Cuando el partido en el poder vio culminada con el triunfo electoral su campaña de 2018, las ilusiones y esperanza de propios y extraños no avizoraban muecas de otra cosa que no fuera progreso, mejoría, modernidad, corrección y sobre todo democracia para el país.

Fue en el 2018 que cualquier sincretismo que antes lo hiciera, ya no podía atacar a las instituciones democráticas del país que se mostraban junto con las instituciones políticas respaldando el triunfo de Andrés Manuel López Obrador sin aroma a fraudes, imposiciones o dudas respecto a la decisión de la mayoría de los votantes mexicanos de aquel año.

Sin embargo, el futuro de aquel 18 no se veía tan antiguo como hoy lo vivimos, con un presidente completamente ajeno a la realidad, con huestes cegadas ante el fruto del capricho del que manda en Palacio Nacional y con representantes populares completamente ajenos a un criterio propio o a un raciocinio ajeno al deseo del presidente.

La marcha del pasado domingo, donde miles a lo largo del país salieron a marchar en defensa de una Institución ciudadana, la más respetada y la más confiable entre los ciudadanos mexicanos de acuerdo con diversas encuestas, mostró que las cuentas no les salen bien a quienes gobiernan el ejecutivo y particularmente la capital del país, muestran también que en el embrujo del poder, la soberbia se ha apoderado de muchos y no cuentan con que las cosas pueden cambiar. Tampoco muestra sensibilidad de que, ante la contienda electoral de frente al 24, las piezas de este ajedrez político pueden cambiar de manera muy súbita y moverse inclusive en direcciones distintas a las previstas.

El constante descrédito a la multitudinaria marcha realizada en varias ciudades del país pero coronada con un Reforma vestido de rosa -pareciera que el presidente olvida lo emblemático que puede ser llenar esta avenida- puede prevenirnos de un escenario donde se siga disminuyendo a quienes, aunque sean muchos, están en contra de las decisiones que el ejecutivo federal toma, puede ser que en parte estas propuestas sean rechazadas por que pareciera que son tomadas más con la tripa que con la cabeza, pero muestra al presidente de pies a cabeza.

El INE puede ser el detonante de un movimiento más grande de oposición, o al menos eso debería ser en el ideal, claro que los partidos y algunos políticos mancharon este movimiento que surgió de manera orgánica en redes y que en vista de su crecimiento fue trampolín de posicionamiento para las y los políticos que buscan la foto para el feis; pero no está de más ver el descontento que le causó al presidente en su cumpleaños ver a tantos marchando en contra de un arrebato carnal para tasajear al Instituto Nacional Electoral.

Podemos y debemos dejar de pensar en la oposición únicamente como el conjunto de partidos de un color distinto al guinda, la democracia que llevó a Morena al poder radicó en las y los millones de personas, no todas militantes de su partido político, que depositaron su confianza en un proyecto encabezado por AMLO y que hoy se han visto decepcionadas por la similitud que existe entre el la cuarta transformación y cualquier otro movimiento político que haya existido antes.