Resulta que tenemos un “amontonamiento” deportivo en este fin de verano, inicio del otoño con la NFL iniciando, el beisbol en curso, la F1 entrando en su segunda mitad, los abiertos de Tenis, los tours de golf y las ligas de fútbol tratando de ajustarse con un mundial en la mira.

Y en ese contexto, me está tocando ver desde una óptica que no tenía, dos eventos de especial trascendencia que me ayudan a empezar a entender una de las grandes diferencias que encuentro entre el deporte mexicano y lo que veo al menos en Alemania.

La muerte de la Reina Isabel II en Inglaterra y su repercusión en todas las actividades públicas en la isla, son una muestra de cómo se construye una identidad colectiva y nacional. Si bien, en la época moderna y especialmente para los mexicanos, una monarquía se nos hace “rara”, lo cierto es que para la mayoría de los ingleses no es una cosa menor. Quizás sin el poderío de otra época, pero todo lo que concierne a la familia real, resuena en todos los espectros de la sociedad. En Alemania, ha habido voces que “celebran” los posibles impactos geopolíticos que pueda tener este suceso que representa el fin de una era desde el lado de las tradiciones conservadoras.

Sin embargo, si algo tienen los ingleses es que son muy apegados a sus tradiciones y una de ellas es el fútbol que suspendió la jornada de este fin de semana para honrar la memoria de la reina. El minuto de silencio en Old Trafford en el partido de la Europa League entre Manchester United y Real Sociedad fue un ejemplo de que se lo toman muy en serio. Un minuto de silencio de verdad. Impactante. Una construcción del sentido de la identidad colectiva trasladada a la pasión.

Y de ahí salto a la EuroBasket, si, la Copa Europea de Basketball que en sus instancias finales se está llevando a cabo aquí en Berlín. Me tocó vivir dos partidos: Italia contra Serbia y Grecia enfrentando a República Checa. Me detendré en el caso griego que de verdad me impresionó. Obviamente que tener a Giannis Antetokounmpo en sus filas es un gran diferencial, pero también que lo estén sus hermanos Thanasis y Kostas.

Ver a los fanáticos griegos cantar y gritar de la misma forma que si estuvieran en un estadio de fútbol fue indescriptible, una pasión y entrega a su equipo que no había visto en el basketball. Me puso la piel de gallina. De verdad que sí. Y aquí vuelve a aparecer la identidad colectiva, donde los griegos ven a Giannis como su principal estrella y figura, pero que lo reconocen ahora como uno de los suyos, especialmente con el mensaje que la familia Antetokounmpo lanza continuamente, de estar agradecidos con el país que los acogió.

También vi a italianos, serbios y checos entregarse en cada jugada, en cada tiro de tres… los vi sufrir, saltar de emoción, reclamar, aplaudir.

No les gusta perder. Me di cuenta. Salen a competir con todo aunque se vean inferiores en el papel. La pasión y la identidad las ponen al servicio de la competitividad. No les gusta salir a pasear. En un continente donde el conflicto ha sido la constante por siglos, el deporte es un vehículo que canaliza esa competencia añeja que tienen estos países. Compiten, tratan de hacerlo al tope de sus capacidades y se refleja en el terreno de juego y se traslada a la tribuna. Aquí lo importante no es participar como se nos instala en México. Acá lo importante es competir. Definitivamente estoy comprobando que el deporte es un reflejo de la sociedad donde se practica. Y si en nuestro país, no entendemos que las prácticas proteccionistas no nos llevan a ningún lado, seguiremos siendo esos del “ya mérito”. Participar y competir, no es lo mismo. Cuando pensemos en cómo competir mejor en todos los ámbitos, muchas cosas cambiarán.