La nueva escalada del conflicto en Medio Oriente provocada por los ataques de Hamás contra Israel ha provocado la confirmación de los posicionamientos políticos de los gobiernos. Mientras algunos países como Estados Unidos, Francia, Alemania, entro otros, al igual que organizaciones internacionales como la Unión Europa, han expresado su apoyo incondicional a Israel, otros han optado por la moderación basada en la comprensión de las raíces de la problemática histórica en aquella convulsa región del mundo.
El lector seguramente recordará que el conflicto echa raíces en la creación del estado de Israel en 1948. Tras aquel suceso, el cual buscaba dar contenido a la declaración Balfour y ofrecer un hogar a los millones de judíos desplazados como consecuencia de los pogromos en Europa, el naciente estado inició una serie de guerras de conquista que conducirían al enfrentamiento con los países vecinos, es decir, Siria, Egipto, Jordania y, desde luego, las comunidades palestinas.
Tras la apabullante victoria de Israel en la Guerra de Seis Días, y con la ocupación ilegal de los territorios palestinos de la Franja de Gaza y Cisjordania, la opinión pública internacional se dividió en dos campos: aquellos que exigían la retirada de los israelíes y el restablecimiento del orden, y los que sostenían la idea de que el nuevo Estado estaba legitimado para poblar en su totalidad aquellas tierras que históricamente habían pertenecido al pueblo judío.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX los gobiernos de Estados Unidos y de los países occidentales realizaron intentos de acercamiento entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina; diálogos que eventualmente conducirían a nada, y que serían, con el tiempo, desconocidos por los sucesivos gobiernos de Tel Aviv y Ramala, esta última reconocida – por algunos- como la capital de facto de Palestina.
Los recientes sucesos acaecidos en Israel no han cambiado fundamentalmente la posición de los gobiernos en relación con el reconocimiento de Palestina y la condenación de los ataques de Hamás. Se podrían designar tres categorías: aquellos Estados que expresaron abiertamente su apoyo al Estado de Israel, los que llamaron a la desescalada del conflicto y los que se posicionaron del lado de Hamás contra Tel Aviv.
Mientras algunos gobiernos como Estados Unidos, Canadá y los países miembros de la Unión Europa se pronunciaron por su apoyo abierto a Israel, México ha optado por la segunda, es decir, por el llamamiento a la paz. En adición, el presidente AMLO expresó su convicción en torno a la solución de la premisa de dos Estados, es decir, por la idea de que Israel reconozca a Palestina, y por tanto, que se siente en la mesa negociaciones para discutir sobre el futuro de la Franja de Gaza y Cisjordania. Improbable.
AMLO se ha colocado, en mi opinión, en relación con el conflicto palestino-israelí, del lado correcto de la historia; pues si bien es verdad que el terrorismo de Hamás debe ser repudiado y combatido, también es una realidad que Israel contraviene abiertamente desde 1967 el derecho internacional con su reiterado expansionismo en los territorios ocupados.