Por primera vez desde su toma de posesión hace medio año, el porcentaje de aprobación del presidente de Estados Unidos Joe Biden, ha bajado a menos del 60%, de acuerdo a datos recabados por el portal de análisis de datos FiveThirtyEight.

Apenas un 49.3% de los norteamericanos aprueban la gestión del presidente que será acusado, no sin un dejo de injusticia, del colapso de la invasión norteamericana en Afganistán, una de las múltiples “guerras eternas” de Estados Unidos, que en este caso se extendió por dos décadas.

La responsabilidad del fiasco en Afganistán corresponde, realmente, a una persona en especial: George W. Bush, quién inició esa guerra ilegal, sangrienta e inmoral sin un casus belli y sin autorización de su propio congreso. Y corresponde también a los presidentes y vicepresidentes involucrados en mantener la invasión: Barack Obama, Joe Biden y Donald Trump. En este caso, no hay inocentes.Sin embargo, a un Biden que deja serias dudas de su capacidad mental para gobernar al país con el principal arsenal nuclear en el mundo (circula una imagen en donde se ve un teleprompter que indica al Biden cuando abandonar el estrado luego de su discurso del lunes), no solo se le junta el fiasco en Afganistán y el horror de la evacuación, sino un nuevo rebrote del coronavirus que nos remite a los horrores del invierno pasado.

La realidad es que Joe Biden no tiene ni la energía, ni las políticas, ni la capacidad mental, ni las ganas de llevar a cabo las reformas y los cambios en el aparato de gobierno norteamericano ya no digamos para mantener toda su red de protectorados y bases imperiales en el mundo, sino para sentar las bases de una eventual recuperación estadounidense que permita al menos la existencia de esa nación de aquí a fines de este siglo.