Primera parte
Andrés Manuel fue a Colombia y Petro lo recibió de la peor forma posible, y no es que no haya sido atento en los protocolos de bienvenida, pero bien fuera de manera intencional o no, lo cierto es que le puso una paliza a su homólogo mexicano que no sentía lo duro sino lo tupido con el aluvión de señalamientos y críticas que expresó el presidente colombiano contra gobiernos cómplices del narcotráfico; daba la impresión que, conforme más hablaba, AMLO más se hundía y más pequeño parecía, como si cada palabra martillara su cabeza hasta clavarlo en su asiento.
Son pocas las ocasiones en que el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, se ha aventurado a salir del país; ha rechazado asistir a cumbres, convenciones, conferencias y expresiones de convivencia y negociación en las que cualquier jefe de Estado quisiera estar presente, porque en ellas se toman las decisiones más trascendentales de cómo se hace girar al mundo en los tópicos de mayor interés. Pero AMLO se ha dado el lujo de privarlos de su presencia. Mucho se especula que es por su falta de dominio del idioma inglés, porque no le entiende a los temas que se abordan ahí o porque se sabe inferior para debatir o expresar sus ideas y como ya lo ha hecho, termina quedando en ridículo, siendo el ‘hazmereir” del mundo o generando polémicas innecesarias. El caso es que prefiere esconderse tras los muros de su palacio -que no es de él-, e incluso colocar vallas para que nada ni nadie perturbe su paz.
Es de un nivel tan pequeñito el presidente de México, que en lo que va de su gobierno son contadas las veces que ha salido del país para reunirse con otros mandatarios y cuando se ha decidido a viajar más allá de nuestras fronteras ha optado por reunirse con sus amigos dictadores antes que asistir a cumbres de líderes mundiales como ocurrió recientemente.
De hecho, no se alcanza a entender cómo es posible que en días pasados haya desairado asistir a la decimoctava Cumbre del G-20 que conforman los jefes de Estado y de gobierno de las principales economías del mundo celebrada en Nueva Delhi, India. En su lugar, prefirió reunirse con los mandatarios de Colombia y Chile. Y no es que los encuentros con estos dos personajes no sean importantes, pero ciertamente hay niveles y el G-20 no tiene punto de comparación.
El hecho es que, en lugar de codearse con líderes mundiales del más alto nivel, optó por asistir a la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre drogas ‘Para la vida, la paz y el desarrollo’ que se realizó en Cali, Colombia, pero con tan mala brújula, que lo más trascendente del encuentro resultó ser su imagen de incomodidad cuando el presidente Gustavo Petro aprovechó la oportunidad para recordar el sonado caso de la parapolítica en su país. El video donde se observa al mandatario sudamericano hablándole directamente a su homólogo mexicano y las expresiones de éste con la mirada esquiva, el ceño fruncido, los movimientos involuntarios de sus manos, y su cuerpo recostándose en la silla, dieron la vuelta al mundo.
Todo lo anterior, mientras Petro -en lo que parecía un reproche, o una acusación directa-, con voz potente narraba:
“… Y ese mismo político que ordenaba hacer eso se abrazaba en la noche en los clubes con el más grande narcotraficante de Colombia. Yo afirmaba en mis discursos; los senadores de la República hacían por la mañana las listas de quienes iban a ser asesinados y por la noche hacían leyes de la República. El 35% del Senado de la República en la época paramilitar eran aliados de los paramilitares que era la organización narcotraficante más grande del mundo. 35% del Senado de la República, y todos fueron a parar a la cárcel. Estados que se van volviendo narco estados, ese es el producto de la guerra contra las drogas. ¡Claro!, ante Viena, en las convenciones, hablando con los norteamericanos, en Washington, o allá en Bruselas, todos son anti narcotraficantes; saludan al jefe de la política antidrogas de los Estados Unidos por la mañana; cogían el avión, y después se abrazaban con Pablo Escobar en las noches, con las niñas. ¡Hipocresía!”, expresó con dureza el colombiano.
El presidente López Obrador, inició el viernes la mencionada gira de trabajo por Colombia y Chile presuntamente para fortalecer los nexos bilaterales de México con ambos países, tratar asuntos de integración regional y participar en el acto conmemorativo de los 50 años del golpe de Estado en Chile.
Petro y AMLO, coincidieron que la familia y el amor son las herramientas fundamentales para dar el combate a las drogas y el narcotráfico.
En un acto de incongruencia y como si se tratase de un tema ajeno a México y los mexicanos, Andrés Manuel se refirió a la crisis del fentanilo que vive Estados Unidos: “Tenemos la obligación moral de participar en el combate al consumo del fentanilo en Estados Unidos. Es una pandemia que están enfrentando”, dijo el presidente mexicano que se niega a confrontar a los crimínales a quienes prefiere “dar abrazos no balazos”, y los amenaza con acusarlos con sus padres y abuelos si siguen por el mal camino.
Petro, por su parte, no fue menos absurdo, toda vez que reiteró, luego de citar principios básicos de economía, que la lucha contra las drogas que ataca la producción y no la demanda solo logra incrementar el precio de los estupefacientes.
Así, “los narcotraficantes tienen más dinero para comprar fusiles, vehículos blindados, misiles, políticos, senadores, generales, jueces, presidentes, y aquí está nuestra historia latinoamericana reciente”, apuntó el mandatario colombiano, quien tiene a su hijo mayor, Nicolás, en medio de un proceso judicial imputado por haber recibido dinero de forma ilegal en la campaña presidencial de 2022 que ganó su padre, siendo que una parte procedía de un ex narco, y también por no haber declarado cantidades importantes.
No conforme con las incongruencias manifiestas, Gustavo y Andrés hicieron gala de hipocresía durante su participación en la conmemoración a Salvador Allende en Chile, al condenar enérgicamente la dictadura de Augusto Pinochet, mientras mantienen estrechas alianzas con las tiranías de Cuba, Venezuela y Nicaragua, haciéndose cómplices de la miseria que hoy se vive en estas naciones.
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