Todos los dirigentes políticos que tensan las fuerzas sociales para lograr una transformación nacional en sentido del progreso social, merecen ser considerados dirigentes de talla regional o de talla mundial. Distinto de quienes llegan a usufructuar o administrar el poder ya acumulado. Mijaíl S. Gorbachov fue de los primeros. Lo normal es que no alcancen la totalidad de sus objetivos históricos pues superan los confines de la vida humana, que haya triunfos y derrotas en la magna tarea de la transformación social. Por ello muchos buscan la permanencia en el poder para asegurar los términos planteados de dicha transformación. No es posible aún con ello.

Gorbachov no pudo o no quiso hacerlo. Pero su objetivo estratégico no era el poder en sí mismo, sino éste para la transformación, sin ello, el primero carecía de sentido. Por eso NO pactó con los golpistas el 21 de agosto de 1991. Pero lograron abortar el nuevo Tratado para la URSS que propondría Gorbachov a la Duma soviética. Fue el golpe maestro a la transformación del socialismo, fue su última oportunidad y ello lo colapsó.

El siglo soviético (Lewin, Moshe, 2005) fue como ha afirmado el Dr. Enrique Semo el más grande experimento de cientos de millones de personas para sentar las bases de una civilización alternativa a la civilización occidental, en donde ha predominando desde el siglo XVIII el capital, no como estigma, sino como categoría central de análisis de las relaciones sociales (que el mismo sometió a su lógica de ganancias), con otra organización del Estado, del poder, de la economía, de la sociedad, de la educación, de la ciencia y la cultura, de las relaciones con el mundo. Eso fue el proyecto del socialismo desde la consumación de la revolución socialista de octubre de 1917 y la fundación del Estado soviético.

Desde luego en medio de la guerra constante por parte de las grandes potencias capitalistas de occidente, que atizaron una guerra civil (1918- 1921) cuando los territorios de las nacionalidades que comprendían los dominios de los Zares de “todas las Rusias”, aún se desangraban por los estragos de la guerra de 1914-18. El enorme desastre heredado y la nueva cruenta guerra civil más los ataques externos, desbordaron dramáticamente los términos del proyecto multinacional en su materialización y desarrollo. Nada fue igual. Esta variada hostilidad aceleró las prioridades y convirtió a la década de los años 1930 en la etapa de las grandes transformaciones bajo un liderazgo distinto: había muerto Lenin (1924) y el “hombre poderoso” era Josif Vissariónovich “Stalin” cuya apuesta central para esta inmensa realización multinacional fue la centralización personalizada del mando, de las dirección de todo el proceso, de todos los recursos a emplearse y de todo tipo, apoyado en la policía política y en el ejército, y como medio de legitimación permanente en el Partido Comunista de la URSS (PCUS partido de Estado) y el Soviet Supremo, como primer círculo de poder. Luego en los órganos del Estado de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, etc. usando la fuerza, la compulsión y la represión masiva cuantas veces fuera necesario. No compartir el poder, no abrir flancos al enemigo poderoso ni a la disidencia interna, menos aun cuando en Europa Occidental y Asia Oriental se escuchaban los tambores de guerra de una segunda conflagración mundial.

Evidentemente el proyecto de la democracia socialista que acompañaba a la socialización de los medios de producción (todas las unidades productivas) y la planificación económica centralizada para lograr el máximo desarrollo industrial y agrícola, colapsó estrepitosamente en esta década. El punto máximo de gloria de este modelo de poder y economía y de expansión militar fue el triunfo sobre la Alemania nazi, quien lanzó 3 millones de solados contra la URSS y fue derrotada, haciendo una gran contribución al regreso de la paz y la estabilidad durante la posguerra. Todo el modelo soviético se fortaleció y revitalizó Durante la segunda década de los años 40 y en las dos décadas posteriores: los años 50 y 60, la industria, la educación, la tecnología y la ciencia, la agricultura (en menor medida), se desarrollaban aceleradamente: el dominio de la industria atómica, el primer cohete al espacio cósmico, una milicia moderna para el rearme de frente a la guerra fría con todo occidente y la disidente China, condujo, entre otros a un economista de EUA como Víctor Perlo (1980) a pronosticar que en poco más de una década, la URSS alcanzaría el desarrollo logrado por EUA. No era tan exacto eso, pero efectivamente la URSS había dejado atrás para siempre su condición de un inmenso país agrario y preindustrial de decenas de nacionalidades (no rusas) agrupadas en una unión de repúblicas con el mismo modelo político y económico-social, y con el segundo ejército más poderoso del mundo.

