En todos los partidos políticos hay gente buena, gente mala y gente peor. Hablemos en esta ocasión del PRI.

El Partido Revolucionario Institucional puede ser —estoy seguro de que lo es— la marca política más conocida en la historia de México. Nació, con otro nombre, para acabar con la inestabilidad generada por aquel extraordinario movimiento armado llamado Revolución mexicana.

Sin democracia, la verdad sea dicha, el PRI le dio a nuestro país décadas de estabilidad durante las cuales se edificaron no pocas de las instituciones y de las obras de infraestructura que hemos conocido, muchas todavía vigentes y sin duda benéficas para nuestra nación.

En tanto partido dominante y prácticamente único el priismo penetró en prácticamente todos los rincones de la sociedad mexicana. Así las cosas, en el ocaso del viejo partido en el poder, esto es, durante la última etapa de su existencia, el PRI conserva una base de simpatizantes leales, mayoritariamente gente decente, que no saben en la actualidad cómo votar.

El actual dirigente del PRI, Alejandro Alito Moreno, traicionó a quienes todavía creían en los principios priistas, los de la Revolución. No fue la única traición, pero sí la más dura.

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La militancia del PRI desde por lo menos el sexenio de Miguel de la Madrid se había sentido traicionada porque sus últimos presidentes –el propio De la Madrid, Salinas, Zedillo y Peña Nieto– abandonaron los ideales que dieron origen al priismo y se entregaron a lo que hoy conocemos como neoliberalismo.

Pero esa traición de alguna manera quedaba oculta en cada contienda electoral porque el PRI enfrentaba al partido conservador contra el que había luchado durante toda su existencia, el PAN, que fue fundado por algunos intelectuales valiosos, no pocos fanáticos ultraderechistas —inclusive partidarios del nazismo— y poderosos hombres de negocios que detestaban las reivindicaciones sociales de la Revolución.

En el presente proceso electoral presidencial las bases priistas de plano se sintieron abandonadas cuando conocieron la deslealtad, alimentada por el pragmatismo ruin y la ambición vulgar, de quienes hoy encabezanal PRI.

Gente como Alito Moreno, Rubén Moreira, Jose Ángel Gurría, Ildefonso Guajardo, Enrique de la Madrid, etcétera, dieron la espalda a toda la historia priista cuando pactaron una alianza con el enemigo histórico, el PAN.

Peor todavía, cuando una priista de las de antes, Beatriz Paredes, creció tanto que llegó a ser considerada la mejor opción para ser la candidata del PRIAN, Alito y los otros exhibieron la mayor felonía posible y maniobraron para dejar a Beatriz sin posibilidades. Alito, Moreira, Gurría y demás habían pactado con la ultraderecha de Claudio X. González que la candidata iba a ser una panista, Xóchitl Gálvez, y sacrificaron a Paredes: con ello terminaron de romper con las bases priistas que todavía creían en los principios del partido nacido después de la Revolución mexicana.

Poco a poco los liderazgos priistas que supieron leer lo que estaba pasando, abandonaron al PRI y se sumaron a la opción electoral no conservadora, la de Morena. Sabían, priistas pragmáticos y experimentados como Eruviel Ávila, Alejandro Murat y Alfredo del Mazo, que si permanecían en el PRI iban a perder lo poco o mucho de liderazgo que habían obtenido.

Ahora está clarísimo: buena parte de las amplias ventajas que tiene Claudia Sheinbaum en las encuestas obedecen a que las bases priistas han decidido sumarse a Morena. Imposible apoyar al enemigo histórico, el PAN. Imposible y aun ofensivo porque la candidata de la derecha, Xóchitl Gálvez, aparecerá en las boletas de votaciones representando al PRI.

Una explicación, una entre tantas, del fracaso de Xóchitl Gálvez en la actual contienda electoral presidencial, radica en el hecho de que sumó a su campaña a basura priista: sí, a Alito, Moreira, Gurría, Guajardo, De la Madrid, etcétera.

Insulta a las bases priistas que se les pida votar por una candidata de ultraderecha. ¿Por qué tendrían que  hacerlo priistas de abajo que toda su vida había luchado contra el proyecto conservador? No lo harán, por supuesto que no. De ahí que la candidata X nomas no avance en las mediciones de preferencias electorales.

Hoy lunes 27 de mayo quedó perfectamente claro que el PRI, en vías de extinción, no tendrá mucha vida después de las elecciones del próximo 2 de junio.

La figura más carismática, más honesta y que más esperanzas de renovación del priismo había despertado, la mexiquense Alejandra del Moral, se hartó del desastre priista, decidió obedecer a las bases del que ya no es su partido, y renunció al PRI: tomó la decisión de ya no correr el riesgo de ensuciarse militando al lado de puercos como Alito y los demás. Entonces, buscó a Claudia Sheinbaum, le ofreció su apoyo y  también el de una gran cantidad de militantes de base de lo que quedaba del priismo, y se han sumado en la recta final de la contienda a la candidata de izquierda.

El PRI está desapareciendo. Las bases decentes que quedaban se han ido a Morena. Por eso una mujer limpia, Alejandra del Moral —y cientos de miles de votos que ella representa— está ya con Claudia Shienbaum. Con Xóchitl Gálvez se quedan el mugriento Alito y más basura priista.