Me gusta contar una anécdota a mis amigos que me preguntan cómo es el mercado laboral del periodismo: cuándo comencé a trabajar en medios, por allá del 2008, el sueldo de un redactor que comenzaba a laborar en algún diario o portal era de 5 mil pesos mensuales, trabajando fines de semana y días festivos. Diez años después, al terminar el sexenio funesto de Enrique Peña Nieto, el sueldo seguía siendo de 5 mil pesos. Remuneraciones atrapadas en el tiempo.

Claro está, en esos 10 años, la inflación, los gasolinazos y la devaluación del peso frente al dólar, que pasó de los 13 a los 22 pesos, que nos heredó el imberbe priísta, hizo que esos 5 mil pesos valieran mucho menos. Y las cosas dentro del ramo no han mejorado demasiado en los últimos años. En muchos casos, debido a la pandemia y a la crisis del gremio, han empeorado.

Decía el periodista Ryszard Kapuściński en su archiconocido libro que “Los cínicos no sirven para este oficio”. Eso es una realidad. Un periodista no ejerce su oficio con el fin de enriquecerse, sino con el fin de contribuir a la sociedad. “Periodista” enriquecido, no es periodista. Es empresario, o encargado de relaciones públicas. Y no existe un individuo más cínico -y más mentiroso- en el medio, que Carlos.

A Carlos Loret de Mola, el Arthur Fleck del periodismo mexicano, le ha ido muy bien haciendo negocios a la par de su trabajo como comunicador y lector de noticias. Con un sueldo de periodista, quienes -me consta- viven en su mayoría vidas modestas y en donde se sacrifican bienes materiales y vida personal ante lo demandante del trabajo, no se pueden comprar las propiedades millonarias que Loret tiene en México y en el extranjero, como se ha difundido en las últimas semanas.

Aunque Loretito, el millonario, el ricachón y creador de montajes, llore, grite y pataleé, debe investigarse de dónde obtuvo tantos recursos como para volverse un magnate de los bienes raíces. Los periodistas millonarios no abundan. Me atrevería a decir que no existen, a menos que ganen la lotería. El señor empleado, o socio, o lo que sea, de Latinus está escondiendo algo. ¿De qué se trata?