Ayer falleció Roberto Servitje, magnate fundador de Bimbo, empresa multinacional de pan de todo tipo, productos chatarra incluidos, mismos que provocan (cifras conservadoras) unas doscientas mil muertes al año en México, sumando a incuantificables costos fiscales para el país en el rubro del sector salud. Bien, hace escasas semanas fuimos testigos de una andanada de ofensas de todo tipo al Dr. Hugo López-Gatell Ramírez por su nombramiento de representante de México ante la OMS; que si asesino en masa, que si genocida, que si el doctor muerte y más barbaridades del mismo tono, pero en cuanto a la muerte del señor Servitje (97 años), los mismos paladines de la salud en México se pusieron de rodillas, dispuestos a hacer saber a la familia Servitje que están dispuestos a besar sus pies o a olerles la cola, por el solo hecho de ser multimillonarios. De ese tamaño son los complejos de millones de compatriotas.

¿Sabrían que el etiquetado obligatorio a los productos chatarra y los intentos de que no se vendan en las escuelas es por iniciativa del propio doctor Hugo López-Gatell?, ¿que las muertes derivadas de esos productos son evitables y aun así se venden dichas fritangas con un desparpajo propio del que puede comprar leyes, legisladores y reglamentos, y en pocas palabras, impunidad?; ¿sabrán de la diferencia de haber lidiado contra un microorganismo nuevo que era, en su consecuencia, una enfermedad también nueva y contra la que al principio se carecía de las suficientes herramientas para combatirla y la negativa a vender golosinas venenosas en potencia?

Seguro todos esos personajes saben todo eso, pero es más importante para ellos ser unos serviles abyectos ante los potentados (el origen de las fortunas, es lo de menos) y es enfermizamente placentero linchar mediáticamente a un hombre profesionista brillante, médico de carrera y trayectoria sobresaliente, con una ideología que defiende con uñas y dientes la esfera pública por sobre la privada, esta última en la oscura noche neoliberal, con la meta de borrar a la primera, es decir, todo lo que huela a público, y en esto seguro influye su origen: nieto de refugiados republicanos por la guerra civil española, una diáspora que enriqueció a México como ninguna otra. Yo espero no morir sin ver esos complejos aminorados aunque sea, y no que se continúe oliendo la cola a los millonarios para ver qué migajas puedan tocar, al tiempo de repudiar a las clases populares y todo lo que en esencia les pueda beneficiar, en este puntual caso, promover ante todo, la esfera de lo público por sobre lo mezquinamente privado.