La afición del futbol en Argentina ya raya en lo tóxico, si un ex futbolista e intelectual fino de el país austral, cómo lo es Jorge Valdano sentenció algún dia: “El futbol es lo más importante de entre las cosas menos importantes”, aplicaría para el resto del mundo, acaso con la solitaria excepción de la referida Argentina. Y es que la violencia con la que se toman la afición a ese deporte ha ido en aumento, acaso exponencial, la pasión con la que se vive ese deporte por aquellos lares no es ya sino fanatismo, pero del más tóxico, de ese que se puede identificar más con las (igualmente tóxicas) religiones; en el país sudamericano no es posible ver en los estadios ni en sus torneos a familias asistiendo a ver el futbol, mucho menos conviviendo aficionados, sentados juntos y/o revueltos, de distintos clubes. Muertos ya los ha habido por ese tema, de ahí esa triste realidad.

La soberbia y prepotencia que van en combo con ese tipo de obsesiones, han sido la constante, acaso desde los partidos en los mundiales de 2006 y 2010, dónde México fue eliminado por Argentina en la fase de octavos de final, misma que se ha demostrado contra México y los mexicanos en general, por parte desde aficionados hasta reputados cronistas, pasando por ‘influencers’ y/o simples usuarios de todas las plataformas en Internet, en dónde no nos bajan de “trepamuros, perdedores y criminales-narcos”, no tolerando ellos alusión hacia ellos por mexicanos en respuesta, hecho que ojo, ha calentado de manera inusitada los ánimos antes de un partido mundialista (como lo es el México-Argentina en Qatar) a nivel de la afición; el Argentina-Inglaterra en 1986 (con el recuerdo de la guerra de Las Malvinas ahí tan cerquita) y el Irán-EU celebrado en Lyon en Francia 1998, dónde no hubo mayores contratiempos pero sí, iraníes y estadounidenses, por y como ejemplo, posaron juntos para la foto antes del partido con ramos de flores en las manos; el encuentro lo ganó Irán, y no fué sino una gran muestra de lo que la esencia del futbol es (o debe ser), la unión de todos los pueblos del mundo, independientemente de credos, razas, idioma, conflictos extra cancha ó condición socio económica.

Argentina, no es ningún secreto, va para un siglo en su historia que han pasado dando tumbos en lo político y económico; gobiernos de todos los tipos, signos y formas van y vienen (el oblicuo y perenne ‘peronismo’ incluido obviamente), y el país no atina a alejarse del hoyo del subdesarrollo, de ahí que los gobiernos, acaso desde la organización de su Mundial (Argentina 1978, dónde a pocos kilómetros de los estadios, se torturaba y asesinaba a estudiantes disidentes) cayeron en la cuenta de la conveniencia de que su incauto Pueblo se piense que en realidad el fútbol es lo más importante en la vida pública de un país, por encima de los indicadores torales, cómo los derechos humanos y los índices, en general, de desarrollo humano. Ellos no conciben que el aficionado mexicano, si gana su selección hace una gran fiesta y bulla, pero si bien pierde, sale a comer, al cine o a un parque o a alguna de las cientos de amenidades que en nuestro país tenemos a la mano, como si nada grave hubiese ocurrido, a diferencia de los hermanos argentinos, que son capaces de caer en una suerte de depresión colectiva que tarda en pasar varios meses incluso. Bien harían pues, los argentinos, en reordenar sus prioridades de vida, y entender lo que es el futbol y el Mundial: una fiesta global, y noblo opuesto que es la guerra; ellos ya, con sus actitudes comienzan a ser la burla en el resto del mundo, y pareciera que los únicos en no caer en la cuenta son ellos mismos.