No sólo fue la total torpeza de Miguel Mejía Barón en el partido de octavos Vs Bulgaria en el Mundial de EU 94, al dejar a Hugo Sánchez exhibido a nivel mundial captarlo en cámaras calentando para luego no solo regresar inexplicablemente a la banca, sino también el hecho único quizás, e inexplicable de no haber realizado cambio alguno, en un partido que se llevó hasta los tiempos extra y se definió en los penales.

Y aún mayor fue la falta de respeto del mismo Mejía Barón, imbuido ya en una soberbia más que estúpida y estéril, al no llevarlo a la Copa América de 1995, no obstante el deseo abiertamente expreso por parte de Hugo Sánchez, de anhelar disputar ese torneo a manera de despedida de la Selección Nacional Mexicana, a la cual no tuvo acceso en ‘su prime’, al prácticamente no existir esta en todo el proceso mundialista a Italia 90, debido a las endémicas transas de nuestro México lindo; a la postre, Mejía Barón fue cesado luego de ser eliminado en dicha justa por los Estados Unidos.

Pero la ingratitud del futbol mexicano hacia Hugo Sánchez, uno de los mejores delanteros de la historia del futbol mundial, y obvio el mejor futbolista mexicano de todos los tiempos al momento, va más allá. Desde los insultos, fuera de toda proporción, de parte de la afición de su propio país durante el Mundial celebrado en casa en 1986 con motivo de fallar un penal Vs Paraguay de último minuto, que no hizo diferencia alguna, ya que México lo mismo clasificó en primer lugar de grupo.

Y va más allá aún, el cese cómo DT nacional hacia el Mundial de Sudáfrica 2010, dado la responsabilidad de los directivos de darle un peso con el cual no debió cargar: la selección juvenil olímpica, eliminada por obscenas e incontables fallas de sus delanteros ante la portería de un incrédulo Haití. No olvidar que la Selección de Hugo obtuvo un digno tercer lugar en la Copa América 2007, con una goleada a un Paraguay dirigido por Gerardo Martino (6-0) incluida. Por cierto, que hubiera dado ese Hugo Sánchez, timonel nacional, por haber sido acreedor de la paciencia que los directivos si profesaron a extranjeros, de mediocres pa’ abajo, como el colombiano charlatán Osorio o el mismo argentino, caballo de Troya, Martino. Simplemente, no tuvo Hugo ni una fracción de ese aguante y se truncó un proceso que ahí la llevaba.

Quizás, también, Hugo se quedó a la espera de un Manuel Lapuente para llevarlo, ¿por qué no? al Mundial de Francia 1998. Pero él ya no externaría inquietud alguna, sus blasones y una justicia deportiva elemental obligaban a llevarlo, al estilo aunque así fuese de un Jorge Campos a Korea/Japón 2002, Rafa Márquez en Rusia 2018 o Andrés Guardado a Qatar 2022.

Pero no. Ni EU 94 ni Copa América 95 ni Mundial 98... nada. ¿Será esto parte de complejos muy hondos en la psique mexicana de no tolerar el éxito de connacionales? Porque si esto es así, simplemente, como país, qué jodidos estamos y ojalá que se vaya saliendo, lo más rápido posible, de esa lógica pusilánime y de mediocridad.