Hasta México se escuchaban los alaridos de los fachos colombianos y de todas partes del mundo, al confirmarse el triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez en las elecciones presidenciales de Colombia.

200 años de gobiernos de derecha tuvieron que ser soportados por las y los colombianos. 200 años como base militar de los Estados Unidos. 200 años como principales proveedores de los adictos estadounidenses. Décadas de una sangrienta guerra civil. Y ahora es un ex guerrillero socialista quien logró por fin romper ese dominio fascistoide en territorio colombiano.

Es interesante leer las “sesudas opiniones”, que absolutamente nadie pidió, de los derechairos mexicanos en redes sociales. Más allá de reciclar los mismos argumentos de siempre, no deja de sorprender que no entienden que no entienden. Siguen sin ofrecer otra cosa más que modelos fracasados y detestados a nivel mundial como el neoliberalismo y la globalización.

Sin propuesta alguna para ofrecer algo novedoso a los votantes son, como dijera Talleyrand en el siglo XIX, personas que “no han aprendido nada y no han olvidado nada”. Por otro lado, las reacciones de los derechistas colombianos parece una mala calca de los de México: anunciar en redes sociales que “se van de Colombia”. Si algo podemos esperar con el ejemplo mexicano, es que la mayoría no se irá a ningún lado. Son puro blof.

Gustavo Petro no la tendrá fácil, pero con el apoyo de mandatarios de la región como Luis Arce, Andrés Manuel López Obrador y próximamente “Lula” da Silva, será muy factible que pueda resistir los embates de un decadente imperialismo estadounidense que ya no tiene la capacidad de maniobra que tenía apenas hace una década, para quitar y poner gobiernos a su antojo.

La “marea rosa” de la que hablaban los medios gringos la década antepasada se les transformó en un tsunami rojo en América Latina. Momento histórico.