El triunfo de Claudia Sheinbaum, considerando la dimensión, la ha convertido no solamente a nivel nacional, sino internacional, en una de las mujeres más influyentes por la inmensa legitimidad con la que cuenta, pero también por el abrumador respaldo que brota de los distintos sectores sociales.

Dada esas situaciones, la presidenta de México sabía perfectamente el enorme reto que está encarando. Nadie dijo que sería sencillo, en especial cuando tienes la responsabilidad de estar a la altura de las circunstancias del pueblo y, de paso, sacar a flote el carácter ante la incesante guerra sucia que propaga la oposición. Detrás de todas la andanada, está claro, trasciende la mano del conservadurismo que, en complicidad con algunos medios de comunicación, han trazado una campaña propagandística de desprestigio. De cualquier forma, es una situación que no debe de extrañarnos; sabemos los alcances que tiene el PRIAN, sobre todo ahora que se han quedado en la orfandad.

Hoy, que nuestro país atraviesa una coyuntura importante por el Plan México, lo mismo que por los Polos de Desarrollo, que detalló la Secretaría de Economía, hay pequeñas turbulencias que podemos leerlas como pasajeras si contemplamos la capacidad de reacción que ha tenido Sheinbaum ante las adversidades. Por un lado, está claro, los medios de comunicación realizan señalamientos sin ninguna base de fundamentos. Por supuesto que el gobierno de Claudia es honesto y transparente. Prueba de ello, ya lo dijimos, es el enorme sostén que tiene al existir una aprobación que ha rebasado el 80%. De hecho, la jefa de Estado ha superado algunas cifras que promedió, sin exagerar, la figura más emblemática de la época contemporánea. Hablamos del propio Andrés Manuel López Obrador.

Eso, sobra decirlo, convierte a Claudia Sheinbaum en la mujer más importante de la política mexicana de las últimas décadas. Un fenómeno social de esa naturaleza, en efecto, comienza a rendir frutos en la medida que los meses avanzan. La enorme espiral de obras que se han puesto en marcha, solo para poner un ejemplo, imprimen el grado de responsabilidad que existe en esta administración. Es verdad, vemos con detenimiento el clima de tensiones que se ha generado con el país vecino. Ellos, a propósito, han establecido un nuevo esquema de cobro de impuestos por los productos que son exportados a EU. Pese a que no había motivo para ello, Sheinbaum, de forma rápida, salió ante la opinión pública a fijar su posición. De manera paralela, ante la inminente urgencia del asunto, el mismo Ebrard se trasladó a Washington a tratar de inhibir el impacto y, de paso, salvaguardar los intereses de la nación en temas de relación bilateral.

Tengamos la seguridad, por los antecedentes, que México sabrá sobreponerse con mucho diálogo a este nuevo reto que está latente. Lo hizo en el arranque de la administración del presidente Trump. Esta ocasión, por supuesto, no será la excepción. Y sí, la oposición, habida de este tipo de noticias, lo califica como un golpe demoledor. Si evaluamos el efecto, desde luego que esto traerá consecuencias que impactarán directamente en la economía; sin embargo, tenemos la certeza, por esos lazos que ha construido Claudia, que la mandataria encontrará acuerdos y negociaciones al más alto nivel con funcionarios del vecino país. No es la primera vez que esto sucede y, por supuesto, no será la última. De hecho, esto ha fortalecido más el carácter de la presidenta no solo por la conciliación en temas de esta índole, sino porque ha ido abriendo más camino para que los productos que se elaboran en México luzcan en otras vitrinas globales.

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Optar por la vía del diálogo, el consenso y la negociación, es la mejor apuesta de Claudia Sheinbaum para superar estas pruebas que, hay que decirlo así, la padecen otros países, producto del endurecimiento de esa política exterior. De hecho, esto puede ser, a todas luces, una chance inmejorable no solo para aminorar el impacto, sino para encontrar nuevas áreas de oportunidad ahora que el Plan México, con esa base innovadora y tecnológica ha brillado, porque estamos inmersos en un proceso de transformación constante que nos pone a la par de otras superpotencias.

Por supuesto que no compartimos la guerra sucia que propaga la oposición que, a rajatabla, trata de sacarle provecho a cada situación en lugar de sumarse al llamado por la defensa de la soberanía. El PRIAN, por su esencia, jamás tomará partida por los intereses de la nación, sino por los confines que ellos mismos tienen como prioridad. Para fortuna de México, la derecha, agazapada en ese 20% que no aprueba el trabajo de Sheinbaum, han confirmado que no tienen principios de solidaridad. Esa es la realidad. Pese a ello, el movimiento de transformación, con el apoyo incondicional de la gente, tendrá larga vida institucional en el poder. He ahí la enorme diferencia entre una expresión y otra. Nosotros, con esa inmensa mayoría, navegamos en la 4T. Tenemos plena confianza en Sheinbaum, y su gestión probada y comprobada en rubros que son asuntos de todos.