Acertijos” y “misterios” son dos conceptos que se utilizan con frecuencia en el análisis de inteligencia, investigaciones criminales y resolución de problemas. Ambos términos se refieren a situaciones complejas que requieren cierto grado de pensamiento crítico para ser resueltas, pero difieren en su naturaleza y enfoque. Gregory F. Treverton y Malcolm Gladwell han escrito sobre esto.

Según Gregory Treverton, los acertijos o rompecabezas (“puzzles”) son problemas que tienen una respuesta clara que se puede obtener a través del análisis y la recopilación de datos. Los acertijos están bien definidos y estructurados, y se pueden resolver mediante razonamiento deductivo y la aplicación de un conjunto de reglas o algoritmos. Por ejemplo, un crucigrama, un juego de Sudoku o un rompecabezas son ejemplos clásicos de acertijos. Este tipo de problemas tienen un número finito de soluciones y, una vez que se encuentra la solución, no hay lugar para la duda o el debate.

Por el contrario, los misterios son problemas que no tienen una respuesta clara y requieren una comprensión más profunda del contexto y la dinámica subyacente. Los misterios son más complejos y ambiguos que los acertijos, y requieren un enfoque diferente para resolverlos. A diferencia de los acertijos, los misterios no se pueden resolver mediante el razonamiento deductivo o la aplicación de un conjunto de reglas lógicas. Resolver un misterio requiere la capacidad de navegar a través de la incertidumbre y la ambigüedad, de dar sentido a la información contradictoria y de conectar piezas de datos aparentemente no relacionadas.

En su libro “Blink: The Power of Thinking Without Thinking”, Malcolm Gladwell argumenta que los acertijos son problemas que requieren un pensamiento racional y lógico, mientras que los misterios requieren un pensamiento intuitivo e instintivo. Los acertijos son problemas que podemos resolver analizando datos e información, mientras que los misterios son problemas que podemos resolver leyendo entre líneas y entendiendo el significado implícito detrás de los datos. Mientras que los acertijos requieren un enfoque lineal y estructurado, los misterios requieren un enfoque más holístico y creativo. Resolver un misterio requiere la capacidad de ver patrones donde otros ven caos, identificar conexiones donde otros ven desconexión y dar saltos intuitivos que otros encontrarían demasiado riesgosos.

Aprendí de Greg Treverton muchas lecciones sobre inteligencia y política exterior cuando fui su alumno en el curso de “Assessing other governments” en la maestría en políticas públicas de Harvard. Años después de haber sido profesor de la Escuela Kennedy de Gobierno, Treverton presidió el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, de 2014 a 2017. Hoy es profesor en la Universidad del Sur de California. Cuando Gregory F. Treverton se desempeñaba como director del “Centro de riesgo y seguridad global” de la Rand Corporation, en 2007, publicó un artículo memorable en la revista del Smithsonian: “Riesgos y acertijos” (Risks and riddles) en donde argumentaba que la Unión Soviética era un acertijo (puzzle); Al Qaeda era un misterio. Lo verdaderamente importante es que necesitábamos entender la diferencia.

Treverton escribió: “Hay una razón por la que millones de personas intentan resolver crucigramas todos los días. En medio del combate bien ordenado entre la mente de quien resuelve acertijos y los cuadros en blanco que esperan ser llenados, hay satisfacción junto con frustración. Incluso cuando no pueden encontrar la respuesta correcta, saben que existe. Los crucigramas y los rompecabezas se pueden resolver; tienen respuestas”.

Greg continuaba: “Pero un misterio no ofrece tal consuelo. Plantea una pregunta que no tiene una respuesta definitiva porque la respuesta es contingente; depende de una interacción futura de muchos factores, conocidos y desconocidos. Un misterio no se puede responder; sólo se puede enmarcar, encuadrar, identificando los factores críticos y aplicando algún sentido de cómo han interactuado en el pasado y cómo podrían interactuar en el futuro. Un misterio es un intento de definir ambigüedades”.

Y el autor concluía: “Los crucigramas, rompecabezas y acertijos pueden ser más satisfactorios, pero el mundo nos ofrece cada vez más misterios. Tratarlos como crucigramas o rompecabezas es como tratar de resolver lo que no tiene solución: un desafío imposible. Pero abordarlos como misterios puede hacernos sentir más cómodos con las incertidumbres de nuestra época”.

Treverton asegura que, durante la guerra fría, gran parte del trabajo de la inteligencia de Estados Unidos consistía en resolver acertijos: buscar respuestas a preguntas que tenían respuestas, incluso si no las sabíamos. ¿Cuántos misiles tenía la Unión Soviética? ¿Dónde estaban ubicados? ¿Qué tan lejos podrían viajar? ¿Qué tan precisos eran? Tenía sentido abordar la fuerza militar de la Unión Soviética como un rompecabezas: la suma de sus unidades, armas y su calidad.

Pero el colapso de la Unión Soviética y el auge del terrorismo cambiaron todo; dieron un vuelco a la inteligencia de Estados Unidos, hasta el punto de que su mayor desafío ahora es encuadrar misterios. Para los analistas del Pentágono, los terroristas presentan la máxima amenaza asimétrica. Pero la naturaleza de la amenaza es un misterio, no un rompecabezas.

La resolución de acertijos se ve frustrada por la falta de información. Los misterios a menudo surgen por demasiada información. Resolver acertijos es útil para la detección. Pero encuadrar misterios es necesario para la prevención. Pasar de resolver acertijos a encuadrar misterios es algo que requiere un enorme cambio en la cultura organizacional.

En menos de un mes, he leído, en los medios de Estados Unidos, todo tipo de declaraciones y análisis sobre México. ¡Cuántas visiones diferentes! El juicio de Genaro García Luna; los artículos editoriales sobre el peligro del Plan B para la democracia; la cobertura sobre las marchas de las organizaciones civiles para defender al INE; la decisión de Elon Musk, de Tesla, de invertir en Nuevo León e instalar una “gigafactory”, porque confía en México; la solicitud del gobierno de Estados Unidos de iniciar consultas comerciales formales con México sobre sus planes para restringir las importaciones de maíz genéticamente modificado; las declaraciones intervencionistas del congresista Dan Crenshaw y la propuesta del senador Lindsey Graham; la reunión con AMLO del prestigiado analista Ian Bremmer, de Eurasia, y su análisis optimista sobre el futuro de México; la cobertura y las declaraciones después del secuestro y muerte de ciudadanos estadounidenses en Matamoros; la visita de Liz Sherwood-Randall, consejera del presidente Biden, para hablar sobre fentanilo, migración y otras amenazas a la seguridad de Estados Unidos.

La Secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, dijo el pasado 7 de marzo que los ataques a ciudadanos estadounidenses son inaceptables, sin importar dónde o bajo qué circunstancias ocurran. Aseguró que, desde el primer día de la administración Biden, se han concentrado en desmantelar las organizaciones criminales transnacionales, incluidos los cárteles de la droga mexicanos y los tranficantes de personas. El canciller Ebrard anunció que los gobiernos de México y Estados Unidos lanzarán una campaña binacional sin precedentes contra el fentanilo. Irá el lunes a Washington y se reunirá con todos los cónsules de México para instruirles que den a conocer los logros de la lucha antidrogas del gobierno y respondan a las críticas de los legisladores republicanos.

Todos estos son sólo aglunos de los ejemplos que ilustran la complejidad de la relación entre México y Estados Unidos y la falta de un marco analítico para entender a México. Es evidente que los diferentes jugadores, públicos y privados, todavía no terminan de definir si, cuando se trata de México, el objetivo debería ser resolver acertijos o encuadrar misterios.