En varias columnas, tweets y conversaciones del que esto escribe he venido alertando lo obvio: los incendios forestales, que se adivinan potencialmente voraces, son una bomba de tiempo, una tragedia dantesca, de grandes proporciones que no se necesita ser un genio para verla venir, debido a las miles de hectáreas de árboles muertos y material orgánico seco que dejó tras de sí el mega huracán OTIS; mezclado esto con el calor (infernal de por sí) que se incrementó y lo hará más, con motivo del ciclón; siempre hablé del verano, quizás en ya bien entrada la primavera, pero resulta que no: ya desde hace cuatro días, Acapulco arde en llamas en varios puntos.
Los helicópteros vetustos de la marina armada de México que tratan de apagar dichos fuegos son, no sólo insuficientes, sino ridículos, con su mecanismo de canastillas con agua (¿mil litros, a lo mucho?) y las vueltas que den. Acapulco ha sido abandonado, no solo es responsabilidad de un gobierno federal que sí, dotó de gigantes obras de infraestructura a todo el sur/sureste de México, pero con la excepción de Guerrero, ni se diga ya Acapulco, que por si fuera ya poco con su ruina, sufrió del huracán más potente desde que se tienen registros que golpea a un centro urbano, también es la prácticamente nula altura de miras y/o capacidad e inclusive voluntad de gestión de sus autoridades locales.
Si, Guerrero es el estado que más apoya a la 4T, lo dicen todas las encuestas, se repartieron (eso continua todavía) cantidades obscenas de dádivas de todo tipo, dando la impresión de cierto sentimiento de culpa presidencial por marginar de su proyecto de nación a esta tan sufrida zona del sur del país, pero no, esas limosnas (que ojo, sino se repartían hubiese habido un escenario hasta de hambre), no bastan ni de lejos para siquiera mitigar el infierno que ya viene o que ya llegó en su forma de los más que lógicos incendios forestales, y esto apenas ni empieza; los incendios avanzan, y, o se van arrendando aviones grandes a los Estados Unidos (tipo los DC 10 adaptados que tienen una capacidad de hasta 35 mil litros, y no sólo funcionan con agua sino con químicos especiales) o que nadie se llame a sorpresa por una desgracia inmensa, mayor todavía que el OTIS mismo.
¿Qué porque se marginó a Acapulco así además de lo ya expuesto? ¿Intereses muy poderosos en, casualmente, la tierra del presidente explican innumerables obras cómo el Tren Maya, el aeropuerto Tulum, el puente sobre la laguna Nicchupté en Cancún, y un largo etcétera?, nunca lo sabremos, pero bien dice el dicho: “piensa mal y...”, y aquello de que “al perro más flaco se le pegan todas las pulgas” caen cómo anillo al dedo a Acapulco, y no exagero al afirmar que Acapulco es un gigantesco problema que heredará Claudia Sheinbaum del aún presente gobierno., pero siendo una mujer con vocación de ambientalista, seguro sabe medir el desastre ecológico que representa la ciudad y puerto en Guerrero, siendo ese tan sólo un ingrediente de un coctel bien preparado, cargado con otros cómo la endémica miseria, la falta de higiene y servicios públicos dignos, el hacinamiento en colonias precarias si es que las hay en México, una violencia que ya identifica vergonzosamente al otrora destino del jet set mundial, la paupérrima oferta turística, falta de vialidades y más, mucho más, que ya estaba, en su mayoría, antes del huracán; si los sectores público, privado y social no trazan un plan integral para el rescate de Acapulco, o no exagero en afirmar que (otra vez) Guerrero puede hacer que se tambaleé un gobierno, sí, así cómo le sucedió a la administración Peña Nieto con el tristemente célebre caso de la masacre de estudiantes en Iguala en el año 2014. Un asunto pues, de seguridad nacional, de un tamaño que, ni entregando diez o veinte veces más de lo ya repartido, servirían apenas y cómo un fugaz paliativo, a la manera de la mejora engañosa y falsa que experimenta un paciente grave, mediante una transfusión de sangre.