El prestigio mundial del socialismo como alternativa a la economía y la política y los valores sociales de Occidente se fortaleció de manera increíble por todo el mundo: los países que se incorporaban como Estados independientes (antiguas colonias) al sistema de Naciones Unidas o que lograban mayores márgenes de independencia y soberanía (como árabes, latinoamericanos y africanos) encontraban en los grandes logros del socialismo soviético, en su organización económica, en sus grandes ejes de igualdad social, la educación masiva, el empleo y la salud universal, una fuente de inspiración en sus luchas del presente y futuro por el desarrollo económico y social, así como en la defensa de sus recursos naturales. Si ha habido un país en donde prácticamente desapareció el capital como relación social de producción fue en la extinta URSS. El 96-97% de la economía la controlaba el Estado.

La generación progresiva de riqueza era un objetivo colectivo, multinacional, no privado, no de inmensos corporativos privados. La URSS era un tipo de país multinacional que tenía una estructura de ingresos menor que los países de la OCDE pero con alto desarrollo industrial y tecnológico, que lo hacían distinto a un país “subdesarrollado” como los de Asia o América Latina, debido a sus políticas de buscar la mayor igualdad social posible.

El gran ideal del socialismo como etapa previa de una sociedad comunista (como lo plateaba la teoría del marxismo) fue una de las sociedades más igualitarias del mundo: en el metro de Moscú viajaban lo mismo un hijo de obrero de la gran industria soviética que en un general del ejército rojo con estrellas. Piere-Noel Giraud escribió en su libro “La Desigualdad del Mundo”:

“este desarrollo es igualitario en un grado hasta entonces desconocido en la historia mundial”. (2000:139)

Piere-Noel Giraud

Los primeros cuestionamientos severos al modelo y a sus dirigentes y detentadores fue doble: desde dentro, con la emergencia de la corriente de pensamiento “revisionista” encabezada por Nikita Kruschev abrió un proceso desde el partido comunista cuyo propósito era erradicar la personalización del poder lograda hasta el exceso por Stalin llamado “culto a la personalidad” (Stalin muere en 1953) que oficialmente arranca en 1956 tras el “informe secreto” de Kruschev, ya como primer secretario del partido, divulgado en el XX congreso del mismo y conocido públicamente después, que denunciaba los crímenes, deportaciones masivas, campos de concentración, etc. hechos por Stalin. Se concentraron en “la personalidad” cuando el tema era un sistema de poder y un modelo económico, altísimamente centralizado que se volvía y funcionaba cada vez con menor eficiencia, controlado por los órganos administrativos del Estado soviético.

Como consecuencia se emitió una Ley de Amnistía el 27 de febrero de 1953 y para 1957 solo menos del 3% permanecía preso, mientras en 1953 eran más de 20% con sentencias por motivos políticos (Archivo estatal de la Federación, 1957). Hubo dos grandes impulsos a la prisión política: la llamada “gran purga” (centrada en dirigentes) y la “colectivización agrícola forzada” (años 30). El sistema político no obstante la falta de profundidad, se liberalizaba parcialmente.

Y desde fuera: la revisión impactó en los países de Europa del Este (el “campo socialista” agrupados militarmente en el “Pacto de Varsovia” y económicamente en el “Consejo de Ayuda Mutua Económica”, CAME), en donde surgieron movimientos nacionales que cuestionaban sus propia centralización del poder y el predominio de los órganos del Estado soviético en tales países: primero Hungría (1956) y luego Checoslovaquia (1968). Tales rebeliones fueron aplastadas por las tropas del Pacto de Varsovia bajo la dirección del ejército soviético.

Pero las contradicciones fueron acumulándose y agudizándose. La URSS en su estructura se logró forzando su aceptación por muchas naciones (no rusas en su origen) dentro del territorio soviético, sobre todo en Asia central; las Repúblicas Bálticas fueron incorporadas a partir de un acuerdo secreto Hitler-Stalin. La economía soviética dejaba de funcionar en forma fluida (década de los años 70), los alimentos y demás productos escaseaban, se suspendían los acuerdos de cooperación económica con los países del “Tercer Mundo” y el retraso frente al desarrollo económico-tecnológico occidental se acumulaba. La URSS entró en una grave crisis estructural que parecía terminal. La amenaza de una clara superioridad militar de Occidente prendió la alarma. Era una amenaza directa a su Seguridad Nacional, estando atrapada en una guerra sin fin en Afganistán (1979-92). En tales condiciones iniciar tal guerra fue un error estratégico.

En medio de toda esta situación emergió y se consolidó lo que Gorbachov llamó en su libro “Perestroika” (1987) un “mecanismo de freno económico” que hizo declinar abruptamente toda la economía soviética y modificó sustancialmente la política (esta crisis se despliega en su magnitud en los año 80). El subtítulo del libro fue: “Nuevo Pensamiento para el Mundo y para mi País”. En un contexto internacional en donde Ronald Reagan había anunciado “The Stars War” o “Guerra de las Galaxias” o “Iniciativa de Defensa Estratégica” (1983) que resultó la más grande operación de engaño de la historia hasta entonces conocida (así declarada después por un estrecho colaborador de Reagan) y terminó por derrumbar el modelo soviético.

Continuamos en próxima entrega.