanza siga siendo responsable y receptiva a las necesidades de la población.
  4. Cohesión social: sostiene que una sociedad solidaria y cohesiva se construye sobre valores compartidos, respeto mutuo y un sentido de propósito común. Al promover el bien común y fomentar un sentido de pertenencia entre los ciudadanos, el contrato social fortalece la cohesión social, reduciendo la probabilidad de conflicto y división dentro del sistema político.

¿Cuáles podrían ser las lecciones de Rousseau para una nación polarizada?

En una era caracterizada por la polarización política y las divisiones sociales, el contrato social de Rousseau ofrece varias lecciones valiosas:

  1. Promoción del diálogo y la creación de consenso: Rousseau enfatiza la importancia de fomentar el diálogo y la creación de consenso entre diversas perspectivas dentro de la sociedad. En las naciones polarizadas, los esfuerzos por salvar las divisiones ideológicas y cultivar una comprensión compartida del bien común son esenciales para promover la cohesión social y la gobernabilidad democrática.
  2. Respetar los derechos de las minorías: el énfasis de Rousseau en la protección de las libertades individuales dentro del contrato social enfatiza la importancia de respetar los derechos de las minorías en sociedades pluralistas. Defender los principios de igualdad y libertad garantiza que los grupos marginados no sean excluidos ni oprimidos dentro del sistema político.
  3. Fortalecimiento de las instituciones democráticas: La defensa de Rousseau de la soberanía popular subraya la necesidad de instituciones democráticas fuertes que faciliten la participación y la rendición de cuentas ciudadanas. Fortalecer las normas, instituciones y procesos democráticos puede ayudar a mitigar los riesgos del autoritarismo y promover una gobernanza inclusiva.
  4. Abordar la desigualdad socioeconómica: la crítica de Rousseau a la desigualdad social destaca la importancia de abordar las disparidades socioeconómicas dentro de la sociedad. En las naciones polarizadas, las políticas destinadas a reducir la desigualdad y promover las oportunidades económicas pueden ayudar a aliviar las tensiones sociales y fomentar una sociedad más cohesiva y equitativa.

El contrato social de Jean-Jacques Rousseau ofrece ideas eternas sobre la naturaleza de la gobernanza y los principios que sustentan las sociedades justas y equitativas. El énfasis de Rousseau en la voluntad general, la igualdad, la libertad, la soberanía popular y la cohesión social proporciona una guía valiosa para abordar las divisiones sociales y promover el bien común. Al renegociar el contrato social, las naciones pueden trabajar para construir democracias más inclusivas, receptivas y resilientes en un mundo cada vez más tenso, complejo e interconectado.

La renegociación del contrato social no es un evento de una sola vez; es una conversación continua. Los gobiernos, las empresas, la sociedad civil y los ciudadanos tienen un papel que desempeñar. Al fomentar el diálogo abierto, priorizar los valores compartidos y abrazar la innovación, podemos construir un contrato social para el resto del siglo XXI que garantice un futuro más justo, próspero y sostenible para nuestra nación.

Javier Treviño en X: @javier_trevino