La reciente Convención Bancaria ha concluido dejando tras de sí la sensación agridulce de un déjà vu financiero. Una vez más, los titulares se llenaron de promesas sobre inclusión, digitalización y un renovado apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES). Temas recurrentes, casi un mantra sexenal, que resuenan con la misma intensidad con la que se diluyen en la práctica. ¿Será esta la ocasión en que la banca comercial y de desarrollo se conviertan en el ansiado soporte y garante de un sector que lleva un cuarto de siglo esperando?
La historia, lamentablemente, nos invita al escepticismo, especialmente cuando recordamos que ni siquiera la robustez de los tratados comerciales ha logrado materializar ese impulso largamente esperado.
Mientras tanto, el actual secretario de hacienda ha tenido que reconocer lo inevitable: las proyecciones de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) han quedado cortas. Sin embargo, al igual que la presidenta, Claudia Sheinbaum, se recurre al consabido discurso del “Plan México”, el bajo desempleo y otros lugares comunes que, si bien ofrecen un barniz de optimismo, palidecen ante la contundente realidad de un crecimiento económico que no termina de despegar.
Con datos macro como una tasa de referencia del 9%, inflación del 4%, tipo de cambio de 19.50 pesos por dólar, con reservas de 239 mil millones de dólares y una tasa de desempleo total del 3%. Parece que todo esta bien y sólido como nunca diría el oficialismo. Pero con expectativas objetivas de terceros la economía mexicana sigue estancada y con tintes de recesión con tasa mínima o negativa para este año y mejor al 1% en 2026. Así mismo con una tasa de informalidad cercana al 60% con alrededor de 40 millones de mexicanos no tuvieron otra opción laboral.
En este contexto de promesas repetidas y ajustes de expectativas, la voz de un premio nobel de economía James Robinson resonó con una claridad refrescante. Su diagnóstico fue directo y sin concesiones: mientras el Estado de derecho y las instituciones en México no experimenten una mejora sustancial, el sector privado y el empleo formal seguirán languideciendo. La experiencia internacional es elocuente: aquellos países que han priorizado y fortalecido sus marcos legales e institucionales son precisamente las economías desarrolladas que hoy admiramos.
Esta lúcida perspectiva adquiere una relevancia aún mayor ante la inminente reforma judicial propuesta por Morena y sus aliados. La idea de someter a elección popular la designación de jueces y magistrados genera serias dudas sobre su efectividad y el riesgo de politización de un poder que debe ser garante de la justicia y la legalidad. Un sistema judicial debilitado o percibido como parcial no solo mina la confianza de los ciudadanos, sino que también ahuyenta la inversión y obstaculiza el desarrollo económico.
Si quieres apoyar y desarrollar MIPYMES con una jornada laboral de 40 horas solo fomentarás más informalidad en ese sector. Seguir poniendo obstáculos y trámites de diferentes dependencias a las MIPYMES harán más complicada su estabilidad operativa. No hay un criterio homogéneo. Razón por la cual también las MIPYMES se concentran en zonas metropolitanas clave. El tema formativo y educativo también es clave o formamos personas con visión de empresarios o los hacemos con visión de burócratas o de capitalismo o de compadres. Los resultados están a la vista. Hasta los 70’s éramos un país en desarrollo. A partir de los 80’s nos empezamos a rezagar en indicadores clave de economía y desarrollo educativo y social.
Para comprender la magnitud de los desafíos que enfrenta el sector privado en México, es crucial analizar la alta concentración que caracteriza al sistema financiero. De los 52 bancos que operan en el país, un puñado domina de manera abrumadora los principales indicadores financieros. BBVA, Banorte y Santander concentran la mayor parte de los activos, depósitos, capital y resultados. Más atrás, aunque con una presencia de marca o regional, se encuentran Inbursa, Banamex, Banbajio, HSBC, y Scotiabank. El resto en su nicho ya sea consumo o de nichos como el cambiario o alguno que otro en empresarial. Pero con discretas participaciones y con altibajos de rentabilidad y morosidad.
Según datos recientes, estos tres principales bancos podrían controlar alrededor del 60-70% de los activos totales del sistema bancario mexicano, una proporción similar en cuanto a depósitos y una parte sustancial de la rentabilidad. Esta concentración, si bien no es exclusiva de México, plantea interrogantes sobre la competencia, la innovación y el acceso al crédito para empresas de menor tamaño.
En contraste, mercados financieros más desarrollados como el de Estados Unidos o la Unión Europea suelen presentar una mayor fragmentación, con un número significativamente mayor de instituciones financieras de diversos tamaños y especializaciones. Si bien existen grandes actores, la presencia de bancos regionales y especializados es más robusta, lo que fomenta una mayor competencia y, potencialmente, una mejor adaptación a las necesidades de diferentes segmentos de la economía.
La promesa de un mayor apoyo a las MIPYMES por parte de una banca tan concentrada genera legítimas dudas. ¿Cómo se traducirá este compromiso en condiciones crediticias favorables y accesibles para un sector que históricamente ha enfrentado barreras significativas para obtener financiamiento? La experiencia nos dice que, a menudo, las grandes instituciones priorizan a las empresas de mayor tamaño y menor riesgo, dejando a las MIPYMES en una posición vulnerable.
Además la rentabilidad la han enfocado en comisiones y sus portafolios de consumo. Eso se decide en los corporativos y no en la convención bancaria. Las MIPYMES no son vehículos de programas sociales. Es un sector fragmentado y diverso, necesita banqueros que lo entiendan y desarrollen y eso no es con modelos paramétricos o fintech. Es regionalización y desarrollo de banqueros misioneros que abran caminos y cultura financiera y empresarial.
En definitiva, la Convención Bancaria parece haber sido un reflejo más de las aspiraciones que de las acciones concretas. Mientras el Estado de derecho no se fortalezca y la alta concentración del sector financiero persista, las promesas de inclusión, digitalización y apoyo a las MIPYMES corren el riesgo de quedarse en meros enunciados, repitiendo el ciclo de los últimos 25 años. El nobel de economía lo dejó claro: el camino hacia un desarrollo económico sólido y sostenido pasa ineludiblemente por la consolidación de un marco legal e institucional robusto. Sin ello, las convenciones seguirán siendo como en los últimos años encuentros sociales, y las promesas, ecos vacíos en la vasta llanura de la realidad económica mexicana.
X: @MarioSanFisan | CEO FISAN SOFOM ENR | PROMETEO (previsión/prospección)
Banquero a nivel directivo con más de 30 años de experiencia de negocios. Ex presidente nacional AMFE corporativo@fisan.com.mx