El canciller Marcelo Ebrard y la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, con la mirada puesta en la sucesión presidencial se encuentran librando una de las más sangrientas batallas al interior de la 4T.
Aunque el enfrentamiento político de estos dos funcionarios que aspiran a ser el “delfín” de AMLO data de tiempo atrás, la tragedia por el desplome de la Línea 12 del Metro está sacando lo peor en la búsqueda del afecto del jefe y claro, por las posiciones de control y poder político.
Enfrentados
Antes de la contienda electoral de 2018 Sheinbaum y Ebrard disputaron el control de la Ciudad de México, la plaza más importante para Morena y donde ambos han tenido su mayor desarrollo político y administrativo.
Ebrard fue secretario general de Gobierno de 1991 a 1994 con el entonces regente de la ciudad, Manuel Camacho, y fue secretario de Seguridad Pública en la administración de AMLO, cargo que abandonó abruptamente cuando se presentó un linchamiento de policías en Tláhuac, regresó como secretario de Desarrollo Social y después se convirtió en jefe de Gobierno.
Por su parte Claudia Sheinbaum fue secretaria de Medio Ambiente en la administración de AMLO y su entonces esposo, Carlos Imaz, tuvo que dejar su cargo como delegado de Tlalpan por del penoso incidente de ir a “recolectar”dinero junto con René Bejarano a las oficinas del contratista Carlos Ahumada.
Sheinbaum salió ilesa del episodio de las ligas y salió del entonces GDF para irse a la campaña de 2006 de AMLO. Ya como nuevo jefe de gobierno, Marcelo Ebrard no la llamó para colaborar, por lo que Claudia prácticamente fue exiliada de la administración del gobierno de la Ciudad. Ella regresó hasta 2015 al ganar la elección de la delegación Tlalpan.
En 2017 con la disputa por la CDMX, se conformaron grupos de uno y otro bando. Claudia con el apoyo de uno de los acérrimos enemigos de Marcelo, Martí Batres, hizo frente a los candidatos de Ebrard, Ricardo Monreal, que venía de ser jefe delegacional en Cuauhtémoc, además de quien había sido “delfín” de Marcelo antes de 2012, el actual líder nacional de Morena, Mario Delgado.
El dedo del compañero presidente y camarada
Al final, el líder máximo salió con su sabia decisión: a Marcelo lo hizo canciller, a Claudia le dio la CDMX, a Monreal lo hizo líder del Senado y a Delgado líder de la Cámara de Diputados.
Hasta ahí parecía que todos estaban contentos. Marcelo se convirtió en comodín y “apaga fuegos”, como lo fue en el sexenio de Salinas con su mentor Manuel Camacho. Mientras que Claudia, dejando atrás los tristes recuerdos de la tragedia del colegio Rébsamen, se mostraba como una de las mejores gobernantes de la CDMX y Monreal “pastoreaba” el Senado mandando iniciativas sin ton ni son.
Pero, aunque aparentemente todo iba bien en el Olimpo y la 4T respetaba la voluntad del presidente, todo se comenzó a desmoronar cuando los aspirantes a suceder a AMLO adelantaron la carrera y de cara a la elección del próximo 6 de junio, el principal incentivo de Morena es la carrera presidencial.
El colapso de las aspiraciones
La lucha por el control del partido fue entre Marcelo, que impulsaba a Mario Delgado y Claudia, quien impulsaba a Alfonso Ramírez Cuéllar. Luego de un enfrentamiento intestino que incluso llegó a los tribunales electorales, Ebrard ganó la batalla.
Línea 12
Sin embargo, la desgracia de la Línea 12 del metro, fue un trágico punto de convergencia que fundió las aspiraciones presidenciales de ambos.
Porque Marcelo fue el responsable de la pomposamente llamada “Línea Dorada”, una construcción en la que desde el principio se detectaron irregularidades estructurales y materiales de baja calidad y que fue la razón por la que Ebrard, para evitar la acción de la justicia, tuvo que salir del país, además, su escudero, Mario Delgado, fue el responsable de la compra de los trenes inadecuados, una de las causas que provocaron el derrumbe.
Por su parte, Claudia Sheinbaum no actuó frente a las afectaciones que se detectaron en la Línea 12 por los sismos de 2017, que ella sabía existían cuando tomó posesión como jefa de gobierno y que exigían mantenimiento. La jefa de Gobierno sí se preocupó por los dictámenes y procesos para la demolición de una serie de edificios. De acuerdo con información de la Secretaría de Obras de la CDMX, en 2019 se demolieron un total de 10 inmuebles y para 2020 se aceleraron los procesos de dictamen y demolición, pero en esas acciones no se consideraron las serias afectaciones de la Línea Dorada, lo que dio lugar a la tragedia que dejó un saldo de 26 personas fallecidas además del perjuicio a miles de usuarios del Metro.
Marcelo ¿fuera?
Después de la tragedia Marcelo Ebrard parece quedar fuera del halo protector de su jefe, aunque no se tiene aún certeza de si sus errores dieron lugar a la tragedia o fueron las decisiones tomadas en su momento por su escudero Mario Delgado, quien, dicho sea de paso, ha tenido un pésimo desempeño al frente del Morena y, de cara a la elección intermedia, su evidente caída podría mandar al basurero el proyecto de AMLO.
Claudia sabe que es la “consentida” del jefe, porque desde el primer minuto de que ocurrió la tragedia para AMLO lo más importante fue salir a abogar por Sheinbaum y en la mañanera del 4 de mayo le dio todo su respaldo, mientras que a Marcelo no le lanzó ni un guiño.
El colmo fue en la mañanera del 18 de mayo, cuando AMLO envió a Claudia a la recepción de las vacunas y la felicitó, ahí, ella, en total servilismo electorero, le agradeció al presidente por las vacunas, en tanto Marcelo que se encontraba en el recinto, prácticamente fue ignorado.
Sin embargo, con los atributos que todos conocemos del compañero presidente y camarada, no se sabe si de verdad será el buen abogado que salve a Claudia o se convierta como en los viejos tiempos del PRI en el “beso del diablo”, lo que si es seguro es que si México fuese una empresa, ella estaría despedida porque las responsabilidades se asumen o se paga, ¿o no?