Una de las graves consecuencias provocadas por la pandemia ha sido la exacerbación de la desigualdad. Si bien ésta se había convertido en un serio problema económico a raíz de las políticas aplicadas a la luz del consenso de Washington, ahora ha devenido una complicación mayor.

Allí está Amazon. En opinión de un buen número de serios economistas, la empresa estadounidense será – o es-  el gran gigante del siglo XXI. Como consecuencia indirecta de la pandemia, millones de consumidores alrededor del mundo se volcaron hacia el e-commerce, y con ello, hacia la adquisición de toda clase de bienes en la plataforma digital; desde productos tangibles hasta alimentos, programas digitales, series de televisión, etc.

Dos cambios importantes trajo la pandemia

Por un lado, mientras los consumidores gozaban anteriormente de acudir personalmente a tiendas y centros comerciales, ahora lo hacen, en gran número, en línea; derivado de una costumbre adquirida de hacerlo todo desde casa, o mismo, del miedo a las grandes aglomeraciones y un posible contagio.

Por otro lado, los adultos mayores, a saber, aquellos otrora reticentes a lanzarse abiertamente en el comercio digital, ahora lo hacen luego de más de un año de encierro. Muchos de ellos han aprendido el uso de las herramientas digitales gracias a las experiencias de sus hijos y nietos.

¿Cuáles son las consecuencias de la consolidación de este imbatible monopolio comercial?

En primer lugar, una profundización brutal de la desigualdad. Vale brevemente señalar que Jeff Bezos, fundador de Amazon, duplicó su fortuna en 2020, alcanzando la cifra incuantificable de alrededor de 190 mil millones de dólares; en medio de una crisis económica sin precedente y ante una pauperización de la población mundial.

¿Qué deben hacer los Estados?

Ahora, más que nunca, la situación exige un reforzamiento del papel del Estado con el propósito de regular los monopolios, y con ello, paliar la lacerante desigualdad que daña las economías. De igual manera, los gobiernos están obligados a poner en marcha un sistema de coordinación fiscal que limite la concentración de la riqueza en unas cuantas manos, con el objetivo de hacer posible una redistribución a lo largo de la pirámide social.

Algunos despistados aseverarán que esto es una idea radical. Se equivocan. No es radical ni comunista. La más reciente evidencia empírica apunta hacia la necesidad de una coordinación que permita deshacer los paraísos fiscales. Al igual que en materia sanitaria, los Estados deben ceder competencias nacionales en favor de instituciones internacionales que lo hagan posible.

El caso de Amazon es dramático en términos de acumulación de capital. México no es la excepción. Recordemos que nuestro país es uno de los más desiguales del mundo. Para paliar ello, el Estado debe promulgar leyes y crear mecanismos que permitan una mayor recaudación en favor de la inversión pública en materias como salud y educación.

No servirán las recetas populistas de AMLO; y mucho menos, sus discursos mañaneros. México, por el contrario, necesita verdaderos hombres y mujeres de Estado, y no eslóganes y frases vacías.

No hay de otra.