En la cuenta de Madres Buscadoras de Sonora y México se lee: “Si sabes de un lugar donde hay una fosa clandestina y desconfías de las autoridades, dinos, tu llamada será anónima y confiable. Darás paz a una familia.”

Paso al lado de un amplío terrero baldío cerca de Ecatepec, la persona con la que viajaba me dijo que en ocasiones las bandas de la zona tiran ahí cadáveres y restos humanos. Recuerdo una escena de la Virgen de los Sicarios, donde en un terrero similar hay un enorme letrero que dice: “Favor de no arrojar aquí sus muertos”.

No es ficción. Cruda realidad. México se convirtió en un enorme páramo de fosas clandestinas. De acuerdo a datos oficiales existen 100 mil personas desaparecidas, el cupo del Estadio Azteca. Identifico buena voluntad en el actual gobierno. Alejandro Encinas es un hombre bien intencionado y ha hecho un trabajo decoroso, pero la tarea es titánica.

Una madre buscando a su hijo entre hondas barrancas, vastos desiertos y basureros llenos de miles de toneladas de desechos es un hecho desgarrador. Si hay una figura que exhibe de cuerpo entero el drama de las desapariciones y el fracaso gubernamental es ésta. En medio siglo de existencia he visto de todo, pero observar a estas mujeres buscar y hablar me provoca una opresión en el corazón y después mucha vergüenza, porque como ciudadano y como hombre me indignó y me conmuevo.

Indignación porque éste, pero sobre todo los anteriores gobiernos, no han hecho lo suficiente para apoyarlas. No disfracemos la realidad, las madres buscadoras están solas. Conmoción, porque una madre es capaz de cualquier sacrificio por sus hijos. Pienso en mi madre, en mi abuela, en mis amigas que son madres. Cualquiera de ellas haría lo mismo.

Las madres buscadoras son mujeres fuertes y valientes. Pienso en las madres de Plaza de Mayo, que por años marcharon con la fotos de sus seres queridos secuestrados, torturados y asesinados por la dictadura de Videla. Pienso en Rosario Ibarra, que hasta su muerte siguió buscando a su hijo Jesús, desaparecido por el gobierno de Luis Echeverría en la guerra sucia en contra de la guerrilla.

Hablo de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, que desde hace ocho años buscan el paradero de sus hijos. De Maricela Escobedo asesinada en el centro de Chihuahua por la misma persona que desapareció a su hija. De las madres buscadoras de Sonora, que tienen el arrojo de pedirles a los narcos de su estado que les permitan seguir buscando a sus seres queridos. Por supuesto, recuerdo y me estremezco por Esmeralda Gallardo, asesinada hace unos días en Puebla, por denunciar y buscar a sus dos hijas desaparecidas. Afortunadamente, uno de los asesinos materiales ya fue detenido y presentado a las autoridades.

¿Cómo apoyar a las madres buscadoras? Hay muchas formas. Apoyándolas con recursos, siguiéndolas en redes sociales y compartiendo información. Pero sobre todo, exigiendo al gobierno que las apoye y principalmente, como dice una canción, que el dolor, que su dolor, no nos sea indiferente. Eso pienso yo, ¿Usted qué opina?

Twitter: @onelortiz