La autoproclamada cuarta transformación, encabezada por el presidente AMLO, Claudia Sheinbaum y todos aquellos políticos y funcionarios que simpatizan con el lopezobradorismo, se ha consolidado nacionalmente – e internacionalmente- como el régimen del perdón.

No obstante los incuantificables desafíos que enfrenta el país, tales como el engrosamiento de las filas de la pobreza, la crisis económica, el azote del Covid-19, la inseguridad rampante, el desempleo, la caída en la inversión extranjera, entre otros, el presidente AMLO se ha dedicado, a lo largo de sus tres años de gobierno, a reivindicar agravios del pasado, trátese de España hacia los pueblos originarios o del gobierno de México hacia otras poblaciones al interior del país.

AMLO, autoerigido en fuente del perdón y en adalid de la bondad y de las bienaventuranzas, se presenta ante el mundo como ejemplo de lo que él considera deben seguir otros mandatarios. Claudia Sheinbaum, por su parte, no se quedó atrás y acusó abiertamente vía Twitter  a José María Aznar, expresidente del gobierno de España, de ser racista, al tiempo que aduló a su líder moral describiéndole como humanista.

¿Por qué no pueden dejar estos personajes de la vida pública mexicana las heridas del pasado? ¿Por qué no mejor dedican sus esfuerzos diarios a trabajar por el genuino interés de la nación? ¿No pueden echar a un lado las querellas innecesarias con ex mandatarios extranjeros? ¿Por qué no dirigen su gran capital político hacia la solución de los problemas que verdaderamente aquejan al pueblo de México?

En suma, México vive tiempos sin precedentes. Mientras AMLO y los seguidores de la fracasada cuarta transformación se enzarzan en  inútiles intercambios verbales con líderes extranjeros, y mientras el presidente dedica su narrativa discursiva a distraer la opinión pública de los verdaderos desafios, nuestro país sufre diariamente el azote de la pandemia, el descrédito internacional ante el coqueteo del presidente con el autoritarismo latinoamericano y nos ahogamos frente a una situación económica que parece no ceder.

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México no necesita polémicas, ni que el presidente sea el blanco de burlas internacionales, sino que el jefe del Estado cumpla con su juramento de velar por el bienestar del patria, a través de políticas públicas que contribuyan al mejoramiento de la calidad de vida de los mexicanos.

Si AMLO exige hoy perdones a España y  a la Iglesia católica… el México del mañana exigirá el perdón al presidente por sus omisiones.