Un antiguo proverbio chino (desconozco en realidad si es antiguo, y más aun, si es chino) reza como sigue: no existe algo seguro en la vida con excepción de la muerte y los impuestos. Esto es una realidad que nos aqueja a todos los ciudadanos en el mundo. México, desde luego, no queda fuera.

Como consecuencia del aumento del IEPS (Impuesto Especial sobre Producción y Servicios) México recibió el año 2022 con un gasolinazo que ha provocado malestar; principalmente, huelga señalar, a la clase media. Al día de ayer, la gasolina regular se cotizaba en 20 pesos 70 centavos, la prémium en 22.69 y el diésel en 21.89. Ello representa un aumento de alrededor del 20 por ciento.

Este gasolinazo ha sido motivo de serios ataques de la oposición contra el gobierno de AMLO. Bien vale recordar que el candidato de Morena, aún en campaña, prometió que no habría más gasolinazos, y mismo, que el costo sería reducido. Estas fueron, evidentemente, promesas vacías de campaña dirigidas a atraer los votos de una clase media pauperizada y disgustada con los aumentos constantes del combustible producidos durante los gobiernos de Calderón y Peña, y muy en particular, a raíz de la reforma energética gestionada por los ex secretarios priistas Luis Videgaray y José Antonio Meade.

En este tenor, si bien es reprensible que AMLO, en una estratagema política encaminada a engañar a la población sobre una hipotética – e inviable- disminución de los precios del combustible, sí que conviene dejar en claro que analistas económicos serios, y mismo, organizaciones internacionales como la OCDE, jamás han recomendado la disminución artificial de los costos de las gasolinas.

A juicio de estos analistas, y a la luz de la evidencia empírica, los subsidios al combustible son una política regresiva, es decir, que apoya a los más acaudalados; mientras que un aumento al costo (a saber, un incremento al IEPS y sin subsidios públicos) representa una política progresiva pues afecta principalmente a los más ricos. En un sencillo ejercicio de comparación, un ciudadano que debe llenar el tanque de una lujosa camioneta pagará comparativamente más impuestos que un hombre o mujer de clase media que deberá cargar el tanque de su austero automóvil de cuatro cilindros.

El aumento a los costos de la gasolina sí que duele, y mucho. Sin embargo, desde el punto económico y recaudatorio, y con miras a priorizar el gasto público hacia áreas estratégicas, la liberación de los precios, el incremento de impuestos y la disminución de los subsidios sí responden a acciones derivadas de una política pública responsable.

En otras palabras, a mi juicio, no debemos repudiar el acto mismo del aumento de los costos de las gasolinas (pues se trata, como he señalado, de una política progresiva) sino las engañifas del candidato AMLO, quien no ha dudado en hacer uso de su extraordinaria capacidad comunicativa para ganar voluntades.

José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4