Muchos ya imaginábamos la rigidez que se iba a generar en vísperas de que se levante la encuesta interna de Morena. De hecho, la posición que tomó Marcelo es el más claro ejemplo del clima que -esta semana pasada- transitó en el ánimo social. Aunque varios criticaron la postura de Ebrard, se vale reclamar porque es comprensible y justificado el hecho de pedir cancha pareja. Lo que no podemos soslayar es que, en medio de ese posicionamiento, el ex canciller se equivocó en menospreciar a los demás participantes. De haberse mesurado más en ese tema, no hubiera provocado tanta tensión y, de paso, la especulación que comenzó a surgir no hubiese subido de tono.

Fue, no hay duda de ello, una semana compleja luego de las acusaciones del ex canciller. Lo he repetido en otros espacios de opinión: si eso fue una estrategia, provocó efectos inmediatos que prendieron las alarmas. De hecho, muchos dicen que fue la mejor determinación porque la cargada ha ido en aumento. El asunto es que, esa atmósfera de inequidad, se vive desde hace más de dos años. Ricardo Monreal, por ejemplo, ha vivido en carne propia no sólo la desigualdad, sino también la guerra sucia que se propagó hace unos meses.

Incluso, en esos meses donde la andanada predominó, el ex líder de los senadores de Morena se atrevió a levantar la voz y, en medio de una rebeldía con causa, abanderó una lucha legítima para que le reconocieran su derecho histórico para la competencia. En efecto, esa resistencia concluyó -hace un par de meses- en la corrección del mapa sucesorio presidencial. Como ya hemos dicho, fue gracias a la perseverancia la que llevó a Monreal nuevamente con el presidente Obrador, que, durante más de veinte meses, pausó una relación.

Está claro que, más allá de la vieja amistad que existe, el presidente decidió sumar a Ricardo Monreal para evitar una fractura interna. No podía, por ningún motivo, prescindir de una figura de la talla del zacatecano, mucho menos en un proceso electoral donde, claramente, sabe que Monreal jugará un papel determinante. De hecho, como buen estratega, Monreal mostró mucha madurez política y, con una determinación, evitó que las tensiones que se originaron en la semana fueran en ascenso. El punto clave fue la declinación de la encuestadora que salió sorteada a su favor, empero, con un gesto de unidad, decidió cederla a Marcelo Ebrard.

¿Qué significa esto? De entrada, deja un claro mensaje de que, la unidad del movimiento, es más importante que todo. Además de ello, calma las tensiones que pudo haber provocado un desequilibrio en las encuestas espejo que cotejarán el resultado. Y lo hizo de esa manera porque Monreal es un estratega. Leyó perfectamente el clima y, de forma oportuna, anunció su postura en el momento más idóneo y crucial de una contienda interna presidencial. En términos políticos, fue una jugada maestra para enderezar un camino que, no hay duda de ello, comenzaba a esbozar signos de turbulencia por las declaraciones de Ebrard.

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Y como comenzaba a formarse un punto de inflexión, esta determinación, además de darle tranquilidad al proceso, le da certeza y, de paso, encauza a la unidad del movimiento. Lo dije claramente: fue una carambola de tres bandas. De hecho, las reacciones a favor de Monreal no se hicieron esperar. Tanto Alfonso Durazo, como Adán Augusto López, elogiaron la voluntad del zacatecano y, con un calificativo acertado, lo denominaron con altura de miras de un constructor de acuerdos.

Si hacemos un balance de su paso en el Senado de la República, esa capacidad conciliadora, claro está, fue la que marcó la pauta para lograr que una lista de leyes y reformas constituciones salieran adelante. Por ello, debemos analizar un tema que -en las últimas semanas- ha trascendido y, de paso, se especula que es prácticamente un hecho que Ricardo Monreal buscará la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

Déjenme decirles que, con esta acción, Monreal está prácticamente sellando su pase a la candidatura de Morena en la CDMX. Al parecer, la noticia de la declinación de Ricardo, en el rubro de la encuestadora, le trajo tranquilidad al presidente López Obrador, pues gestos como ese, ratifican la lealtad a la causa lopezobradorista. Incluso, es muy evidente que -el tema de la capital del país- está en el ánimo de Monreal, y, como en la política no hay casualidades, y amor con amor se paga, AMLO le puede hacer justicia social al zacatecano por lo que vivió en 2018. O sea, seis años después, el ex líder de los senadores de Morena puede cumplir uno de sus sueños: la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

Dicen los que saben que ese asunto se abordó en la propia sede de Palacio Nacional, entre Ricardo Monreal y López Obrador. Puede ser porque ambos, en ese sentido, son grandes estrategas para alcanzar consensos.